Macri se lució y la torpeza de los Kirchner le alcanzó para hacer la diferencia

martes, 25 de mayo de 2010

La decisión de la Presidenta de ausentarse de la gala del Colón, el desfile militar y el Te Deum colocan al jefe de Gobierno en el centro simbólico por el segundo centenario de la patria. Como en el conflicto del campo, prevalece la lógica de la confrontación por sobre el cálculo político. Justo cuando el gobierno experimentaba una tenue mejoría en la consideración pública, vuelve a mostrar su rostro más intransigente.

Por Ignacio Fidanza

Si hay algo que no se le puede negar a los Kirchner es la autenticidad por entregarse a sus pulsiones más primarias, por sobre toda especulación política. La Presidenta tenía servida la foto de oro del Bicentenario: podía lucirse en el centro de la reapertura del Teatro Colón, acaso uno de los últimos símbolos que quedan en pie de lo que pudo ser la Argentina.


Una imagen de recuperación de glorias pasadas, que remite a su fundador Torcuato de Alvear y la generación del 80, que con esa mezcla de conservadurismo y modernización, empalma con la imagen y el difuso ideario que acaso Macri aspira a reeditar.

La foto obvia de las tapa de los diarios del 25 de Mayo iba a ser la Presidenta –espléndida y bonita como es- junto al jefe de Gobierno en un deslumbrante Colón, rodeada de oros, brocados exquisitos y los paños borravino de las butacas, en medio de una platea de gente linda y exquisitamente vestida. Una imagen de realeza europea, esa que tanto seduce a la primera mandataria.

Imagen la que seguramente quedaría impresa en el imaginario colectivo y los futuros libros de historia -¿Dónde encontrar algo más fuerte?-, con el atractivo adicional de mostrar juntos en un acto celebratorio de lo más refinado de nuestra cultura, a dos adversarios políticos.

Y el escenario tenía un atractivo adicional: era gratis. Ninguno de los cráneos del kirchnerismo que hace meses gastan millones y millones en preparar una “fiesta” del Bicentenario que se redujo a un largo stand en la 9 de Julio y los habituales recitales de músicos amigos, aportó una sola idea para enriquecer la reapertura del principal teatro del país. Por no hablar de los fondos necesarios para concretar la obra, que costeó casi íntegramente la Ciudad, cifra que cuando realmente se conozca en su verdadera extensión, abrirá nuevas y previsibles polémicas.

Como sea, Cristina eligió enojarse y reproduciendo la lógica masoquista de la pelea con el campo, no tuvo mejor idea que elegir el mismo día para inaugurar su propio “Colón”, esto es la reconversión del imponente Palacio de Correos de la Avenida Alem, en un pretencioso “Centro Cultural del Bicentenrio”. Con un inconveniente, como tantas otras inauguraciones kirchneristas, la obra esta más cerca del comienzo que del final. Apenas un par de salas habilitadas para las fotos. Ni la fachada, todavía íntegramente cubierta por andamios, alcanzó a limpiarse.

Misma lógica de reacción impulsiva del forzado acto del Congreso frente a las movilizaciones que el campo concretó en el pico del conflicto, en Rosario y en el Monumento a los Españoles. La pelea por la pelea, aún cuando la disparidad de fuerzas augura una humillación, la incapacidad de utilizar la fuerza del enemigo en provecho propio.

Y sin embargo, como la mayoría de las cosas en la Argentina, se trata del enfrentamiento de dos proyectos inacabados, incluso en la más cruda realidad, no ya en el plano de las ideas. Cristina Kirchner había imaginado mostrarle al mundo el Bicentenario argentino, inaugurando un madrileño Paseo del Bicentenario que incluía la peatonalización de la Plaza de Mayo y todo el circuito que va hasta el Palacio del Correo por un lado y el edificio Libertador por el otro.

Espléndidos paseos arbolados, perímetros históricos grabados sobre la piel de la ciudad con juegos de luces, y un centro cultural de vanguardia que iba a empalidecer al Pompidou, quedaron en los papeles. Lo primero que perdió el proyecto del Correo fue su alma: la ballena azul, un auditorio inmenso y futurista, de ese color, que iba a transformar su interior, fue dejado de lado por costoso. La peatonalización del “paseo” nunca llegó, y así todo se redujo a la deslucida foto de la Presidenta en una habitación del Correo, detrás del atril, como siempre.

El Colón tampoco esta terminado. Lo que se ve espléndido es la cáscara, el circuito de acceso al público. Pero detrás de esos mármoles y estucos relucientes hay pisos enteros en obras, por no hablar de un ambicioso “Bloque C” que contendrá salas de ensayo y áreas técnicas que ni siquiera comenzó a construirse. Pero Macri tiene algo para mostrar a las cámaras, y con eso y la torpeza de los Kirchner, le alcanzó para hacer la diferencia.

Macri venía sorteando con dificultad su procesamiento, cuando el matrimonio presidencial le hizo el enorme favor de trasladar una áspera discusión de espías y operaciones políticas al espléndido debate en torno a la gala del Colón. Con un agregado, si alguien acaso se inclinaba por ponerse del lado de la Presidenta, ella agregó nuevos desplantes sobre desplantes: faltó sobre la hora al desfile de las fuerzas armadas, que congregó mas de un millón de argentinos. Actitud aún más inexplicable cuando todavía están frescas las imágenes de Cristina soportando durante horas junto a Hugo Chávez, el desfile de las fuerzas armadas de Venezuela, en el Bicentenario de esa nación.

Pero no sólo eso, mañana Macri recorrerá íntegramente el circuito de los presidentes en cada 25 de Mayo: izará la bandera en la Plaza de Mayo, luego compartirá el chocolate con las “fuerzas vivas” de la ciudad, para terminar asistiendo al Te Deum en la Catedral que frecuentan los presidentes casi desde los inicios de la República. Y el jefe de Gobierno que estaba condenado a ser un actor de reparto de esta hora histórica, por la decisión de los Kirchner de retirarse a Luján, quedará nuevamente en el centro de los festejos.

Una primera lectura tendería a pensar que detrás de tan contundente cadena de decisiones desafortunadas se esconde la intención de posicionar a un adversario elegido, pero conociendo a los Kirchner o mejor, conociendo su pasado, acaso no sea otra cosa que capricho y torpeza.

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