Argentinos de Fiesta

lunes, 31 de mayo de 2010

Por Jorge Lanata

“Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.
(…) Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.”
Joan Manuel Serrat

Escribo estas líneas el viernes, mientras la 9 de Julio continúa taponada, el tránsito de la ciudad enloquecido y los interpretadores trabajando a jornada completa.

—Fue el estallido de la buena onda –dijo Néstor Kirchner en Tucumán, citando a Piero.
—Ciertos sectores de la prensa no dejaban ver lo que estaba sucediendo; ahora sabemos que nuestra realidad es muy distinta –dijo Hugo Moyano.
—Fue una paralización lúdica de carácter autorreflexivo –balbuceó Horacio González, en Boletín Oficial/12.
Clarín tuvo, por primera vez, miedo de sus propios lectores: ante la avalancha de público, equilibró su cobertura anti Gobierno y hasta se permitió el elogio.

El Bicentenario fue, también, la danza de los millones: seis millones, tres millones, diez millones, una especie de loteria humana que los medios se empeñaron en clasificar: “El acto más importante de la historia argentina”. “Superó la llegada del general Perón a Ezeiza.”

Calculadora y mapa en mano, me dediqué a hacer la cuenta: no cerraba. Tres millones sólo entran si están a cococho unos de otros. Esta vez, el cálculo policial de millón y medio parecía el más ajustado a lo real.
El entusiasmo de los números expresaba un deseo: se ve que andamos necesitando actos fundacionales.
—¿Te parece que los políticos van a escuchar el mensaje de la gente? –me preguntaron en una radio.
—Yo todavía espero que escuchen el de 2001.
¿Escucharán el mensaje?
¿Hubo alguno?

Quien convocó al acto fue la Argentina: ni el Estado nacional, ni el provincial, ni el municipal. Convocó la Nación: ¿cuáles son los intereses comunes entre los que asistieron al desfile militar, los que comieron chipá en el stand de Paraguay y los chicos que fueron a ver a Fito? ¿Y todos ellos con los que miraron con la boca abierta por el asombro a FuerzaBruta?

¿A quién votaron o votarán los que lloraron al paso de los ex combatientes de Malvinas?
¿Y los que saltaron hasta el desmayo con la Sole?
¿Quién los reunió?
¿Cómo llegaron hasta acá?
¿Qué quieren?

Eran argentinos festejando. Por una vez en la vida, los tristes, los melancos, los cínicos, los aburridos, los acomplejados argentinos estaban ahí festejando con la ambigüedad de los festejos, que nunca son sólo lo que enuncian.

Los que estaban encerrados salieron a la calle, tal vez fue esa la alegría, la de –por una noche, por un día– no mirar al costado esperando el arrebato o el revólver, la de volver a ganar la calle propia que se volvió ajena.

La palabra Argentina todavía logra ese milagro: se equivocan los miserables que buscan su porción en este viento. Es imposible tomarlo con la mano.

Euforia Oficialista

Por Nelson Castro

Nadie lo esperaba. La sorpresa fue total. La masiva concurrencia de la ciudadanía a los distintos actos que, a lo largo y a lo ancho del país, se organizaron para conmemorar los 200 años de la Revolución de Mayo ha constituido un fenómeno de análisis sociológico cuyas consecuencias políticas serán efímeras. Es lo que enseña la historia argentina. Y nada demuestra en estas horas que haya predisposición para aprender de esas experiencias.

Hay un dato indiscutible: la organización de los actos fue impecable. Esto fue mérito del Gobierno. Pero la mayoría de quienes asistieron a esos actos no lo hicieron pensando en el significado electoral de su concurrencia. En el universo del público convivieron, sin ningún tipo de prejuicio, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo con las Fuerzas Armadas; el Teatro Colón con los recitales de Soledad, El Chaqueño Palavecino, Fito Páez y la Orquesta Sinfónica Nacional.

En la realidad política, en cambio, esa convivencia fue sensiblemente menor. Los dos tedeum y la ausencia de la Presidenta en el Colón fueron las muestras que ejemplificaron esa realidad. Ambos hechos tuvieron, además, un componente anecdótico interesante.

En los dos tedeum –el de la Basílica de Luján oficiado por monseñor Agustín Radrizzani, al que asistió el Gobierno nacional, y el de la Catedral Metropolitana, encabezado por el cardenal Jorge Bergoglio– el mensaje que bajó desde la Iglesia fue el mismo: crítica a la escasa vocación por respetar la división de poderes –no sólo de este Gobierno–, importancia de reforzar la institucionalidad y necesidad imperiosa de combatir la pobreza y la exclusión.

En lo que respecta al faltazo del kirchnerismo a la función de reapertura del Teatro Colón, la causa real no estuvo en la descortés apreciación de Mauricio Macri hacia el matrimonio presidencial –expresión por la que el jefe de Gobierno porteño debería haberse disculpado– sino en el temor de Cristina y Néstor Kirchner a un posible abucheo. Un párrafo aparte merecerían las presiones, por momentos desopilantes, que desde el Gobierno hubo para que el presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica, no asistiera a esa función.

En la cúpula del poder faltó la foto del Bicentenario. El no haber invitado al vicepresidente ni a los ex presidentes constitucionales a la cena de gala del 25 de Mayo en la Casa Rosada, así como también la no inclusión de dos de ellos –Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde– en la recopilación histórica de la recuperada democracia argentina, habla de la permanente actitud de los Kirchner de subordinar los asuntos institucionales a las cosas personales.

Algo de todo esto buscó enmendar el Congreso el miércoles con la actitud de los diputados de todos los partidos de generar un acto de convivencia que el Bicentenario pedía a gritos.

En el Gobierno se viven por estos días horas de euforia. Más de allá del discurso hacia afuera negando cualquier intento de capitalización política de la contundente presencia popular en los actos del Bicentenario, el matrimonio Kirchner ha creído ver en ella la evidencia de un apoyo manifiesto hacia su gestión.

La proliferación de algunas encuestas mostrando un aumento de la popularidad de Néstor Kirchner no ha sido un hecho casual. Tampoco lo ha sido la circulación de aquellos sondeos que muestran un efecto positivo sobre la figura de Mauricio Macri.

A este tren también se han subido los que se preparan para aprovechar los potenciales efectos políticos positivos de una posible y anhelada buena actuación de la Selección Nacional en la Copa Mundial de Fútbol a disputarse en Sudáfrica.

El Gobierno apuesta fuertemente a esto. En la oposición, hay quienes también comparten la misma idea. Ya circulan impresos conteniendo el fixture del Mundial con las leyendas acompañadas de las respectivas fotos tanto de Scioli 2011 como de Solá 2011.

Por todo esto es que el Gobierno está trabajando a destajo para asegurar la distribución de decodificadores entre los beneficiarios de los planes sociales, sobre todo en el Conurbano bonaerense.

El plan del Gobierno es el de saturar la pantalla con publicidad oficial durante el mes que dure el certamen. Allí aparecerá la Presidenta poniendo su mejor cara en actos de inauguración de obras. “Si la Selección gana el Mundial, tenemos más de media elección ganada”, afirma una voz del Gobierno bajo los efectos euforizantes de los actos del Bicentenario. La historia, otra vez, tiene algo que decir a este respecto.

En 1986, tras la conquista de la Copa del Mundo por parte de aquel seleccionado capitaneado por Diego Maradona, en el riñón del alfonsinismo hubo quienes hicieron un razonamiento similar. Los hechos posteriores demolieron esta suposición ya que, el 6 de septiembre de 1987, Antonio Cafiero ganó la elección a gobernador en la provincia de Buenos Aires y pulverizó los sueños de permanencia, nunca reconocidos oficialmente, que el gobierno de Raúl Alfonsín albergaba.

Los ejemplos no son sólo nuestros. En medio de tanta euforia surgió, inesperadamente, la declaración del ministro de Economía de Santa Cruz, Diego Robles, acerca de la utilización de los fondos de la provincia depositados en el exterior durante la gestión de Néstor Kirchner al frente de la Gobernación. Las contradictorias explicaciones que sobre su manejo siempre hizo el ex presidente en funciones no hicieron más que despertar sospechas.

Esos fondos han sido siempre un misterio. La escasez de comprobantes y documentos que permitan conocer a ciencia cierta cómo se los ha administrado es alarmante. Se sabe que una parte fue utilizada para solucionar el grave conflicto docente que hubo en 2007. Se sabe, también, que se lo utilizó para cubrir otros gastos corrientes de la provincia, objetivo para el cual esos dineros no estaban destinados. Hay que agregar que los reiterados pedidos de informes que sobre la disposición de esos fondos se hicieron desde la Legislatura santacruceña nunca fueron respondidos.

Lo que el ministro Robles dijo sacudió al Gobierno nacional. Menos bonito, al ministro le dijeron de todo. La clásica desmentida que debió hacer, diciendo que había sido “malinterpretado”, lejos de aclarar, oscureció. Mucho del manejo de los fondos públicos que hace el kirchnerismo es oscuro. Para ser justos, hay que decir que esa “oscuridad” no le es exclusiva.

Un asunto que hoy a la ciudadanía le interesa tan poco como la nada es el de las internas partidarias. Sin embargo, en el presente de muchos dirigentes políticos, el tema ocupa espacio y tiempo. Es otra de las disociaciones de la hora. A Néstor Kirchner le inquieta la diáspora de dirigentes justicialistas. Si le vacían la interna, sus aspiraciones de triunfo se habrán esfumado. Hasta ahora De Narváez está adentro, Solá afuera y Duhalde no se sabe. Tampoco se sabe qué es lo que hará Reutemann quien, hasta ahora y en forma oficial, no se ha bajado de la carrera presidencial.

En la UCR, por su parte, la caliente interna de la provincia de Buenos Aires no deja de llamar la atención. Allí el enfrentamiento del sector que, entre otros, integran Leopoldo Moreau y Federico Storani –alfosinistas de la primera hora que apoyan a Julio Cobos– con Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente, es un monumento a la paradoja.

Como se ve, el Bicentenario y sus reminiscencias patrióticas han pasado, en tanto que la ambición personal que domina el escenario de la política argentina ha quedado.

Pesimismo Argentino

domingo, 30 de mayo de 2010

Por Mariano Thieberger


Tres encuestas que circulan por estos días en círculos políticos y empresarios coinciden en algunos datos que los candidatos presidenciales no deberían pasar por alto.

El principal problema del país es, para la mayoría, la inseguridad. Inmediatamente después se ubican, en distinto orden según el sondeo, la inflación, la desocupación y la pobreza. Eso en lo que tiene que ver con el presente.

Con respecto al futuro, en dos de las encuestas, más de la mitad de los consultados cree que la situación económica en uno o dos años será peor o, incluso, mucho peor.

Algunos lo podrán atribuir al pesimismo argentino. Puede ser. Pero, al menos por un tiempo, todos tenemos derecho a soñar que en la última parada está la gloria.

El equipo de Amado Boudou responsabiliza a los banqueros

Por Marcelo Bonelli

Un fuerte cruce entre los bancos asesores del canje y los funcionarios del Palacio de Hacienda se produjo en las últimas jornadas. El equipo de Amado Boudou responsabiliza en herméticas reuniones a los banqueros por el pobre resultado que tuvo el primer vencimiento para aceptar la propuesta argentina . En esos encuentros, Amado Boudou objetó una cuestión: la pésima evaluación que tuvieron los banqueros para relevar a los verdaderos tenedores de los bonos en default.

El Barclays, el Citi y el Deutche insistieron en que la mayoría de los bonos en default estaban en poder de grandes inversores y diagramaron una oferta que desestimó la verdadera importancia de los pequeños ahorristas .

Esto hizo equivocar el diseño de la propuesta, que no percibió que existen muchos indecisos y no se dio prioridad para captar esa clase de inversores.

Pero también el equipo de Boudou acusa a los banqueros de tener una actitud displicente y de no trabajar ahora a fondo para obtener la máxima aceptación de los bonistas pequeños de Europa.

La cuestión se trató con absoluto hermetismo, porque es obvio que el propio Boudou cometió una falla elemental : confiar y delegar todo el armado del canje en los bancos, para suplir la inexperiencia y el desconocimiento profesional de su propio equipo negociador.

Entre otros desconocimientos, el ministro creyó siempre en una proyección que difundieron los banqueros : que ya estaba asegurada una aceptación del 75 al 80 %. Trascendió que hubo roces fuertes con los responsables de la operación. En la lista esta Carlos Mauleón y Roberto Helbling, del Barclays; Marcelo Blanco del Deutsche y Juan Bruchou del Citi.

Los financistas –a sus vez– respondieron a las críticas de Boudou y tienen objeciones duras sobre las decisiones del Palacio de Hacienda. Así lo argumentan los voceros de los banqueros: el primer vencimiento del canje fue pobre porque el Gobierno cambió la oferta a último momento y eliminó el pago retroactivo por la evolución del PBI desde el 2006 hasta ahora.

Sostienen que la propuesta estuvo bien diseñada, pero esas modificaciones finales ahuyentaron a algunos fondos clave. Critican, además, la difícil toma de decisión del Gobierno, y la falta de independencia que tuvo Boudou para avanzar en la negociación.

Objetan que cada detalle de la propuesta debía superar el filtro de Néstor Kirchner. La cuestión derivó en otro tema: en el Palacio de Hacienda ahora objetan la “pasividad” que tienen los banqueros para incentivar una mayor participación de bonistas pequeños de Europa.

La respuesta no se hizo esperar: los banqueros sostienen que Boudou sobreactúa contra los bancos para responsabilizarlos de cualquier fracaso, en la intimidad de la Quinta de Olivos y así no hacerse cargo de sus propios desaguisados políticos. Igual en el Ministerio de Economía esperan una importante aceptación por parte de los pequeños bonistas.

No hay datos ciertos, pero se cree que, al final, alcanzarían un aval global del 62% de los bonistas. Caso contrario, la salud política de Boudou volvería a tener problemas. Ayer, la Argentina recibió un alivio parcial con la decisión de la Cámara de Apelaciones de Manhattan de corregir a Thomas Griessa. Refleja la decisión del Departamento de Estado de no asfixiar a la Argentina, tal como prometió Hillary Clinton en Buenos Aires.

La crisis europea golpea fuerte en todas las economías y también en la Argentina. En el BCRA temen por los cuestionamientos que tiene la banca privada en España.

Hasta ahora el mercado de bonos de Argentina se diferenció de otros países y fue de los más golpeados entre las naciones emergentes . Un “paper” que circula entre banqueros locales sostiene que el traspié inicial del canje volvió injustamente a poner en duda la capacidad de pago de la Argentina porque obliga a una mayor utilización de las reservas.

También puntualizan otros dos factores negativos sobre los bonos locales. Primero el deterioro en el clima de negocios después de la intromisión política del kircherismo en la Asociación Empresaria Argentina. Y mencionan la brutal forma como se frenaron las importaciones de alimentos. Nadie cuestiona la legítima y necesaria defensa de la industria nacional, sino los modos que utiliza Guillermo Moreno .

Cristina Kirchner trató el tema anoche en su viaje a Brasil. A último momento decidió subir al avión a la ministra Débora Giorgi, una negociadora para tratar de resolver el problema con Lula. La ministra de la Producción, Boudou y Mercedes Marcó del Pont ultimaron un paquete de medidas financieras.
La semana próxima, el gobierno lanzará créditos a la producción fabril a cinco años de plazo y a una tasa subsidiada inferior al 10%.

La cuestión será tratada por la Unión Industrial el martes, en un encuentro con la CGT. A esa reunión fue invitada precisamente Giorgi. En la CGT están preocupados por el impacto laboral que puede tener la crisis en Europa. El ajuste fiscal y salarial puede llevar al Viejo Continente otra vez a la recesión y eso podría complicar la recuperación en Argentina. A la gente que lidera Héctor Méndez le inquieta el recalentamiento salarial. Denuncian que establece un piso por expectativas a la inflación.

El problema es tan serio que en la UIA pondrán como ejemplo el escalonado y prudente acuerdo que cerró Enrique Wagner de la Cámara de la Construcción, que fija un alza del 25 al 27 %.

El tema alarma a los hombres de negocios, que critican la actitud prescindente en el conflicto del ministro Carlos Tomada. Por eso anoche en el establishment comenzó a tomar cuerpo la inminente convocatoria del influyente Grupo de los 7.

Ninguna crisis política podría saldarse de la noche a la mañana

Por Eduardo Van Der Kooy

Vivió la semana pasada la Argentina algo parecido a una ensoñación . La habitual avaricia política fue arrasada por una festiva vocación popular como no se recordaba desde el retorno de la democracia que comandó Raúl Alfonsín.


Hubo fiesta, pero hubo también armonía y tranquilidad . Ni el Gobierno de Cristina y Néstor Kirchner ni la oposición se animaron aún a enturbiar ese clima, a poner fin a la luna de miel que provocó el Bicentenario.

Ese espíritu de concordia no sobrevoló sólo las calles porteñas. Se notó más, simplemente, porque allí se agolpó la mayor multitud y porque la televisión repicó con esas imágenes. Pero existieron otras multitudes, en Córdoba o las que colmaron varios días el Monumento a la Bandera en Rosario, que le concedieron a la fiesta un sentido extrañamente nacional.

¿Una tregua o, ciertamente, la posibilidad de algún cambio político y social en la Argentina? El interrogante es imposible de responder ahora mismo. Que sea una cosa o la otra dependerá, sin dudas, de la interpretación que la clase dirigente haga sobre las cosas sucedidas. Aunque ninguna crisis política, como la que arrastra la Nación desde el 2001, podría saldarse de la noche a la mañana.

Menos, todavía, cuando el marco de las celebraciones mostró dos planos bien diferenciados. La sociedad atenta sólo al entretenimiento y a la excepcional oferta artística. Los dirigentes pendientes más de sus propias aldeas.

Los Kirchner planearon sus apariciones aventando cualquier posibilidad de sobresalto.

Cuando hicieron la caminata con los presidentes extranjeros, cuando participaron del Tedéum en Luján o al sumarse con naturalidad a la clausura de los festejos. Siempre en la línea de vanguardia de las multitudes que los rodearon predominaron los militantes kirchneristas. Fue lo que Mauricio Macri no le pudo garantizar al matrimonio en el Teatro Colón.

Tampoco el entusiasmo popular pudo hacer olvidar otras cosas. La novelita de Cristina con Macri. La realización de dos Tedeum por una inquina de los Kirchner con el cardenal Jorge Bergoglio. La especulación política opositora en torno a esos actos religiosos. El aislamiento de Julio Cobos en su papel de vicepresidente. El desprecio por las investiduras de Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Adolfo Rodríguez Saá.

No parecieran esos cimientos sólidos como para suponer que luego de la fiesta se podría comenzar a construir un tiempo político nuevo en el país.

La responsabilidad de ese tiempo deseado es de todos los sectores. Pero aquellos que ejercen el poder –los Kirchner– tienen siempre un deber superior. Los pequeños gestos que el matrimonio entremezcló en medio de las celebraciones no resultaron prometedores. No pareció necesario que Cristina, por ejemplo, haya danzado con un sombrero que promovió la candidatura de Kirchner para el 2011. La Presidenta proclamó también que la fiesta era de todos aunque pronunció un mensaje que, más allá de la legítima mirada ideológica, no transpiró ningún sentido integrador.

Los Kirchner no han sido, en los últimos años, eficaces intérpretes de las expresiones colectivas. Supusieron que el rotundo triunfo de Cristina en el 2007 significaba un aval de incondicionalidad. Que no había nada perentorio para cambiar. La imagen de la Presidenta fue de inmediato sumida por la de su esposo. También llevaron hasta una estación de irracionalidad el conflicto con el campo, pese al ostensible desagrado social. Esa puja les abrió una enorme brecha con la comunidad.

Tardíamente están tratando de enmendarla .

El matrimonio minimizó además el significado de la derrota en las elecciones legislativas. Por empezar, nunca admitió esa derrota. Hurgó más tarde sus causas en la hipotética necesidad de profundizar algunas decisiones. Eso se tradujo en una embestida contra la oposición en el Congreso y en una pelea contra los medios de comunicación y el Poder Judicial.

¿Habrán comprendido, entonces, el sentido de la esquela que la sociedad despachó en el Bicentenario? Hubo apresurados que vaticinaron cambios y que hablaron, incluso, sobre la chance de que rodara la cabeza de Guillermo Moreno. Los Kirchner no creen en cambios y, menos todavía, en la separación del secretario de Comercio.

La candidatura de Kirchner para el 2011 se meneaba antes del Bicentenario. Habría tomado en las últimas horas un vigor renovado.

“¿Quién se lo puede discutir?” , preguntaba un legislador bien leal al oficialismo. El ex presidente, como su esposa, quedaron encantados con la participación social. Como en otras ocasiones, no se preocuparon por ahondar más allá de la espuma de los hechos. Pero Kirchner está convencido de que podría volver, aún contra lo que pronostican ahora las encuestas.

Sus ojos, de nuevo, están posados en Buenos Aires. En un dirigente con cuya compañía ha logrado forjar todos los éxitos. Daniel Scioli es el hombre señalado. Con él llegó a la Casa Rosada. El mismo resultó determinante para la ventaja que arrancó Cristina cuando se hizo Presidenta.

El gobernador trabaja desde hace rato, discretamente, con la esperanza de convertirse en el heredero de los Kirchner. Los pasos políticos del ex presidente tendrían otro rumbo: querría a Scioli como compañero de fórmula.

“¿Quien nos ganaría?”, se entusiasma desafiante en la intimidad.

El del gobernador de Buenos Aires es un caso notable en la política. Ha zigzagueado con Menem, con Duhalde y terminó anclado a los Kirchner. Administra el distrito más complejo y misterioso del país, donde muchos dirigentes terminaron sepultando sus carreras. Entre tropiezos políticos y siempre con la guillotina de la inseguridad sobre su cuello, Scioli sobrevive . Ninguna encuesta lo ubica por debajo del 36% de imagen positiva. Posee otro hándicap: es uno de los kirchneristas menos atacados por la oposición.

El supuesto desplazamiento de Scioli a la fórmula con Kirchner, en el 2011, desnudaría un problema en Buenos Aires. El kirchnerismo carece allí de candidatos taquilleros. Las eternas ilusiones de Aníbal Fernández se consumieron al compás de cada incesante desatino como jefe de Gabinete. El ex presidente le envió varios emisarios a Sergio Massa.

El intendente de Tigre está hoy en otra cosa. Frecuenta a dirigentes que militan en el antikirchnerismo y que suponen, como él, que el peronismo estaría condenado a una derrota si no apuesta a la renovación.

Aunque también es cierto que en sus planes figura el arribo a la gobernación de Buenos Aires. Duhalde es uno de los que tiene en cuenta esa ambición.

Massa se fue del Gobierno dejando una relación distante con Cristina y mala con Kirchner. Pero poco le importa eso al ex presidente cuando en juego está su porvenir. El intendente figura entre los cuatro dirigentes con mejor imagen en la Provincia, incluso por encima de Scioli.

Ricardo Alfonsín también asoma en ese lote . Alrededor del hijo del ex caudillo radical se enhebran un montón de expectativas. Por primera vez, Hermes Binner, el gobernador socialista de Santa Fe, no descartó acompañarlo en una supuesta fórmula presidencial. Elisa Carrió ha dicho lo mismo. Pero nadie sabe si Alfonsín será, al final, candidato. Deberá superar todavía el filtro de las internas abiertas.

Ahora está en una batalla sorda contra Cobos. Los separa la interna partidaria en Buenos Aires del próximo fin de semana. El cobismo cuestionó agriamente al diputado por haber asistido a la cena de gala de la Casa Rosada, de la cual fue apartado el vicepresidente. Cristina llenó de halagos a Alfonsín. Los cobistas sospechan que el kirchnerismo apostaría por el afianzamiento de Alfonsín para dañar al vice. Las sospechas van de un lado hacia el otro: los alfonsinistas creen en la existencia de un pacto para perjudicarlos en Buenos Aires entre Scioli, el viejo peronismo y el viejo radicalismo , que está alineado con Cobos.

El kirchnerismo tiene una gran eficacia para disolver cualquier atisbo de unidad en la oposición. Tiene también otras herramientas para hacerle a esa oposición la vida muy difícil. La oposición en Diputados pretende avanzar cuanto antes con la reforma al Consejo de la Magistratura y al INDEC. El dictamen del Consejo está trabado en la Comisión de Peticiones, Poderes y Reglamentos que timonea un kirchnerista. Sobre el INDEC existen 36 proyectos distribuidos, con intencionalidad, nada menos que en 15 comisiones.

Ninguno prospera . La oposición presume algo desde hace semanas: los Kirchner estarían cocinando alguna novedad –¿otro maquillaje?– sobre las cuestionadas mediciones oficiales.

Los Kirchner están, en cambio, ante una encrucijada por la caducidad de las facultades delegadas que operará a fines de junio. Eso significaría, entre muchas cosas, que la fijación de las retenciones al agro quedarían en poder del Congreso.

Una pésima noticia para el Gobierno.

Agustín Rossi, el jefe del bloque oficialista, estuvo haciendo un tanteo con Felipe Solá a fin de buscar una salida. Pero esa gestión no prosperó . De todos modos los Kirchner estarían dispuestos a bajar el tenor de la pelea con el campo para concentrarla en el periodismo y la Justicia.

La refriega con Brasil por el bloqueo de Moreno a las importaciones no acaba. Resurgió el debate por los millonarios fondos de Santa Cruz que parecen haberse evaporado.

Esos fondos serían mayores que los que siempre se dijeron . No le esperará un momento distendido a Cristina, quizá, en la cumbre que tendrá este miércoles con José Mujica. El uruguayo siente que el matrimonio no hace nada por aliviar el conflicto con los asambleístas de Gualeguaychú, cada vez más hostiles.

Cuando el telón del Bicentenario se levante, volverá el país carnal que los festejos populares lograron relegar.

La celebración del Bicentenario: ¿Tregua o cambio político?

Eduardo Van der Kooy plantea que "después de lo visto y lo vivido en la fiesta popular del Bicentenario, uno inevitablemente se hace una pregunta sobre la Argentina: ¿Está viviendo una tregua o quizás esa celebración es el comienzo de algún cambio social, político o institucional, por qué no, que está reclamando la Argentina?".



Para esta pregunta no hay respuesta, la dará tiempo. Pero si hay aspectos de esta celebración que uno debe tener en cuenta. El primero de ellos es el grado de participación social que tuvo el bicentenario, no sólo por el número sino por las expectativas y el entusiasmo. Me parece que solo nos permitía remontarnos a los comienzos de la democracia cuando ese retorno generaba ilusiones y cuando además, la figura del ex presidente Raúl Alfonsín, generaba también, expectativas.

El segundo punto es que esa participación social no tuvo ningún momento de debilidad política, de rispidez, de confrontación, de pelea. Me parece que la sociedad estuvo varios escalones por encima de la política y por encima de la clase política.

La celebración popular, de alguna manera, enterró cuestiones políticas que ocurrieron, porque la pelea entre Macri y Cristina Kirchner ocurrió, la ausencia de la Presidenta en el desfile militar, la ausencia de los ex presidentes o la ausencia de Cobos en la cena de gala en el Salón Blanco de la Casa Rosada.

Estas discordias políticas existieron pero fueron ocultadas por la enorme participación y acompañamiento social. Y volvemos al comienzo: ¿Esto es una tregua y la semana que viene volveremos a la rutina de la pelea cotidiana, del enfrentamiento, de la descalificación, o esto es la posibilidad del comienzo de un cambio político en la Argentina? Habrá que verlo, pero por lo pronto para que ese cambio exista, los principales responsables, que son los dirigentes, deben estar convencidos de la necesidad de ese cambio, y allí radica, por ahora, la gran duda.

Es buena la felicidad y es impopular la preocupación

sábado, 29 de mayo de 2010

Por Pepe Eliaschev

Nadie puede pronosticar a ciencia cierta, dada la proverbial volatilidad Argentina, que estas mieles de mayo de 2010 se mantendrán intactas en octubre de 2011, pero es evidente que mucha gente se ha expresado con noble y plausible optimismo en las calles, exhibiendo una fuerte corriente de esperanzada confianza en el país. Esto no sólo no es malo, sino que es muy bueno.

La mera constatación de que una sociedad se aleja prudentemente del nihilismo venenoso que produce su autodestrucción, como sucedió en 2000/2001, provoca alborozo. Que esto suceda en la Argentina lo es más aún, porque otrora nuestro país ha sido generador de colosales desmadres de efusividad necia, súbitamente mutados en ominosos espasmos de negrura existencial.

Debería evitarse incurrir en diagnósticos demasiado concluyentes, no importa desde qué mirada. Cuando uno se para ahora mismo en el centro de la pista de aterrizaje de la riojana Anillaco, desolada y barrida por el viento y a la que le han robado hasta las balizas demarcadoras, sólo escucha la desnuda soledad de la naturaleza y asume en su elocuencia el carácter provisorio de toda gloria.

Al margen de los presagios victoriosos que con llamativa rapidez se dispararon desde el Gobierno y otros ámbitos satisfechos con este estado de cosas, nada puede entenderse sin antes advertir que ese gentío pacífico y feliz que navegaba plácidamente en un jubileo de 96 horas con todo pago, tiene todo el derecho del mundo a sentirse bien y despreocuparse de todo lo demás. ¿Por qué no podrían sentirse así?

En este punto, impresiona que el martes 25, cuando los colectivos y subtes de Buenos Aires no daban abasto porque no se cobraba pasaje, mucha gente creyera que estaba viajando “gratis”, esa palabra mágica y clave de mucho de lo que hemos hecho y seguimos haciendo los argentinos. Pero, ¿fue acaso gratis viajar el 25 de mayo en Misiones o en Chubut? Lo ignoro, pero a nadie le importa mucho, como tampoco se razona quién paga lo que se brinda sin pedir nada a cambio.

Es como si en un rincón remoto e irreductible de nuestra condición nacional, un alma infantil gozara con las golosinas y se devorara los cucuruchos, sin interrogarse de dónde vienen y quién los hizo posible. El transporte del 25 fue “gratis”, sí, pero sin embargo alguien lo pagó, algún papito azucarado con billetera gorda y estrategia resuelta.

Es buena la felicidad y es impopular la preocupación. En los años ochenta se instaló con fuerza, en unos medios liberados de la censura del pasado, la noción de que la gente reconcentrada o excesivamente recelosa era una colección de caras-de-culo, los célebres “caracúlicos” que patentó una figura entonces rutilante, Raúl Portal, desde el mismísimo canal oficial de TV.

Lo “caracúlico” fue un diagnóstico lapidario como herramienta eficaz para opacar o directamente descalificar a personas, supuestamente amargas, sombrías y empapadas de mala onda (la “patota cultural”), cuya única pretensión era advertir que no existe tal cosa como un almuerzo gratis.

Los “caracúlicos” eran y son, en promedio, gente preocupada por confrontar y resolver las lacras sociales más acuciantes, convencida de que el adolescente barullo entusiasta que soslaya ponerles cimientos verdaderos a las condiciones de posibilidad de un país más justo, equitativo, próspero y salubre, inexorablemente termina precipitándose al abismo de las depresiones más devastadoras.

Una agresiva y virulenta cruzada contra ese supuesto “caraculismo” se evidenció ahora, tras los fastos del Bicentenario. Era previsible. Gozar del placer es sano y legítimo. El carnaval exalta y revitaliza. Hasta que, cuando llega la hora, los disfraces se arrugan y el maquillaje se volatiliza.

En tiempos de escuálida robustez moral, la supuesta cara de culo de quienes, escépticos, sospechan de esta fiesta no debería determinar que sean crucificados por mero ejercicio de agnosticismo ideológico.

Después de todo, uno de los selectos invitados especiales de la Presidenta que ascendió por la alfombra roja de la Casa Rosada la noche del 25 de mayo de 2010, escribía en julio de 1979 (Videla presidente) en una importante revista extranjera:

“Bajo el sistema de libre empresa: la Argentina, con su economía nuevamente prosperando atrae las inversiones extranjeras de todo el mundo. (…) El terrorismo marxista internacional llevó a cabo una de sus más intensas campañas en la Argentina entre 1973 y 1976, provocando la peor crisis económica en la historia de la nación. Cuando, en marzo de 1976, las autoridades militares, respondiendo a una extendida presión pública, se hicieron cargo del gobierno, la nación estaba a punto de colapsar. (…) Cuando llegó al poder en 1976, el nuevo gobierno heredaba una inflación salvajemente descontrolada. Además, el país estaba convulsionado por un caos social provocado por la falta de autoridad del gobierno anterior y victimizado por una serie de crímenes terroristas. La oleada terrorista no había sido plenamente comprendida en los círculos políticos internacionales. Poco sabía de los asesinos, torturas, extorsiones y amenazas terroristas.”
Cambia, todo cambia

Cualquier análisis sobre cuánto influirá la fiesta del Bicentenario en una lejana elección es absurdo

viernes, 28 de mayo de 2010

Por Ernesto Tenembaum

Se ha dicho que:

Cristina es supersectaria porque no fue al Teatro Colón.

Cristina es superabierta porque su gobierno organizó un festejo donde hubo lugar para todos y cada uno, más allá de cualquier idea política.


El pueblo manifestó masivamente su apoyo al acto del Gobierno. Así, textualmente se dijo.

El pueblo se manifestó masivamente porque era gratis, porque es patriota, aunque esté en contra del Gobierno.

El pueblo se manifestó masivamente con lo que demuestra que, masivamente, no odia al Gobierno.


Se ha afirmado también que:

Alguna vez está bien que tiremos la casa por la ventana para celebrar algo.

Se gastó plata que debería haber ido para los chicos pobres.

Kirchner tiene ahora el camino completamente liberado para ser reelecto el año que viene.

Asistimos al fin de la fiesta kirchnerista –así se dijo–, al ocaso de un período, la gente en la calle expresa una corriente subterránea que va en contra de este gobierno.

El Gobierno está a solo cuatro puntitos de ganar sin ballottage.

El Gobierno ha muerto y aún no se dio cuenta.

Se ha sostenido:

Que en la calle estaba el pueblo y en el Colón la oligarquía.

Que en la Casa Rosada estaban los sectarios y en el Colón los tolerantes, el germen de una nueva Argentina.

Que el Gobierno es el gran beneficiado porque ahora lo empezarán a querer aun aquellos que se le resisten.

Que todo demuestra lo equivocados que están los grandes medios al transmitir una imagen oscura del país.

Que el gran beneficiado es Mauricio Macri porque el Gobierno lo acaba de elegir como el gran opositor y, si se polariza la elección, aumentan notablemente sus chances.

Que la Iglesia, je, llama a la reconciliación nacional.

Que Macri, je, llama a la reconciliación nacional.

Que Cristina, je, llama a la reconciliación nacional.

Se ha argumentado que:

En el Bicentenario, le pese a quien le pese, estamos mejor que en el Centenario.

El Gobierno no entiende nada sobre el clima de consenso que le pide la gente.

Es ridículo que Ricardo Fort fuera invitado al Colón.

Sólo un pueblo que está feliz celebra como lo hizo en estos días.

Sólo la tristeza de un pueblo explica semejante explosión de alegría.

No hay mucho para agregar a tantos intentos por interpretar lo que acabamos de vivir todos. Seguramente, cada uno tendrá un poco de razón, como siempre sucede. Pero quizá sea oportuno decir –desde una mirada política en extremo cuidadosa– que el Gobierno logró sintonizar con la sociedad en la manera en que convocó a los festejos centrales y no hizo un solo gesto que sectarizara la celebración popular: ni en la elección de los artistas, ni en la movilización de militantes, ni en la colocación de banderas.

Que el Gobierno entendió mejor que muchísima gente –entre ellos, el que suscribe– la importancia de la fecha y le dio la trascendencia que merecía. Y que desplegó una gran imaginación y capacidad organizativa.

Cualquier análisis sobre cuánto influirá todo eso en una lejana elección es absurdo. Pero si esa sintonía se repite varias veces –sobre todo por parte de un sector político que, por decirlo suavemente, no estuvo muy preciso al respecto en los últimos dos años–, el Gobierno, los Kirchner, al ser mejor que sí mismos, van a forzar a la oposición en la misma dirección, porque ya no alcanzará con favorecerse por los errores ajenos.

Desde una mirada social en extremo cuidadosa, sería bueno que algunos sociólogos, o filósofos, o estudiosos del alma humana, nos explicaran a los que no sabemos nada cuál es la extraña relación entre los argentinos y lo que se da en llamar Patria. ¿Qué es lo que hizo que la transmisión que más midiera en Canal 7 fuera nada más y nada menos que el desfile militar del sábado al mediodía? ¿Por qué los doscientos años de la constitución de la Primera Junta de gobierno convocan a más gente que cualquier causa social, política, religiosa o –más aún– futbolística?

Desde una mirada artística en extremo cuidadosa: ¡qué maravilla ha hecho la gente de Fuerza Bruta y qué audaz la decisión de elegirlos a ellos por parte de los funcionarios!

Y finalmente, desde una mirada humana, extremadamente cuidadosa, quizá quepa agregar que fue muy refrescante ver bailar a la Presidenta de la Nación al ritmo de las maravillas del grupo Fuerza Bruta.

Se la veía realmente feliz y relajada.

Por momentos a uno se le ocurre que su gobierno hubiera sido mucho mejor –más tranquilo, exitoso, constructivo, popular– con un poco más de pasos de baile como los del 25 de mayo.
No hay tantos enemigos ni tanta gente que odie.

Se puede bailar y disfrutar un poco.

Relajarse.

Doscientos años después lo hemos descubierto.

Reacciones diversas en torno a los festejos por el Bicentenario

Por Gustavo Sylvestre

La movilización popular en torno a los festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo, sorprendió a la dirigencia política de nuestro país. Una vez más, la gente se mantuvo al margen de peleas estériles, de discusiones sin sentido, de agresiones inútiles. Participó activamente, acompañó sin banderías políticas y evitó en todo momento cualquier significación política con su presencia.


Mientras caminaba el lunes por la noche hacia el teatro Colón, el senador Carlos Reutemann, con su estilo campechano y su fino olfato de los humores de la gente, les comentaba a ocasionales acompañantes: “Hay que estar atentos a estos mensajes que nos deja la sociedad con esta participación increíble en la calle”.

Desde otro sector, Federico Pinedo, opinaba: “Ha sido espectacular, es como que la gente se tomó venganza de todos y salió a la calle a manifestar su alegría”.

El Gobierno organizó todos los actos en el mayor de los secretos. Y sorprendió. Más allá del lamentable cruce entre el gobierno porteño y el nacional, con la ausencia de la Presidenta en un Teatro que nos pertenece a todos, los dirigentes de la oposición actuaron frente a los actos programados por el oficialismo con sorpresa, en algunos casos por la masiva participación popular y cautela frente a las invitaciones a participar del Tedéum y actos en la Rosada.

Muchos dirigentes de la oposición no fueron al Tedeum por temor a “quedar pegados” al oficialismo. En otros casos, como se sabe, no fueron invitados. Sólo Ricardo Alfonsín; Federico Pinedo y el senador Juan Carlos Marino cumplieron con sus roles institucionales y asistieron a la Rosada.

Los dirigentes de la oposición prefirieron refugiarse en el Tedeum porteño que luego de la advertencia previa del Cardenal Bergoglio de que no era un acto político hizo desistir a muchos. También hay que decir que el cardenal ya no tiene en la oposición el predicamento que tenía años atrás; viene soportando una fuerte interna de los sectores más conservadores de la Iglesia, hace años que no dialoga con la líder del ARI, Elisa Carrió y sus buenos vínculo con el macrismo están más que fríos, desde que Macri acompañó en la Ciudad el casamiento entre personas del mismo sexo.

El otro lugar para el refugio político fue el Teatro Colón de la mano de Mauricio Macri.

En el largo intervalo que se dio en la función de gala del lunes, fueron interesantes los diálogos que se dieron entre los dirigentes opositores que compartían una copa de champagne o un canapé. “El oficialismo tiene las dos ‘s’ a su favor: soja y suerte” reflexionaba un notable senador de la oposición con destino político incierto. “No hay que subestimar a Kirchner y muchos de mis colegas lo han hecho y así ha crecido”, completaba.

Una diputada de la Coalición Cívica anticipaba: “Tenemos que salir de la parálisis en la que estamos, hay que actuar y producir dos o tres hechos que impacten políticamente”, al tiempo que le consultaba a otro colega, “¿qué pasa con el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura que no avanza?”. “Es que no tenemos los votos de la izquierda aún”, fue la lacónica respuesta.

Otros fueron más críticos para con ellos mismos: “hemos equivocado la estrategia política y mediática... encima los radicales se meten en una pelea interna en la Provincia de Buenos Aires que desgasta mucho a Cobos... estamos dispersos”.

Otros fueron más sinceros: “Algunos hemos optado por guardarnos por un tiempo para preservarnos, se han cometido algunos errores que hay que enmendar, nos hemos ido de pico y lo hemos pagado caro”, decía un senador radical con voz cantante en el Senado, “desaparecido” de los medios desde hace un tiempo, después de haber cometido algunos “papelones” -según sus colegas- en el Senado.

La foto del palco del Colón fue la del Vicepresidente Julio Cobos al lado del gobernador Hermes Binner. Tal vez un anticipo de una fórmula presidencial que podría darse el año próximo si prosperan las discretas negociaciones políticas que ya han comenzado y que también tienen a la Provincia de Santa Fe en el centro de las mismas. Allí Binner no puede ir por la reelección y los radicales, en alianza actual con él en esa provincia, quieren poner el candidato a gobernador para el año próximo.

Si bien el kirchnerismo evitó en todo momento politizar los festejos del Bicentenario, se descuenta que a partir de ahora exaltará todo lo registrado a nivel popular e insistirá con estos tipos de actos multitudinarios de aquí a la finalización del año.

Seguirían los consejos de algunos intelectuales que el verdadero debate es con el macrismo. “Ellos se quedan con un acto elitista en el Colón... en cambio nosotros demostramos que podemos hacer actos multitudinarios y también el Colón, lo nuestro es inclusivo mientras que lo de ellos es exclusivo”, adelantó como parte de ese debate el Secretario de Cultura, Jorge Coscia.

Desde hace tiempo que Kirchner expresa en privado que el ballotage será con Mauricio Macri y que por eso hay que adelantar ese debate. Por su lado Macri, en privado, sueña con lo mismo.

El fenómeno popular abrió un mundo de preguntas que acaso proyecte al líder que encuentre las respuestas

jueves, 27 de mayo de 2010

Por Ignacio Fidanza

Nadie puede negarle a los Kirchner la capacidad para reconstruir lo que ellos mismos destruyen. Estuvieron muy cerca de arruinar su rol en los festejos del Bicentenario con una pelea de conventillo con el jefe de Gobierno porteño, y sobre el final coronaron un cierre espectacular que tuvo el beneficio adicional, para una pareja que se dice peronista, de la aplastante masividad.


¿Son los Kirchner los depositarios directos del afecto de la gente que por millones se volcó a las calles? Es una pregunta para sociólogos, pero lo cierto es que si la fiesta salía mal iban a ser los responsables. De manera que aunque sea por omisión, fueron beneficiarios de la alegría de la gente. Negarlo sería tan tozudo como no reconocer que no le sumó nada a la Presidenta el faltazo al Colón, que le regaló la tapa de los diarios del 25 de Mayo a Macri.

Pero acaso lo que parece una torpeza sea una estrategia. Pensándolo bien, no les vendría nada mal a los Kirchner polarizar la disputa política con el jefe de Gobierno. La famosa pelea de “modelos” difícilmente quede más clara que en una contraposición de Macri y los Kirchner, por estética, historia personal y hasta por algún dejo de ideología, o al menos de identidad política.

Porque si hubo dos ganadores políticos de estos largos festejos, sin duda fueron los Kirchner y Macri. Fue notable el segundo plano en el que quedó ubicado Julio Cobos –insólitamente apañado en Mendoza por el gobernador peronista con peor imagen del país-. Así como la virtual desaparición de la escena pública de Eduardo Duhalde, Ricardo Alfonsín y Elisa Carrió, los otros candidatos que hoy despuntan para pelear la Presidencia.

Macri, como todos los opositores, tiene que librar dos peleas simultáneas. La primera por despegar de ese lote heterogéneo que se engloba bajo la palabra “oposición” y la segunda contra los Kirchner. Una es función de la otra y el matrimonio presidencial en los últimos días no ahorró esfuerzos por posicionarlo como “él” contrincante.

El poder de la gestión

Es verdad, que de todos los presidenciables de la oposición, Macri es el único que administra un gobierno grande y con amplia visibilidad. Y el gobierno es un lastre, pero también un trampolín. Quedó claro en este Bicentenario que sólo desde el manejo del Estado se pueden dar ciertas peleas.

Macri deslumbró con el Teatro Colón y los Kirchner, agazapados, sorprendieron con un final vanguardista y a tono con los mejores shows del mundo, que tenían cuidadosamente escondido. La Presidenta perdió cuando intentó contraponer el inconcluso Palacio del Correo al Colón –algo debe querer decir de la decadencia nacional que este Bicentenario se festeje reinagurando dos edificios de más de 100 años-.

Pero ganó cuando se plegó a los gustos populares sin pretensiones. Había que verla bailando –y con mucha gracia- en el palco, para terminar de entender la densidad del daño político que los Kirchner se hacen a si mismos. Esa imagen cálida, suelta, humana, cae tan bien, como espantan los giros destemplados y la impostura al estilo Evita, que ciertamente suenan fuera de época. Vivimos una época de épicas módicas y para bien o mal, ya nadie piensa en dar la vida por un político.

O si se quiere el escenario político es de una volatilidad que obliga a reescribir la historia cada mañana. Los ganadores de hoy son los derrotados de mañana. Acaso esto revele la dificultad para auscultar las razones profundas del humor popular. Preguntas para estudiosos de la opinión pública: ¿Qué festejó la gente en el Bicentenario? ¿La recuperación económica luego del bajón del 2008/2009? ¿Fue un desahogo y un rechazo ante tanta pelea cruzada? ¿Simple alegría de ser argentinos?

El fenómeno popular de ayer, abrió un mundo de preguntas que acaso proyecte al líder que encuentre las respuestas y logre sintetizar ese entusiasmo.

Parecería que por más que Macri y los Kirchner intenten arrogarse esa representación, la gente camina por un sendero paralelo a la política. Castigó a Kirchner en el 2009, luego tomo distancia del ganador Francisco de Narváez, tal vez por sus veleidades y zigzagueos, y este Bicentenario disfrutó sin prejuicios el espectáculo público del Colón y los festejos que organizó la Casa Rosada.

Sin embargo, la alegría que ayer se expresó en las calles, acaso si revela que no prevalece en el ánimo general una visión apocalíptica del futuro inmediato. Eso es bueno para el Gobierno, pero también es bueno para líderes como Macri y Cobos, que se han esforzado por proyectar una imagen de moderación, de crecimiento sobre lo conseguido.

El enemigo ideal

Ahora, asumiendo que en todo el sainete del Bicentenario no hubo torpeza sino una deliberada acción política de los Kirchner para posicionar a Macri, la pregunta obligada es: ¿Para qué esforzarse en unir la representación opositora?

Si se parte de la hipótesis de Kirchner, que es ganar en primera vuelta con 40 puntos, una lógica posible es que busque la polarización para conseguir perforar el techo del 30 por ciento que hoy desvela al gobierno. En un escenario de ese tipo, lo natural es que suban ambos contendientes y como primera minoría, Kirchner estaría mas cerca de alcanzar los soñados 40 puntos.

Si por el contrario, la propuesta opositora para la primera vuelta se mantuviera atomizada, podría ocurrir como en el 2003, en el que ningún candidato superó el 25 por ciento. Ese es el escenario que a toda costa debe evitar Kirchner. O sea, lo que se intuye que debería hacer el oficialismo y acaso lo esté buscando es anticipar la segunda vuelta a la primera, pero limitada.

Es decir, un juego de relojería que le permita subir su piso ante la antinomia Derecha-Progresismo o Macri-Kirchner, atrayendo a potenciales votantes de Pino Solanas, Duhalde, Carrió o la UCR, que puestos contra esa pared elijan “el mal menor”. Lograr ese escenario pero al mismo tiempo mantener las otras opciones vivas para que el tiro no salga por la culata y termine ganando Macri en primera vuelta podría ser el desafío ensayado.

En ese sentido, el relato histórico-político que se construyó con mucha habilidad ayer en el video proyectado sobre el Cabildo y el propio desfile de Fuerza Bruta, apunta a reforzar la idea de los Kirchner como una continuidad de las más puras luchas sociales, al tiempo que sintoniza a la centroderecha con la Dictadura, Menem y los períodos más oscuros de nuestra historia.

Juegos de laboratorio que no necesariamente pregnan en esa vía paralela que parece estar construyendo una sociedad, que ayer se apropió de la escena pública con su propia agenda y que acaso se guarde más de una sorpresa de acá al 2011.

Cada vez hay menos lugar para la confrontación vacía y la hoguera de vanidades

Por Alfredo Leuco
El mensaje de las multitudes

La movilización más grande de la historia del país tiene un mensaje en sus entrañas. Los políticos y los periodistas tenemos la obligación de intentar descifrarlo. Preguntarnos, ¿Qué quisieron decir esos millones de argentinos en las calles? En parte fue puro festejo, celebración sin segundas intenciones.


Ganas de gritarle al mundo que cumplimos 200 años y que sentimos orgullo por la patria. Pero hay algo más. Sospecho que debe haber algo más. Cuando las multitudes toman por asalto el espacio público nunca son neutrales. Siempre hay un tesoro que hay que descubrir. Un reclamo, alguna demanda oculta que hay que encontrar.

Estamos hablando de algo tan subjetivo que seguramente habrá tantas interpretaciones como personas hubo. Cada uno tuvo su motivación personal. Pero hay un denominador común que empujó tanta gente en el mismo momento al mismo lugar. Sería un despropósito pensar que todos eran kirchneristas o que todos eran opositores. Salvo en Luján casi no hubo banderas partidarias.

Lejos de ambos extremos creo que fue una expresión contundente del argentino medio que no tiene puesta ninguna camiseta. Que es un ciudadano independiente que no tiene a la política como el eje central de sus días. Que quiere ver feliz a su familia, que aspira a un país con más equidad y desarrollo y que quiere disfrutar la vida en paz. Que está harto de los enfrentamientos a veces infantiles y a veces lejos de sus intereses que se producen en el poder. Que le da bronca ver a sus dirigentes confrontar todo el tiempo y que siente fatiga moral. Que esta cansado de tanto insulto y tanta chicana. Que quiere un país unido no en la uniformidad de un discurso único pero si en una agenda de estado donde el combate contra las injusticias y por la mayor libertad posible sea una bandera compartida por todos los bien nacidos de este territorio común. Por eso pensé que una vez mas el pueblo dio un ejemplo de madurez.

Sin dogmatismos se unió en las calles y en las plazas para celebrar como si fuera el cumpleaños de un ser muy querido llamado Argentina. Por momentos parecíamos una familia que revalorizaba sus propias creaciones y que apostaba a un futuro próspero para todos. Ojo que no quiero hacer demagogia y decir que tenemos un pueblo maravilloso y una clase dirigente desastrosa.

No creo en las sociedades angelicales con políticos diabólicos. Creo que los que dirigen expresan nuestras miserias y nuestras grandezas. Que hay que perfeccionar los mecanismos de selección política para que lleguen los mejores. Los mas preparados para gobernar, los mas honrados y solidarios. Los más patriotas para decirlo en términos del Bicentenario.

Esta vez, como en el 2001, el pueblo tuvo la iniciativa y mostró el camino. Los políticos y los medios de comunicación corrimos desde atrás los acontecimientos porque no fuimos capaces de anticiparlos. Esta es otra señal para escuchar.

Hay veces que las grandes mayorías nacionales tienen demandas y esperanzas que están lejos de los temas que se hablan y de discuten en la cima del poder. Por eso vale la pena intentar leer correctamente lo que pasó en estos días gloriosos de mayo.

Justo en el momento en que la dirigencia mostró sus diferencias y sus fracturas mas profundas, los argentinos se mostraron mas unidos que nunca. Con una sola bandera. Pero con pluralidad. Con alegría y esperanza. Con generosidad y sin mezquindades. Con grandeza y sin chiquitajes.

Cada vez hay menos lugar para la confrontación vacía y la hoguera de vanidades. Cada vez hay más lugar para construir un nuevo país sin rencores ni agresiones. Un país para todos. Por 200 años más.

El grado de sectarismo puesto en evidencia por el matrimonio gobernante en el Bicentenario

miércoles, 26 de mayo de 2010

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde

Cualquiera mínimamente interesado en los avatares de la política criolla podía anticipar con certeza que los festejos del Bicentenario se llevarían a cabo siguiendo el compás de las riñas, al parecer interminables, del oficialismo y de la oposición. Pero difícilmente era de prever el grado de sectarismo puesto en evidencia por el matrimonio gobernante.

Es cierto que Mauricio Macri, con unas declaraciones del todo desafortunadas, le dio a la presidente la excusa que necesitaba para no hacerse presente el lunes 24 en la reinauguración del Teatro Colón. No lo es menos, sin embrago, que Cristina Fernández había faltado antes, sin aviso, al desfile conmemorativo de la Revolución de Mayo —algo inédito entre nosotros— y prefirió ir después a Luján antes que escuchar el sermón del cardenal Bergoglio en la Catedral de Buenos Aires.

Asimismo, no invitó a ninguno de sus predecesores a la comida del martes 25.

Si se analizan los pasos dados por la presidente entre su ausencia en el mencionado desfile y el cierre de los actos de homenaje en torno al Bicentenario, el pasado día martes, quedan al descubierto dos cosas: por un lado, a los topes que ha llegado la discordia entre el kirchnerismo y todo el espectro político que le es ajeno y que el gobierno reputa como enemigo.

Nada importó el protocolo ni el espíritu de conciliación que era de esperar en una conmemoración como esta. Tampoco pareció interesarles a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández el efecto que su descomedimiento pudiera causar en la ciudadanía.

Por el otro, que los encontronazos no harán más que escalar en el tiempo. Si durante las fiestas del Bicentenario el oficialismo hizo gala de semejante soberbia y mal gusto, qué no podría hacer de aquí en adelante.

Nótese que, mas allá de quién tiró la primera piedra en cuanto hace al acto en el Teatro Colón, el Poder Ejecutivo ya había hecho saber que entre los 200 comensales del martes a la noche no figuraban Carlos Menem, Fernando de la Rúa ni Eduardo Duhalde. Que a Julio Cobos no pensaban invitarlo era un secreto a voces, pero qué podía costarle al kirchnerismo dar una muestra de amplitud el 25 de mayo e invitar a los ex–presidentes argentinos a una comida que no era partidaria, sino de todos.

Se podrá especular si hubo algún temor, de parte de Cristina Fernández, que en definitiva la convenció que resultaba mejor no ir al Colón el lunes por la noche. Haberle pedido a Macri algo más que seiscientas invitaciones hizo pensar a muchos que el kirchnerismo imaginó la posibilidad de una silbatina generalizada en contra de la presidente y por eso tomó la decisión de faltar.

Claro que aún si esto hubiera sido cierto y, además, se hubiese sentido ofendida la señora por las palabras de Mauricio Macri, nada justificaba el desplante que le hizo a miles de argentinos en el desfile y la grosería protocolar enderezada a expensas de sus predecesores.

Como quiera que sea, el Bicentenario —si se lo compara con los festejos de cien años atrás— pasó sin pena ni gloria y dejó en evidencia, por si faltasen pruebas, que mientras los Kirchner retengan el poder, los niveles de crispación a los que deberemos acostumbrarnos no están escritos en ningún lado.

Es que, en el fondo, al matrimonio gobernante, hacer tabla rasa con la concordia y borrar de un plumazo las más elementales reglas de la convivencia política les tiene sin cuidado. Así han gerenciado los asuntos públicos por espacio de siete años y tan mal no les ha ido. ¿Porqué cambiar a esta altura del partido?

Tanto el santacruceño como su mujer suponen —quizá con buenas razones— que al grueso de la población que a ellos les interesa electoralmente, los hechos que hemos mencionados antes no le quitan el sueño en lo más mínimo o, lisa y llanamente, no los conocen. Su apuesta está clara y radica en aprovechar el crecimiento de la economía y, a caballo del mismo, poner en practica, de ahora y hasta las elecciones de octubre, un gigantesco plan distribucionista. Esto de un lado.

Del otro, no es novedad que las chances de Néstor Kirchner —si es que las tiene— descansan en el PJ. Si pudiese alzarse con la candidatura del partido cuando se substancien las internas en agosto del 2011, habrá logrado vencer el primer obstáculo significativo en la carrera por la Presidencia.

El principal de los encuestadores de la Quinta de Olivos, Artemio López, le da aire, mientras tanto, al globo de ensayo echado a volar con tanto éxito hace algunas semanas respecto de las posibilidades que el santacruceño tiene de ganar en octubre del año próximo por más del 40 %, sin necesidad de una segunda vuelta para retornar triunfante a la Casa Rosada.

El sábado pasado escribió en Perfil uno de esos artículos de acción psicológica a los que nos tiene acostumbrados cuando se trata de posicionar a su jefe. Al leerlo uno no sale de su asombro. Resulta que, de acuerdo a las mediciones que maneja, a Kirchner en este momento sólo le hacen falta 4 puntos para salirse con la suya.

La mención de un sociólogo especializado en fraguar relevamientos ad usum delphini (para el uso del Delfín) viene a cuento por lo siguiente: es verdad que en las parrafadas de Artemio López y en los trascendidos del oficialismo sólo hay expresiones de deseo, pero también lo es que, a poco de haber puesto en la agenda política el tema del triunfo en primera vuelta, el éxito que ha conseguido el oficialismo es notable. Porque no hay comentarista, analista o político que no lo mencione y no reflexione sobre el particular preguntándose si es menester darle crédito.

En este orden de cosas, el kirchnerismo y Artemio López han hecho los deberes a conciencia y han cosechado rápidamente lo que pretendían: instalar en la sociedad, dieciocho meses antes de las elecciones presidenciales, una cuestión que no resiste el menor análisis.

Aunque no sea cierto lo que dicen, han conseguido que parezca verosímil y en esto ha consistido su logro. Si se les pidiese que mostrasen números ciertos y serios sobre la intención del voto a nivel nacional, no podrían hacerlo o presentarían planillas fraguadas. Pero eso no es lo importante porque nadie exige tal cosa.

Lo importante es que todo el mundo politizado hable acerca del eventual triunfo en primera vuelta del santacruceño. Por ahora con eso basta. Hasta la semana próxima.

Mientras para la gente común había una sola fiesta, para los K era necesario que hubiesen dos

Por Eduardo Amadeo

Había que recorrer la avenida 9 de Julio durante estos días, para percibir en toda su insensatez algunos de los desvaríos de la política.


Cientos de miles de personas contentas, sin diferenciarse en absolutamente nada (de hecho, casi no hubo carteles partidarios); festejando, cantando, emocionándose con una fiesta popular. Sin ni un solo incidente.Y mas allá del escenario central, fiestas populares en escuelas, iglesias, clubes, en las que se veía que este no era el acto habitual del 25 de Mayo, sino que padres, vecinos ,feligreses, habían puesto un empeño especial para que las cosas se viesen mejor que en la rutina de los festejos corrientes.

En un país castigado por el auto flagelo, la melancolía, la protesta y los sentimientos de frustración, ver esta idea de “argentinidad” expresada en todos los sectores sociales, es un acontecimiento que merece ser destacado y aprovechado como una lección acerca de las maneras como pueden generarse energías positivas.

Pero, obviamente, no todo podía ser perfecto. Porque en medio del festejo, asomaron los pensamientos pequeños, difíciles de comprender desde una lógica constructiva.

Mientras para la gente común, la de la calle, había una sola fiesta, para los K, era necesario que hubiesen dos.

Dos Tedeums; dos inauguraciones del Colón; dos Cenas de Gala; dos Desfiles Militares; dos inauguraciones del Correo; dos actos de cierre.

En el caso de los Tedeums y el Colón, es evidente el gesto de separación. En los demás eventos, la exclusión de los diferentes convirtió de hecho- en la cabeza de los K- a esos eventos en dos eventos. Uno el de los “otros”, donde estaban los diferentes; aquellos que deben ser derrotados y a los que no queremos siquiera ver cerca . El otro, el “nuestro”, en el que nos juntamos “nosotros” y nos quedamos con toda la fiesta, sin personas molestas (y, si no nos gusta, no vamos)

Los porqués, podrán discutirse en los bares, el Salón de Pasos Perdidos y alguna mesa sicoanalítica.

Ensayos de respuestas:1) Colon: a) para diferenciarnos de la derecha y lograr votos de izquierda; b) para demostrar que somos realmente progresistas y no vamos al lugar de la oligarquia (aunque vaya Mugica que parece cada vez menos progresista que nosotros) c) porque tenemos miedo al chiflido.

2) Desfile : a) Para que no nos reten Verbitsky y Bonafini; b) porque los militares no se lo merecen aún; c) porque necesitamos votos de izquierda d) para que no nos chiflen.

3) Tedeum a) porque lo decidió Verbitsky; b) para darle una lección a Bergoglio; c) porque podemos llevar mas gente a Luján; d) para que no nos chiflen.

4) Los demás actos : a) porque el Estado es nuestro, nosotros pagamos los gastos y por tanto hacemos lo que queremos: b) porque no nos pensamos sacar fotos con esa gente; c) porque no nos merecen; d) para que no nos chiflen.

Cada uno podrá tomar estas razones como quiera. Creo que detrás de todas ellas- bromas aparte- reside la consolidación del autoritarismo sin límites, que cree que puede manejar al Estado y aún a la Historia como un feudo personal .

Esta duplicación del país que van tratando de consolidar los K, demuestra que la Presidenta y su marido no se merecen a los cientos de miles de ciudadanos de a pié , simples y cotidianos que festejaron, se abrazaron con un vecino desconocido y agitaron simples banderitas.

Cristina perdió una ocasión inmejorable para darle una pincelada de barniz modesto a su habitual personalidad presuntuosa y sectaria

Por Eduardo van der Kooy

¿Tendrá, al final, el Bicentenario alguna derivación política? ¿Serán capaces Néstor y Cristina Kirchner, o también la oposición, de capitalizar la aluvional participación social de estos días? ¿Podría aventurarse detrás de esa conducta colectiva algún pronóstico electoral para el año próximo?


Los interrogantes empezaron a cobrar fortaleza no bien se acercó el epílogo de la celebración. Si algo quedó claro en los últimos cuatro días fue una cosa: la sociedad pareció celebrar de modo genuino y desinteresado los 200 años de la Argentina; las conjeturas permearon sólo entre políticos, economistas, empresarios y periodistas.

Con todo, el Bicentenario dejó plasmadas un par de realidades similares a las existentes hasta ahora.

¿Cuáles? Los Kirchner no asoman todavía preocupados por interpretar las señas de importantes núcleos de la comunidad que aspiran a una convivencia menos traumática que la actual. Sí parecen empeñados, en cambio, en afianzar a los sectores populares que les son fieles con un estilo político y un sistema de poder que desconoce concesiones.

Como contrapartida, la oposición estuvo atenta siempre a tratar de sintonizar con las demandas sociales de armonía. Pero de esa buena voluntad no se trasunta todavía ninguna alternativa política que pudiera seducir para las elecciones del año que viene.

Los mensajes de los Kirchner fueron varios y bastante uniformes. El primero, la ausencia de Cristina en el desfile militar de la jornada inaugural. El argumento de una "acumulación de cansancio", que deslizaron portavoces de la Casa Rosada para justificar aquella ausencia, sonó débil. La Presidenta soportó estoicamente, hace algunas semanas, la parada militar del festejo en Venezuela junto a Hugo Chávez y con el calor y la humedad infernales de Caracas.

El matrimonio prefiere, en este tiempo, no experimentar sobre el antimilitarismo y la política actuada en materia de derechos humanos que sirve para amalgamar a sectores nada despreciables del kirchnerismo. Existe un dato cierto: los Kirchner han carecido estos años de un plan hacia las Fuerzas Armadas que exceda la revisión del pasado. ¿Por qué razón hacerlo ahora, cuando el capital político no sobra y la pareja enfrenta un momento decisivo para su proyecto de seguir en el poder en el 2011?

Otras poses públicas de la pareja presidencial apuntaron también a exhibirse como siempre. Intransigentes con aquellos que los desafían o representan un potencial riesgo. La reyerta de Cristina con Mauricio Macri, que concluyó con su ausencia en la reapertura del Colón, estuvo envuelta por el humo espeso. La excusa del supuesto agravio -más allá de la inoportuna ironía del jefe porteño- le permitió apartarse de una geografía incómoda. No sólo por una hipotética hostilidad de la concurrencia. Además, porque ese palco del teatro estuvo colmado por dirigentes a los cuales los Kirchner no les dispensan ninguna simpatía.

Macri es visto por el matrimonio como una acechanza para el 2011. Carlos Reutemann puede ayudar a aglutinar -habrá que verlo- al peronismo disidente. Con el socialista Hermes Binner las distancias se han estirado en los últimos meses. Julio Cobos es, según ellos, el paradigma de la traición. Gerardo Morales y Ernesto Sanz son de los radicales que más los critican. Radicales y socialistas andarían tramando una fórmula conjunta para el 2011.

Ricardo Lorenzetti -también en aquel palco apareado a Macri- dejó de encantar hace rato a la Presidenta, que insistió para encumbrarlo en la Corte Suprema. Habría que reparar en los máximos jueces. Ninguno de ellos asistió al Tedeum en Luján, al cual habían sido invitados. Los asientos de Lorenzetti y de Juan Carlos Maqueda quedaron vacíos y, para disimular esas ausencias, Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, se encargó de hacer una rápida redistribución de lugares. La tensión con la Corte viene de lejos. Pero escaló cuando el Tribunal resolvió la semana pasada establecer límites para los DNU (Decretos de Necesidad y Urgencia). Esos límites, de modo objetivo, constituyeron un aval para los reclamos de la oposición en el Congreso.

La impresión final que quedó en el Colón fue que Cristina perdió una ocasión inmejorable para darle, al menos, una pincelada de barniz modesto a su habitual personalidad presuntuosa y sectaria. No hubo en el teatro el mínimo atisbo de la posibilidad de algún desaire hacia ella. Podría haber opacado, incluso, al propio Macri que no terminaría nunca de sentirse seguro con el papel que desempeña. Y haber aflojado, de paso, las inminentes tensiones que le aguardan con Mujica. El mandatario de Uruguay fue al Colón porque el teatro, sencillamente, lo deslumbra. Pero fue también un mensaje para su propia clientela política uruguaya, que le achaca desde que asumió ser extremadamente contemplativo con los Kirchner.

Los Kirchner tampoco transigieron con la cena de gala en la Casa Rosada. Dejaron afuera a Cobos y dejaron afuera, además, a los ex presidentes Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde. No tuvieron en cuenta la doble excepcionalidad del acontecimiento. Por un lado el Bicentenario; por otro una reunión en el Salón Blanco que posee, apenas, un par de antecedentes: una cena que ofreció en la década del 30 el general José Félix Uriburu y otra realizada por Arturo Illia cuando agasajó al entonces presidente de Francia, Charles De Gaulle.

No hay excepcionalidad que valga para los Kirchner. El cardenal Jorge Bergoglio y monseñor Agustín Radrizzani coincidieron, en la médula, con las homilías que pronunciaron en la Catedral y en Luján. Ambos subrayaron, en este época de la Argentina, la necesidad de un mayor ejercicio del diálogo y de la búsqueda de consensos. Al menos durante los días del Bicentenario, los Kirchner se dedicaron a otra cosa.

Incluso aprovecharon la ceremonia religiosa en Luján para darse un baño de política callejera. Hubo una movilización muy bien organizada que agasajó al matrimonio cuando abandonó la Catedral. Tan organizada, que hasta llamó la atención el aporte del gobernador de Tucumán, el kirchnerista José Alperovich. Los últimos actos kirchneristas han costado un dineral: desde aquel del regreso de Kirchner a Río Gallegos hasta los realizados en Córdoba y Paraná. Kirchner supone que el Bicentenario podría ser el primer trampolín en el proyecto hacia el 2011. En dos semanas se larga el mundial de fútbol, donde también depositan esperanzas.

Las fantasías pueden demasiadas veces más que la realidad. Raúl Alfonsín también soñó en 1986 cuando la Argentina obtuvo el campeonato del mundo en México de la mano de Diego Maradona. Un año más tarde perdió las elecciones legislativas, que terminaron por acelerar su salida de poder y sepultaron sus proyectos.

Una lección que los Kirchner, embriagados ahora por el acompañamiento social del Bicentenario, no deberían desdeñar.