Pensemos Juntos - Elecciones Legislativas 2009

viernes, 10 de julio de 2009

Un año y medio atrás, Cristina Kirchner accedía a la presidencia de la Nación con el 46% de los votos de todo el país y su marido, Néstor Kirchner, se retiraba de su mandato con el 70% de imagen positiva, según algunas encuestas.


¿Qué sucedió para que el 28 de junio su poder se desplomara de un modo tan contundente? ¿Cómo fue que, resignados a concentrar todas sus fuerzas en el conurbano bonaerense, obtuvieran ahí una victoria parcial, tan módica que impidió revertir las cifras desfavorables del resto de la provincia de Buenos Aires?


¿Cómo fue, en definitiva, que el poder electoral de los Kirchner se licuó en tan poco tiempo?

La derrota del gobierno nacional el 28 de junio fue amplia y extendida, aunque luego la presidente haya intentado convencernos que en realidad, el gobierno ganó en la suma total.·



Perdieron por dos puntos y medio en la Provincia de Buenos Aires, donde en los dos últimos comicios legislativos habían triunfado por una diferencia de 28, en 2005, y 26 puntos, en 2007.·



En los tres distritos electorales que le siguen en importancia (Córdoba, Santa Fe y Capital Federal), las listas oficialistas obtuvieron alrededor del 10% de los votos.· Fueron derrotados en Mendoza, a manos del vicepresidente Julio Cobos, que dobló los votos del oficialismo.· Y además, por primera vez en muchos años, fueron derrotados en Santa Cruz.


Los tiempos de gloria



La devaluación realizada por Eduardo Duhalde y la formidable alza de los precios internacionales de los commodities agrarios, abrió las puertas para un crecimiento económico a tasas chinas, para Argentina.


Otros países del mundo también registraron importantes incrementos en su PBI, impulsados por la favorable situación internacional.El motor del crecimiento residía en el G2 (Estados Unidos y China).

La demanda mundial de alimentos impulsada por la incorporación anual de decenas de millones de consumidores de China e India encontraba un eco en la economía norteamericana, donde el crédito barato y a largo plazo jugaba un rol decisivo para sostener y prolongar en el tiempo un proceso de crecimiento que ya mostraba algunos problemas.


Es razonable que, ante el éxito económico que significa este crecimiento formidable, Kirchner no resignara la pretensión de atribuirlo al “modelo”, omitiendo cualquier consideración sobre la favorable situación de la economía nacional.



Vivíamos en el mejor de los mundos posibles: superávit en el comercio exterior y en las finanzas nacionales, esto último debido a que una porción creciente de las ganancias del sector agrario iba a parar a las arcas fiscales vía retenciones.



La holgura productiva y fiscal, posibilitaba la hegemonía política y, claro está, la adhesión popular. Eran los tiempos de gloria en los que se pergeñó la idea del 4×4: cuatro períodos presidenciales consecutivos, alternándose ambos cónyuges en la Casa Rosada.


Pero el “modelo” comenzó a deteriorarse. Afloró la inflación, que carcomió la ventaja exportadora obtenida con la devaluación. El llamado “tipo de cambio competitivo” fue desapareciendo con el paso de los meses y con el crecimiento de los índices inflacionarios que el Indec se empeñaba en ocultar. Comenzaron los problemas.


El conflicto con el campo

Había todavía un largo camino hacia la consolidación y ampliación de los logros económicos de esos años.
A comienzos de 2008, la marcha firme de la economía mundial vaticinaba un aumento importante de los precios agropecuarios. Se pensaba, que la tonelada de soja podía llegar a los 1.000 dólares.
Ante cada aumento de los precios internacionales, el gobierno daba una vuelta de tuerca a las retenciones, recibiendo la queja creciente del sector agropecuario. La Resolución 125, buscaba fijar un sistema automático de retenciones, que le ahorrara al gobierno el pagar costos políticos ante cada aumento.


El esquema resultó inadmisible para el campo y llegó la rebelión agraria. Y a partir de ese momento, ya nada fue igual.


La reacción del gobierno estuvo impregnada de ideología, de pura ideología rancia cuarentista. Señaló a los chacareros como a la oligarquía rediviva, los acusó de golpistas, de pretender quedarse con toda la torta de la distribución del ingreso que el gobierno proclamaba querer repartir entre los pobres.



Los tiempos de la vieja oligarquía improductiva, la de los latifundios de baja productividad se habían ido. Existe ahora una poderosa burguesía rural, altamente tecnificada que en los últimos treinta años se ha posicionado en la cúspide de la productividad agraria mundial, a fuerza de maquinaria moderna, siembra directa, agroquímicos, fertilizantes, computación, ingenieros agrónomos y conceptos empresariales propios de un capitalismo moderno, alejado de los viejos conceptos rentísticos y de baja productividad.



El conflicto, lo sabemos, terminó con la derrota oficial a través del tímido voto “no positivo” del vicepresidente de la Nación, que percibió mejor que los Kirchner las presiones que provenían de la sociedad real.



El debate parlamentario significó también el comienzo de una división en el partido oficialista: Carlos Reuteman y Felipe Solá abandonaron el barco y numerosos diputados y senadores justicialistas se negaron a sumar su voto y a alentar un conflicto que amenazaba con profundizarse con consecuencias imprevisibles.



El conflicto agrario cambió la relación de fuerzas en la política argentina y desplazó una franja de la voluntad popular hacia la oposición, aunque todavía confusamente, busca una salida que supere el concepto kirchnerista anclado en los parámetros económicos y sociológicos de la posguerra.



Derrotado en el Senado, donde contaba con mayoría propia, abandonado por elevados referentes políticos y por aliados de distintos partidos, el gobierno pensaba que las elecciones previstas para octubre de este año serían la ocasión ideal para ajustar cuentas con la oposición y para demostrar que su poder permanecía intacto al menos en el mítico conurbano bonaerense, con el cual pensaba torcer la voluntad opositora del resto del país productivo, que le era manifiestamente desfavorable.



La crisis mundial, la nueva situación



El estallido de la crisis de las hipotecas en los Estados Unidos y su propagación mundial, se agregó a los problemas que presentaba su propio y simple esquema económico.

La caída del comercio mundial y la contracción del mercado interno aumentaron la inquietud acerca de la presencia de un escenario muy desfavorable para el lejano octubre.
Era necesario adelantar las elecciones para junio. Y lo hicieron.



La campaña electoral se planteó como una cuestión de vida o muerte para el gobierno. Había que elegir, entre su “proyecto productivo” o “el regreso a los noventa”, década que se pretendía estigmatizar como de destrucción del aparato productivo nacional. Los que estaban con el gobierno, luchaban a favor de la producción, de una mejor distribución del ingreso, de la expansión económica y difusión del empleo. Los opositores, pretendía imponer el gobierno, querían volver a la economía agraria, al neoliberalismo, a la hegemonía oligárquica, a la crisis del 2001.



El panorama señalaba un retroceso electoral generalizado para el oficialismo. La única esperanza residía en el conurbano bonaerense, que le permitiera obtener un triunfo aunque sea por un voto en los cómputos totales de la Provincia de Buenos Aires. Esto permitiría, según la curiosa visión de los Kirchner, mantener la vigencia del proyecto, restablecer la lozanía del gobierno e, incluso, pensar con esperanzas en el 2011.



El gobierno, oposición y votantes sabían muy bien que el 28 de junio se votaba algo más importante que bancas en el congreso: el rumbo del país y de un modo implícito, el destino de las elecciones presidenciales de 2011.


“Está en cuestión el modelo”, decía el gobierno.Y era, efectivamente, así.

Pero algo más que eso: la posibilidad de ejercer la política de un modo más amplio e inclusivo, la chance de terminar con un estilo de gobierno fundado en el apriete, la coacción, la ignorancia del federalismo, la soberbia y niveles de corrupción nunca vistos en la historia nacional.



El estilo de gobierno kirchnerista desencadenó resistencias políticas que, a la hora de contar los votos, resultaron decisivas. Había en pugna dos modelos en lo económico. Pero también en lo político.



Lo que queda atrás



Estamos lejos de pensar que la elección del 28 de junio significó solamente la puesta al día, en las urnas, de una nueva estructura productiva.


Estuvieron en juego asimismo elementos políticos de diverso tenor que permanecían latentes y sofocados pero que también tuvieron su expresión relevante a partir de marzo de 2008.



La distribución de los recursos tributarios entre la Nación y las Provincias está en el centro del debate. Ello implica discutir el régimen de Coparticipación Federal pero también el estilo de gobierno según el cual la Nación impone condiciones a las provincias, las extorsiona y suma adhesiones a partir de su predominio financiero.



De igual modo está pendiente un debate sobre la relación de la Justicia con el ejecutivo. En los últimos años, un grupo de jueces ha sido utilizado como ariete en la lucha del gobierno nacional con la oposición.La farsa del Indec es uno de los temas que mayor irritación causa entre los argentinos y, en su situación actual, forma parte de un mecanismo de mentiras que mantiene al país desinformado sobre temas tan sensibles como la inflación, la desocupación, la pobreza, la indigencia, y muchos otros.



Los superpoderes, que implican la inexistencia del presupuesto nacional, es otro de los temas que seguramente serán modificados por la nueva relación de fuerzas existente en la sociedad argentina.



El temperamento iracundo de Néstor Kirchner no ha sido ajeno a su fracaso político. Pero, más que un rasgo azaroso de personalidad, parece más bien el perfil adecuado e inevitable que debía revestir un primer mandatario para sofocar a las fuerzas más dinámicas de la sociedad, que pugnaban por aflorar y para enderezar al país hacia otro destino histórico.



Afortunadamente, ahora todo esto ya forma parte de la historia. Pero la tarea de las nuevas fuerzas nacionales recién comienza con esta victoria histórica.


Fuente: Daniel V. González
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