Mercedes Marcó del Pont será confirmada como presidenta del Banco Central

viernes, 12 de marzo de 2010

Por Julio Blanck

Para poner las cosas en perspectiva hay que decir que lo que el kirchnerismo consiguió ayer en el Senado es evitar una derrota y quizás posponer otras. Eso es lo que celebra en estas horas. Todo un signo de los nuevos tiempos, para una fuerza acostumbrada a imponer su voluntad política sin obstáculos durante seis años.


A favor de su determinación y tenacidad, y también beneficiado por la patética incosistencia de la oposición a la hora de la verdad, el kirchnerismo pudo establecer un mojón en su camino declinante, un punto desde el cual intentar recuperar la iniciativa.

Pero avanzar no es lo mismo que dejar de retroceder, aunque lo último sea condición de lo primero, y el juego de espejos y simulaciones que es la política a veces los haga parecer la misma cosa.

El sentido general del movimiento, la curva que están describiendo los actos y los equilibrios políticos, no cambian por uno solo de estos hechos. Así y todo, el oficialismo ya tiene un éxito virtualmente asegurado: Mercedes Marcó del Pont será confirmada como presidenta del Banco Central.

Los votos ya están en el Senado para ratificarla en el cargo, cuando parecía al borde del abismo. Para el kirchnerismo no es poco ganar una de las tantas batallas defensivas que está obligado a librar desde que perdió su condición mayoritaria.

Otros combates quedaron demorados, pero aún con pronóstico adverso. Entre ellos, el empuje desde la oposición -con complacencia de varios oficialistas- para que una ley obligue al Gobierno a repartir con las provincias los casi seis mil millones de dólares al año que genera el impuesto al cheque.

También está pendiente la derogación del decreto de necesidad y urgencia de la Presidenta que estableció la apropiación de reservas del Banco Central, que ahora parece se buscará a través de una ley, acordada con al menos un segmento opositor.

La semana próxima, con el tratamiento de este tema en el Congreso, se verá si la oposición tiene una mayoría verdaderamente dispuesta a ponerle límites y condiciones al oficialismo, más allá de los abundantes parloteos.

La operación kirchnerista para salvar a Marcó del Pont capturando voluntades opositoras funcionó, otra vez, con eficacia indudable. Mientras los referentes opositores les anunciaban el cadalso inminente ante cada micrófono, los operadores del Gobierno abrían media docena de gestiones reservadas.

Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar, decía Perón. Los kirchneristas hicieron mientras los opositores decían. Resultado: dos senadoras se cruzaron hacia su orilla, al menos en este tema puntual del respaldo a la titular del Banco Central, acusada de haberle transferido reservas al Gobierno sin aval del Congreso y desconociendo un pronunciamiento judicial anterior sobre el tema.

Una de esas senadoras, la rionegrina María Bongiorno, tiene origen político en el Frente Grande que alguna vez supieron liderar Chacho Alvarez, Graciela Fernández Meijide y Aníbal Ibarra. Sostenía disidencias recientes con el kirchnerismo, que la había llevado hasta el Congreso en sus boletas. La otra sorpresa la dio Roxana Latorre, llegada en su momento al Senado de la mano de Carlos Reutemann y ahora abroquelada en su bloque unipersonal.

La oposición es "tremendamente frágil" descubrió Reutemann ayer, cuando otra vez su antigua aliada jugó del lado del Gobierno. Mucha gente, quizás demasiada, espera que Reutemann haga algo alguna vez para convertir esa fragilidad opositora en consistencia. Por ahora, el senador se reconoce "desentusiasmado con cualquier candidatura". El kirchnerismo no tiene la culpa de los goles en contra que se hace el equipo opositor.

La senadora Latorre tiene una larga experiencia caminando los entresijos de la política. Está formada y fogueada en el peronismo de Santa Fe, que es cualquier cosa menos un espacio de gentilezas y juego limpio. Quizás Reutemann se apuró a fumigarla de su lado cuando ella acompañó al kirchnerismo con la ley de facultades delegadas. Desde entonces, haciendo declamación de criterio propio e independencia, Latorre juega en la oposición, de la que ayer se reivindicó parte aún respaldando a Marcó del Pont en el Banco Central.

"No me vendí" se apuró a decir Latorre, aunque nadie formalmente la había acusado de eso, al menos en público. Fue un tramo poco feliz de sus declaraciones de ayer. Pero otras palabras que eligió la senadora de Santa Fe para explicar su postura, aún consideradas como discurso justificatorio, fueron al encuentro de un elemento corrosivo fuerte que circula hoy por el peronismo disidente: "No llegamos hasta acá para ser conducidos por Carrió", dijo. Hablaba del desconcierto ante la ausencia flagrante de liderazgo peronista alternativo. Y del fuerte perfil con que la líder de la Coalición Cívica busca imponer líneas de acción al variopinto arco opositor.

El peronismo disidente está hoy en ese debate. ¿Quién conduce la cruzada final contra Kirchner? Sobran postulantes, pero todavía no hay respuesta.

En esa nebulosa, Kirchner trabaja cada minuto para frenar la licuación de poder y mantener comprometida y condicionada a la estructura territorial del peronismo.

Su última jugada, iniciada el miércoles en el Chaco con la sobreactuada reasunción en el PJ y consolidada ayer en el acto masivo de Ferro, es convocar a la reunificación peronista, a "los compañeros" que con su alejamiento ayudaron a provocarle primero la derrota en el Congreso por las retenciones agropecuarias y después la derrota electoral de junio.

Los referentes principales del peronismo federal están en lo mismo. También ellos piensan en la reunificación. Esto es, en terminar juntándose con todos los que, llegado el momento de la pelea por conservar el poder propio, decidan renegar de sus años de kirchnerismo y recuerden que todos unidos triunfaremos.

Una condición para ello, de acuerdo a los usos y costumbres arraigados en esa cultura política, es que ningún peronista empujará al vacío a un gobierno peronista, a riesgo de ser maculado como traidor.

Podrán presionar a un gobierno de su signo hasta el límite de obligarlo a negociar. Pero siempre habrá una negociación para intentar que el poder no se escurra hacia otra fuerza.

Ya lo decía Perón: entre gitanos no nos vamos a tirar la suerte.

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