A quién le conviene la reforma política II

miércoles, 31 de marzo de 2010

Por Marcos Novaro

Retomando el post de ayer, pasemos entonces a revisar los escenarios posibles para la oposición. En realidad, no difieren mucho de los que hemos constatado rigen para los Kirchner.

Si Cobos sigue perdiendo terreno frente a otros posibles candidatos radicales, que encima tienen más chances que él de mover a votar a la masa de afiliados, entonces tal vez le termine conviniendo lo mismo que a los Kirchner en una situación semejante. En cambio si revierte esta tendencia, y si logra sacar del juego, o mejor incorporar como aliado, a al menos uno de sus potenciales contrincantes (Sanz es el que tiene más a mano), reconciliarse con los afiliados y legitimarse como opositor en una interna masiva puede ser muy conveniente para sus ambiciones presidenciales.


Lo opuesto sucede con los otros candidatos radicales. Y en ello coincidirán con sus contrapartes del peronismo. Según cómo se de esta coincidencia, Ricardo Alfonsín puede terminar siendo compañero de ruta en este terreno tanto de los disidentes del PJ, como de los Kirchner. Se entiende por ello hasta ahora ni él ni Cobos hayan hecho ninguna mención a cómo piensan resolver este asunto.

Es mucho más claro en cambio lo que piensan los demás candidatos. Tanto para Macri como para Carrió lo mejor es pelear con Kirchner, y que se hagan las internas abiertas si eso lo garantiza, y se suspendan si el PJ pudiera usarlas para consagrar a algún disidente que les diputaría sus bases electorales, o las que sueñan con tener. Es decir, es más claro lo que los outsiders quieren, que lo que quieren en los dos grandes partidos, pero tampoco es claro cómo piensan conseguirlo.

Todo dependerá, en suma, de lo eficaz que sean los Kirchner en llevar a la práctica lo que anuncia Rossi: empiojar al máximo la competencia política en y entre los partidos de aquí al 2011.

Alfonsín hizo honor a su palabra

Por Beatriz Sarlo

Recorrí durante horas la fila formada por miles de personas para entrar, por brevísimos segundos, a la capilla ardiente donde se velaba a Alfonsín. Era una vigilia despojada de intereses. Quienes no llegaban como políticos realizaban un acto personal, intransferible y completamente gratuito: el primer paso de un duelo y de la construcción de un recuerdo.


Pregunté muchas veces, sobre todo a los más jóvenes que no habían vivido la primavera de 1983, por qué estaban allí. Pero, en verdad, yo no había ido para indagar sobre los motivos de los otros.

Acompañaba la fila porque quería saber cuál era mi motivo. No los motivos sobre los que podía hablar si me los preguntaban, ya que quien ha vivido durante los años de la transición en relación estrecha con la política es perfectamente capaz de esgrimir un stock de razones. Buscaba, en cambio, conocer más sobre el impulso que no me permitió, durante casi dos días, alejarme de las avenidas que rodean el Congreso y, luego, el camino que lleva a Recoleta.

Probablemente mi motivo sea parecido al de los miles que esperaron para entrar al Congreso: en algún momento de estos veinticinco años Alfonsín cumplió una promesa. Ese momento puede ser diferente para muchos de nosotros y me limitaré a dar el mío.

Voté a Alfonsín en 1983 cortando la boleta. Es decir lo voté para presidente pero no voté a los diputados que lo acompañaban; elegí otra lista que, en mi opinión, podía asegurar mejor que se revisaran los crímenes de la dictadura militar. Hice eso porque no creí en la promesa que Alfonsín había realizado durante la campaña: que iba a enjuiciar a las Juntas Militares.

Pensé, como muchos otros, que eso se decía en campaña pero que las fuerzas contrarias a un juicio eran de tal magnitud que, una vez llegado a la presidencia, Alfonsín no iba a arriesgarlo todo para cumplir su promesa.

Conocía su militancia en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, pero, incluso admirando lo que había hecho desde ella, simplemente desconfié. El 15 de diciembre de 1983 Alfonsín, mediante dos decretos, ordenaba el juicio a los jefes de ERP y Montoneros y a los integrantes de las tres Juntas Militares.

Ni siquiera tenía encolumnada detrás de esa medida a toda la Unión Cívica Radical, pero esa decisión buscaba apoyo en lo mejor de la sociedad argentina, es decir, en aquellos sectores que creían que la transición democrática significaba un corte nítido con la dictadura. En su partido y en muchas cabezas no estaba claro que la democracia argentina tenía como condición reparar, a través de la justicia, los crímenes de los militares: que no se trataba simplemente de un nuevo comienzo sino de un ajuste de cuentas con el pasado.

El juicio a las Juntas y el gran informe de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, a muchos sectores, los que más habían luchado por lo derechos humanos y también los oportunistas, les parecieron demasiado poco. Y quizás, desde el punto de vista de esos crímenes sin equivalencia, lo fueran. Pero Alfonsín no había prometido otra cosa. No había engañado a nadie prometiendo castigo para todos los implicados. Eso, si era posible, nos tocaba hacerlo a los que no teníamos que gobernar la Argentina en medio de una tempestad militar que parecía una incesante pesadilla.

Alfonsín sabía lo que podía y quería hacer. Como político fuertemente atado a la ética de la responsabilidad se atuvo a su promesa, no a los reclamos de algo que él no había prometido. La ética de la responsabilidad puede conducir a equivocaciones por más o por menos. Sobre ello se seguirá discutiendo.

Pasaron los años. El tribunal condenó a las Juntas Militares en un juicio donde se expuso lo que ya no podría borrarse nunca más de la historia argentina. Al cumplir su promesa, Alfonsín hizo posible que salieran a la luz más pública los crímenes de la dictadura en los más de 700 casos elegidos por el fiscal Julio Strassera. Eso ya no se podía ocultar, hiciera lo que hiciera el presidente que había encendido esa gigantesca explosión de las verdades más horrendas.

El juicio a las Juntas le da su rasgo original a la transición argentina: es el acto fundacional de una transición que nació sin pactos con los militares que, sin embargo, se retiraban con su poder casi intacto. No hubo otro país de América latina que tuviera una transición inaugurada con este acto justiciero.

Sin duda, las víctimas tenían derecho a pedir más y lo ejercieron con toda legitimidad. Sin duda, la máquina de resentimiento y venganza dentro de las fuerzas armadas se puso en marcha para que el resultado de ese acto jurídico fundacional fuera borrado. Sin duda, Alfonsín firmó las leyes de punto final y obediencia debida. Sin duda, nos opusimos.

Pero, aun oponiéndome a esas leyes, hay algo que no confundí: en sus efectos no fueron equivalentes al juicio a las Juntas. No hay simetría ni se puede decir que Alfonsín realizó una ecuación de suma cero. Así lo creo desde entonces y volví a recordarlo durante la vigilia de Alfonsín, porque esas leyes de punto final y obediencia debida fueron anuladas y sus efectos fueron revertidos. Pero nada anuló ni revirtió el efecto del juicio a las Juntas, que sigue siendo la gran primera escena de verdad y el umbral desde el cual comenzó a construirse la transición.

Esas leyes tampoco anularon el hecho de que Alfonsín, el político que comenzó su ascenso contra todos los vientos, respetara su promesa de campaña. Probablemente muchos de los que estábamos rodeando el Congreso pensamos que, en medio de todos los errores, Alfonsín hizo honor a su palabra.

Los Kirchner con demasiadas malas artes fueron vulnerando los límites que intentó trazarle el conglomerado opositor

Por Eduardo van der Kooy

Néstor y Cristina Kirchner han ganado con los dos fallos de la Justicia conocidos ayer una batalla política que arrancó en diciembre del año pasado.

En ese derrotero de más de tres meses despidieron a Martín Redrado del Banco Central, alzaron en su reemplazo a Mercedes Marcó del Pont, cuyo pliego está aún pendiente de aprobación, resignaron el predominio en el Senado y despertaron, por sus presiones y palabras, resistencias impensadas en el Poder Judicial.


Tanta fricción continuó desgastando la imagen pública del matrimonio presidencial con la sociedad. Una encuesta conocida ayer en la geografía oficial indica que Cristina estaría en los niveles de popularidad más bajos desde que asumió en el 2007. Parecidos a los que cosechó durante el conflicto con el campo: sólo entre el 17% y el 18% de aceptación. Pero, tal vez, sea ese el contratiempo menos importante: los Kirchner parecen haber enterrado hace rato la posibilidad de recuperar fiabilidad. Se contentarían con gobernar para el núcleo duro de los incondicionales.

La batalla ganada no implicaría que el enfrentamiento global sobre determinadas facultades de poder de los Kirchner haya concluido. Sigue en manos del Congreso la chance de rechazar el DNU que habilitó el uso de las reservas para el pago de los vencimientos externos. También está bajo análisis de los integrantes de la Corte Suprema un pronunciamiento sobre las verdaderas necesidades y urgencias del Poder Ejecutivo para apelar, con tanta frecuencia, a los decretos.

En el caso del Congreso, aquel hipotético rechazo sería una especie de resarcimiento para una oposición que recurrió, en su momento a la Justicia, por la inoperancia política para enfrentar el reto de los Kirchner. Pero nada garantiza que los opositores vayan a tener ese consuelo: ayer mismo, durante la flojita exposición de Amado Boudou en el Senado, el kirchnerismo repitió con fuerza la idea de reflotar el proyecto del senador peronista Carlos Verna. Es decir, mutar el controvertido DNU en una ley. En ese aspecto, la polémica podría quedar saldada. Nadie sabe bien, en cambio, qué estarían tramando los integrantes de la Corte.

Lo cierto es que los Kirchner disponen desde ayer de los US$ 6.500 millones para pagar deuda externa. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, anunció que la próxima semana ya serían utilizados US$ 200 millones. El grueso de los pagos habría que realizarlos recién en agosto.

Aunque, quizás, el nudo de la cuestión no pase únicamente por el dinero. Importaría tanto, o más, el significado político de lo sucedido en las últimas horas. Los Kirchner cambiaron, de hecho, la lógica de la relación entre el Poder Ejecutivo y el Banco Central. También con astucia política y demasiadas malas artes fueron vulnerando los límites que intentó trazarle el conglomerado opositor.

Nadie puede saber, a ciencia cierta, cuánto incidieron en este desenlace dos situaciones. La ofensiva del matrimonio contra la Justicia. La incapacidad de la oposición para encontrarle en el Congreso una solución política a la crisis que suscitó el uso de las reservas del Central.

El mundo de la Justicia suele latir acompasadamente al ritmo de las vivencias políticas. Y esas vivencias en la Argentina de esta hora van y vienen. Nadie imaginó en diciembre, cuando se apropió de la mayoría en Diputados, que la oposición crecería como creció hasta complicar al kirchnerismo en el Senado. Muchos supusieron, por error, en esa vereda, que el golpe de nocaut a los Kirchner había sido propinado. Cuando llegaron los enredos y los fracasos opositores en el Congreso cundió la desesperanza. Como si todo lo obtenido se hubiera derrumbado. Ni aquella euforia ni el presente pesimismo.

El primer reflejo del acomodamiento judicial fue aquel fallo del juez Enrique Lavié Pico que esterilizó las ambiciones de la oposición de declarar nulo en Diputados el DNU mediante el cual los Kirchner accedieron, finalmente, a las reservas del Central.

El fallo de ayer de la Sala IV en lo Contencioso Administrativo que volteó los recursos opositores estuvo en consonancia con otros anteriores de afinidad con posturas oficiales. Aunque, en esta ocasión, se apuntaló en un argumento difícil de refutar: recordó que la Corte Suprema había declarado abstracto un planteo del diputado del PRO, Federico Pinedo, contra el DNU del Fondo del Bicentenario porque ya había sido derogado por el Gobierno. Especialistas dijeron que los auspiciantes de la UCR debieron, en este caso, haber hecho una presentación aparte por el nuevo DNU de Cristina.

La mayor sustancia política quedó impresa en el fallo de la Sala I del mismo fuero federal. Dirigentes de la oposición admitían anoche que no había sospechas contra los doctores Néstor Buján, Pedro Coviello y Clara Do Pico, que desestimaron decisiones anteriores de Claudia Rodríguez Vidal. Esa jueza había atendido los reclamos de la oposición por el uso de las reservas del Central.

Pareció haber en el mensaje de los tres magistrados, aún con sus matices, una coincidencia: la oposición no supo encontrarle la vuelta política, pese al tiempo que dispuso, al problema planteado por los Kirchner. La Justicia no tendría por qué razón hacerse ahora cargo de una solución cuyas llaves poseería el Parlamento.

Buján y Coviello dejaron asentadas sus disidencias con los DNU de Cristina. Entre otros motivos, por haber asumido "indebidas funciones legislativas". Coviello, incluso, puso en duda la conveniencia del uso de las reservas. Pero convinieron, junto a Do Pico, que los recursos presentados por la oposición habían sido vaciados de sentido no bien se inició el período de sesiones ordinarias del Congreso. La falta de sesiones extraordinarias, ante una determinación tan importante, había justificado, al entender de los jueces, la demanda opositora.

Buján avanzó en consideraciones políticas, tal vez, con mayor audacia que sus colegas. Afirmó, por ejemplo, que el Congreso tenía las facultades para autoconvocarse. Y que si no lo hizo fue "por desidia" o por ausencia de voluntad. Junto con Do Pico sostuvo que hoy "no existe óbice alguno imputable al Poder Ejecutivo que les impida actuar en el ámbito de la Cámara que integran a los fines del tratamiento de los DNU". Este recurso había sido impulsado por los peronistas no kirchneristas Felipe Solá, Graciela Camaño y Alfredo Atanasof.

Los fallos de las dos Salas -pero en especial esta última- cayeron como granizo sobre la cabeza de los dirigentes opositores. Y desataron un debate sobre cómo continuar escribiendo esta difícil historia.

¿Sesionar el próximo miércoles para rechazar en Diputados el DNU? ¿Rechazarlo, simplemente, o declarar también su nulidad? ¿Incluir ahora ese rechazo en un solo proyecto que incluya, además, la reforma a la ley del cheque y los Adelantos del Tesoro Nacional (ATN)? ¿Retomar una ofensiva más amplia que tenga como cabecera la modificación del Consejo de la Magistratura?

Hasta anoche no había ninguna respuesta certera para ese puñado de interrogantes.

La oposición parece colocada otra vez de cara a un viejo y angustiante dilema: cómo enfrentar a los Kirchner, también en su época de declinación.

Análisis a mano alzada

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde


A veces conviene, para trazar un cuadro de situación, enumerar, siquiera sea a mano alzada, las certezas, distinguiéndolas, al propio tiempo, de las incertidumbres que presenta la política argentina. Claro que resultaría imposible, aun contando con más espacio que el habitual en este tipo de crónicas, hacer que la mencionada enumeración fuese exhaustiva a punto de detalle.


Pero ello nada quita a la posibilidad de pasar revistas a las principales constancias —a aquello que damos por sentado— y también a las incógnitas más significativas. Todo, por supuesto, con la mira puesta en el presente y en el 2011, a la vez.

Comencemos por lo que, a esta altura del partido, parece poco discutible, a saber:

1) el proyecto hegemónico kirchnerista hace rato que está muerto, y ello malgrado el derroche de optimismo y de propaganda con los cuales el gobierno pretende hacernos creer que, mas allá del próximo año, el santacruceño seguirá siendo un actor decisivo e inclusive que podría triunfar, sobre su eventual contendiente, en una segunda vuelta en las elecciones presidenciales.

Lo más parecido al plan kirchnerista actual es el menemista gestado a fines del año 1998. El resultado final, siendo el riojano infinitamente más popular que el patagónico, fue su deserción en el 2003 cuando tomó conciencia —la misma que, tarde o temprano, tomará Kirchner— que el 70 % de los argentinos con capacidad para votar lo recusaba.

2) El principal poder de los Kirchner radica en el manejo que tendrán asegurados del aparato estatal-gubernamental hasta la finalización del mandato. Su dominio no alcanza a compensar la quiebra definitiva de a hegemonía perdida entre mediados del 2008 y del 2009 —derrota de la 125 en el Senado y revés electoral en los comicios legislativos— pero les permite mantener la iniciativa y la caja.

3) El Congreso ya no es más la escribanía mayor de la Casa Rosada. El fenómeno de subordinación automática que caracterizó, sin excepción, al Parlamento respecto del presidente entre 2003 y mediados del 2008, es cosa del pasado.

4) Dicho lo cual es conveniente no caer en la tentación de creer que, desaparecida la mayoría oficialista, ahora ha sentado sus reales en el Legislativo una nueva mayoría opositora. No hay ni habrá tal relación de fuerzas, necesariamente adversa al oficialismo, mientras exista un arco opositor tan distinto en su composición y la caja —menguada y todo— siga en manos de Néstor Kirchner.

5) Por muchas que sean las verónicas que Boudou y sus mandantes ensayen respecto de la inflación, con negarla nada ganarán. Ha llegado para quedarse y si no se vertebra un plan serio de carácter antiinflacionario —algo, de momento, por completo ausente en la mentalidad gubernamental— la escalada de los precios puede convertirse en el principal factor de riesgo para la estabilidad de los Kirchner.

6) Nada indica que sea probable que, de aquí a las elecciones, aun si se substanciasen en octubre del 2011, como están programadas, la actual administración pueda mejorar en términos reales y no sólo nominales, un dato al que anteriormente hemos hecho referencia y habla por sí solo: el 70 % de los trabajadores en blanco de la Republica Argentina ganan menos de $ 2000.

7) Clarín no está muerto. Herido, sin duda; pero con un poder de fuego que el kirchnerismo no imaginó cuando celebró alborozado la votación de la ley de Medios. Esto significa que lo más seguro es que, antes de abandonar el poder, el matrimonio gobernante no pueda disfrutar de la ingeniería que inventó para reducir al citado matutino a su mínima expresión. Mientras tanto tiene más capacidad de daño Clarín que los Kirchner si los medimos en una contienda de uno contra el otro.

8) El Poder Judicial ha dejado de hacer las veces de un apéndice del Ejecutivo y si bien el gobierno todavía maneja a los jueces federales, no hay más que analizar los fallos que se han conocido en cuanto a la ley de medios, los DNU y el Banco Central para darse cuenta de que el frente de los jueces se agrieta a medida que pasan los días. La destitución de Faggionato Márquez es prueba suficiente de lo dicho.

9) El peronismo seguirá sin un jefe indiscutido y es probable que, aun si Carlos Reutemann se decidiese a competir por la presidencia, el escenario al que debe prestársele atención será similar al que se dio entre el 2001 y el 2003, sólo que esta vez no dirimirán supremacías Eduardo Duhalde y Carlos Menem, sino Néstor Kirchner, con el poder residual que le quede, contra un contendiente que todavía no es visible. En este orden, Carlos Reutemann y Francisco de Narváez emergen como los mejor posicionados.

10) En la puja, por momentos destemplada, que vienen manteniendo el kirchnerismo y eso que denominamos, por una razón de economía de términos, oposición —en realidad es un arco opositor, algo bien distinto, dicho sea de paso— el volumen que desplazan ambas fuerzas tiende a ser parejo. La consecuencia de ello es que no podrán sacarse ventajas significativas en su disputa.

Triunfos y derrotas tácticas habrá de uno y otro lado, pero ninguna tendrá carácter estratégico. Hasta aquí las certezas. En cuanto a las incertidumbres, parece que cuatro se destacan del resto sin que lo expresado suponga, ni mucho menos, agotar el repertorio.

1) Nadie sabe, ni siquiera de manera aproximada, qué decisión tomará finalmente el ex–gobernador de Santa Fe y ex–corredor de Fórmula I que resulta algo así como la esperanza blanca del peronismo disidente.

Así como Carlos Menem en sus tiempos de esplendor era un provocador, Elisa Carrió una Casandra criolla, Néstor Kirchner un belicista nato, así también cabría decir de Reutemann que es, después de Hipólito Yrigoyen, el único hombre publico críptico, por naturaleza, que ha dado la política argentina.

Siendo así, las definiciones que necesariamente habrán de producirse en el peronismo, se acompasarán con los tiempos del santafecino y condicionarán, en no poca medida, las estrategias no sólo de la Casa Rosada sino también del resto de los justicialistas con aspiraciones presidenciales.

2) Es una incógnita qué puede llegar a decidir y cuándo la Corte Suprema de Justicia de la Nación al momento de tener en sus manos el caso acerca de la constitucionalidad o no del planteo que, oportunamente, hará Francisco de Narváez. Su trascendencia radica, como no podría ser menos, en que hoy es el político mejor posicionado, fuera de Julio Cobos, si se mide su imagen e intención de voto. No hay otro, actualmente al menos, que en las encuestas figure a la par de Kirchner en la interna del PJ y segundo del radical mendocino en una hipotética segunda vuelta.

3) Es un misterio cuándo votaremos para elegir al sucesor de Cristina Fernández. Formalmente, claro, todo indica que la fecha será octubre del 2011, con internas partidarias abiertas y obligatorias dos meses antes. Sin embargo, cualquiera sabe que la válvula de escape, si se complicase de manera irreversible la situación del país, sería el adelantamiento de los comicios, tal como sucedió el pasado año.

4) Si misteriosa es la fecha de las elecciones, qué decir de la ley que las reglamenta. Representa, para los analistas, un verdadero acertijo, cuya importancia no cabe desestimar. La reforma que acaba de votarse, en caso de llevarse a la práctica, beneficiaría claramente a los principales partidos del país a expensas de las agrupaciones menores.

Además, las consecuencias que podrían tener las internas abiertas, son difíciles de establecer en la medida que tanto pueden resultar beneficiosas para el matrimonio gobernante como un salvavidas de plomo.

Precisamente en función de tamaña certezas y de las incertidumbres señaladas es que deben analizarse, entre otras cuestiones, el cruce de declaraciones respecto de la inflación entre Hugo Moyano y Amado Boudou; la reunión de la presidente en Olivos con los gobernadores afines; la predisposición de tres senadores kirchneristas a votar junto al arco opositor la coparticipación de la ley del Cheque; el plan B del santacruceño para los comicios presidenciales, consistente en nominar a Daniel Scioli como candidato del oficialismo; el nuevo cortocircuito que se anuncia con la Iglesia en razón de las leyes que planea votar el kirchnerismo sobre temas tan ríspidos como el aborto y el casamiento de homosexuales y la relación bilateral con el Uruguay cuando próximamente se conozca el fallo de la Corte de la Haya. Felices Pascuas.

Mauricio Macri aprendió el domingo pasado que el interior del país no es la veleidosa Buenos Aires

martes, 30 de marzo de 2010

Por Ignacio Fidanza

Mauricio Macri aprendió el domingo pasado que el interior del país no es la veleidosa Buenos Aires. Todas sus certezas están ahora en discusión. El jefe de Gobierno porteño, envalentonado por las encuestas que le acercaba su consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quiso repetir en la capital mendocina el viejo atajo menemista de reemplazar trabajosa construcción política por el alquiler de alguna fama de ocasión.


El elegido no pudo ser más inconveniente. La versión edulcorada del macrismo fue que proponían como candidato a concejal por Mendoza un “joven deportista exitoso” como el corredor de rally Orly Terranova. Pero lo cierto es que el candidato además de corredor de suerte dispar, es el hijo y sobrino de los dueños de Publicidad Sarmiento, cuestionada firma que se quedó con una zona de la concesión del mobiliario urbano porteño.

Esta empresa, en cuyas negociaciones con la Ciudad participa activamente el joven Orly Terranova, tiene varios fallos judiciales en su contra acusada de haber presentado antecedentes falsos para ganar la licitación. Y pese a esto la administración macrista insiste una y otra vez en otorgarle el millonario negocio. Incluso, un legislador del PRO está procesado por las maniobras denunciadas y el ex ministro Juan Pablo Piccardo, arrastra no pocos problemas penales.

De manera que más allá del fondo de la cuestión, que lo resolverá oportunamente la Justicia, esta promiscuidad de concesionarios denunciados y candidaturas, le hace un flaco favor al mensaje de nueva política que intenta proyectar el PRO. Sería casi como si a Néstor Kirchner se le hubiera ocurrido candidatear a Cristóbal López o Lázaro Báez. Lo que está mal esta mal, de donde provenga.

En el macrismo esta apuesta venía recibiendo sordos cuestionamientos, pero la decisión provino de tan “arriba” que no llegaron a hacerse públicas. Incluso, sorprendió ver a Gabriela Michetti compartiendo en Mendoza el cierre de campaña junto a Orly Terranova y Macri. Es que esta diputada a hecho de la transparencia el eje de su discurso político. Y no sólo eso.

Luego de la polémica adjudicación del mobiliario urbano, Michetti recibió a un abogado quien le acercó una carpeta con documentación en la que quedaban expuestas las presuntas irregularidades para favorecer a los Terranova. “Esto es tremendo, lo voy a hablar con Mauricio”, prometió y nunca más se supo su opinión del tema, hasta que se la vio compartir el cierre de campaña mendocino.

El síndrome del 10 por ciento

Jorge Macri es hoy la cara de la derrota mendocina. Como suele suceder, siempre es más fácil golpear al mensajero. Aunque en este caso, el primo del jefe de Gobierno parece haber aportado lo suyo para obtener tan mal resultado (Orly Terranova quedó cuarto detrás de la UCR, el Partido Demócrata y el Socialismo, que se repartieron las bancas en juego).

Es que acompañado por el ex concejal peronista César Torres, Jorge Macri desembarcó en Mendoza con ínfulas poco apreciadas en el interior del país. Con la prepotencia del aparato publicitario y económico que desplegó la familia Terranova, el primo del jefe de Gobierno rompió un acuerdo firmado en el 2009 con el Partido Demócrata e impuso como primer candidato al joven corredor.

El resultado no puso ser más desafortunado: los demócratas mendocinos obtuvieron el segundo lugar con la misma lista que Jorge Macri rechazó por poco taquillera. Es verdad que Durán Barba alentó la jugada entregando encuestas que otorgaban a Orly el doble de los puntos que finalmente sacó (poco más del 9%).

Y esto también revela los límites de la construcción porteñizada del PRO. No parece una buena estrategia política para construir una fuerza nacional, guiarse por los consejos de gente que no conoce ni vivió en los distritos a conquistar. Así como Jorge Macri midió mal el arraigo del partido Demócrata en Mendoza, el estreno de Durán Barba como encuestador sufrió el mismo descalce.

En la noche de la derrota Jorge Macri “festejó” que de la nada el PRO mendocino haya obtenido casi 10 puntos. Seguramente fue la frase poco feliz de un político golpeado. No hay proyecto presidencial posible si la aspiración es ser una fuerza del 10 por ciento. A no ser, que la del 2011 se trate de una candidatura testimonial, en la larga marcha por construir una fuerza propia.

La estrategia de relevo

Lo cierto es que dos ideas pugnan en el macrismo desde su nacimiento a la política, en una tensión dialéctica que la realidad va resolviendo. Un sector considera inevitable un acuerdo con el peronismo o una parte importante de él, para llegar al poder. Cree que toda la construcción en torno a la sigla PRO debe limitarse a la Capital y no perder el tiempo ni enajenar eventuales aliados, impulsando desafíos en el interior del país, que como en el caso de Mendoza, sólo sirven a la larga para revelar la propia debilidad.

Es siguiendo esta lógica, que Macri ubicó recientemente a tres peronistas en posiciones de poder: Humberto Schiavoni jefe de campaña, Cristian Ritondo jefe del bloque de legisladores y Diego Santilli ministro de Espacio Público. Pero como suele suceder en el macrismo, esta línea de acción luego se enreda en los cantos de sirena de la “nueva política” que por lo que se ve, tiene muy pocas de las virtudes de la vieja y la mayoría de sus defectos.

Hombres inteligentes como el Secretario General Marcos Peña, creen que esa tensión debe mantenerse hasta el 2011, porque la sociedad percibe así que Macri es “distinto” al resto de los políticos y finalmente lo premiará. Es un discurso absolutamente válido: pero da la impresión que es sólo para la Capital Federal.

En la ciudad-vidriera del país los medios tienen un peso notable en la agenda pública y la gente fluye entre distintas expresiones políticas fugaces, al parecer harta de los partidos tradicionales. Pero eso sucede en la Capital, no necesariamente en el resto del país.

Desconocer el arraigo del Partido Demócrata en Mendoza revela una precariedad notable en el pensamiento de algunos de los asesores más cercanos al jefe de Gobierno.

Lo otro que demostró el caso Mendoza es que la popularidad de Macri en el interior del país –en gran medida producto de su paso por Boca- no es transferible a cualquier experimento electoral que se le ocurra hacer al laboratorio del PRO.

“Vamos a tener que barajar y dar de nuevo, si queremos tener chances en el 2011 hay que trabajar con el peronismo y las fuerzas políticas consolidadas en el interior. Y sobre todo, respetar los liderazgos y las idiosincrasias locales”, afirmó uno de los hombres que observan con más preocupación la endeblez de la propuesta pro-céntrica.

Por caso, en la campaña mendocina se llegó al grotesco de importar fiscales y autoridades de mesa de San Juan y la Capital Federal. Cuesta imaginar torpezas mayores para despertar el fastidio una sociedad conservadora y orgullosa de sus raíces como la mendocina.

Es que el macrismo cayó en Mendoza víctima de su propia glotonería. La idea original de armar el PRO en todo el país, o por lo menos la que empieza a crecer en estas horas, era ofrecerle a los peronistas enojados con Kirchner una herramienta para postularse. No caer en la ilusión de generar una opción nacional propia.

El “purismo” de algunos macristas, esconde en realidad la voracidad de un pensamiento político teñido del criterio de “propiedad privada”, que desconoce que aún experiencias mucho más exitosas como el primer peronismo, se afianzaron sobre fuerzas y líderes preexistentes.

Espejitos de colores y gestión

Sin embargo, dar por terminado el proyecto presidencial de Macri es tan infantil como festejar todas las ocurrencias del PRO. El jefe de Gobierno sigue siendo uno de los políticos con mejor imagen del país, para mal o bien tiene una experiencia de gestión para mostrar; y sobre todo, no pesa sobre su cabeza una impugnación constitucional.

Es ahí donde la estrategia de esperar a Francisco de Narváez al final del camino se torna viable. Es decir, si finalmente Carlos Reutemann decide apartarse de la pelea del 2011 y la Corte no habilita una postulación presidencial del dueño del diario El Cronista, a De Narváez –y eventualmente al propio Eduardo Duhalde- le van a quedar pocas opciones por fuera de Macri.

En ese marco, ayer Macri reveló buenos reflejos al lanzar la ofensiva contra los trapitos. Una iniciativa típica del populismo de derecha, que calza a la perfección con la identidad profunda de una ciudad que se dice “progresista” pero aplaude cualquier variante de “mano dura” que le presenten.

En el macrismo saben que no tienen los votos para aprobar una reforma al Código Contravencional como la propuesta, pero la tapa de los diarios de hoy -y las encuestas- revelan que la acción de reposicionamiento luego del traspié mendocino fue acertada.

Sin embargo, ayer ocurrió algo mucho más gravitante para la Ciudad que la discusión pavota sobre trapitos y “encapuchados”. El ministro de Hacienda Néstor Grindetti, uno de los funcionarios más eficaces de Macri, consiguió casi 500 millones de dólares de plata fresca.

Con ese dinero antes del 2011 seguramente se terminen entre 4 y 6 estaciones nuevas de subte, además de obras menores de infraestructura en hospitales y escuelas. Si Macri logra concretar esas acciones –ya no podrá apelar al lamento por la falta de fondos-, estará en condiciones de exhibir justo antes de las presidenciales el cumplimiento parcial de una de sus principales promesas de campaña.

Por supuesto que no alcanza –nunca alcanza en una sociedad con demandas largamente postergadas como la porteña-, pero es acaso una plataforma interesante para una candidatura presidencial, por ahora huérfana de una estrategia política nacional.

A quién le conviene la Reforma Política

Por Marcos Novaro


Que al gobierno le convenga o no usar las internas abiertas, es algo que aun está por verse. En el caso que Reutemann no compitiera, y lo hicieran en cambio figuras menores como Rodríguez Sáa, o demasiado desgastadas, como Duhalde (cuya voluntad de presentarse sólo se explica como invitación a otros a hacerlo), tal vez le convendría concretarlas.

Recordemos que la reforma le daría al gobierno un enorme poder para fijar el modo en que se aplicará en cada distrito cómo se distribuirán los lugares en las listas de legisladores. En consecuencia, el gobierno podría contar con la colaboración de los gobernadores, quienes no abandonarían abiertamente el barco. La reforma le serviría a éstos para seguir reproduciendo su poder, y a Kirchner para creer que puede hacerlo.

Ahora bien, si candidatos de peso se presentan por afuera de su estructura, y así participar de las internas los conduce a la ruptura abierta del PJ, entonces lo mejor es que no se concreten. En todo caso, la reforma podría aplicarse para candidatos nacionales y que sea Kirchner quien pague los costos.

El otro problema que el gobierno tiene que resolver es la cuestión de los desdoblamientos: si los gobernadores le ganan de mano a los Kirchner y adelantan sus comicios, volverán inaplicable la reforma para los cargos locales. Su autonomización respecto de lo que suceda con los candidatos nacionales será total.

La reforma puede ser usada para evitar esto, pero hacerlo puede llevar a un choque abierto con los gobernadores. Para evitarlo, adelantar las nacionales, con o sin internas abiertas mediante, parece convenirle más a los Kirchner.

Imaginemos en cambio lo que sucedería si Reutemann, o algún otro candidato con chances, se decidiera a competir por la candidatura del PJ. En ese caso claramente la reforma se volvería un tiro por la culata, y lo mejor sería que algún juez la suspendiera. Los rechazos a los vetos presidenciales podrían incluso ayudarlo. Y tendrían finalmente alguna lógica más que la mezquina de empiojarle las cosas a Solanas.

El problema podría ser, en este caso, cómo lograr que la reforma se detenga, si entre los adversarios se lograse una coordinación suficiente como para impulsarla. ¿Tendrían Cobos o Reutemann recursos a la mano para obligar al gobierno a poner en marcha la reforma? Sería difícil pero no imposible.

En vista a un escenario como este, lo mejor es que se sigan acumulando objeciones en la Justicia y el propio Congreso. Finalmente el resultado será que la convocatoria a elecciones y sus reglas de juego ad hoc se judicializarían, como está sucediendo con todo lo demás. Los jueces deberían mediar y tratar de encontrar una forma de dejar conformes a todos, algo que parece bastante difícil de lograr.

El gobierno amenaza con sacarle al Interior lo que recibe del fondo de la soja

Por Ricardo Roa



Llamativo: Cristina Kirchner les dijo a los gobernadores K que el del cheque es un mal impuesto y propondría derogarlo. Y contradictorio: hasta ahora el discurso oficial era que no pensaban ceder un solo peso de ese gravamen como reclaman varias provincias, porque eso desfinanciaba al Estado. Todo se entiende con otras palabras que la Presidenta también usó: "en el futuro" y según ande la economía (Promesas de Cristina para evitar rebeldías de los gobernadores K).


El del cheque es uno de los tantos impuestos que se sancionan por única vez y siguen para siempre. Hasta 2009 se prorrogaba de año en año pero entonces se lo extendió hasta diciembre del 2011, con la misma fórmula de reparto: 85% para la Nación y apenas 15% para las provincias. Por si no queda claro, todo continuará igual hasta que concluya el mandato de Cristina. Punto final.

Si este impuesto se coparticipara por completo, como empujan la oposición y algunos gobernadores peronistas, el Gobierno debería cederle a las provincias entre abril y diciembre unos 8 mil millones. Además de esta pulseada por la plata, hay otra enteramente política.

Randazzo adelantó en la reunión que de aprobar el Congreso una ley así, será vetada o le sacarán al Interior lo que recibe del fondo de la soja. Cualquiera de las dos cosas le trae altos costos al Gobierno.

Uno, obvio: si la ley es acompañada por legisladores oficialistas, quedará expuesta una fisura interna y la fragilidad de la base territorial kirchnerista.

El otro será un choque frontal con las provincias cuando pretendan tapar el agujero del cheque con dinero que ya envían por la soja.

Lo de Cristina suena a una promesa para que la cumpla otro gobierno. Igual que el debate que propone Kirchner por la coparticipación: tan largo como imposible de cerrar a corto plazo.

Todo muy parecido a tirar la pelota afuera.

El escorpión de los Kirchner

lunes, 29 de marzo de 2010

Por Osvaldo Pepe



Como en la fábula del escorpión, que sabiendo que se ahogaría si mordía a la rana que lo llevaba en su lomo a través del río, los Kirchner muerden aunque se ahoguen. Está en su propia naturaleza. Morder como sea, al precio que sea. La explicación habrá que buscarla más en su psicología como personas y en su concepción hegemónica del poder que en el rumbo de su administración.




Esa sabido que los opositores más duros, por ejemplo, han dicho que si hubiesen presentado a tiempo un proyecto de ley para el uso de las reservas, seguramente ya estaría votado. Pero eligieron morder. Como en el caso de la ley de medios, ahora suspendida y en un limbo judicial, con pronóstico de pantano indefinido. Prefirieron morder antes que acordar una ley que atendiera formas, reglamentos y reclamos opositores, que fueron muchos y variados.



Ahora mismo, vienen de una semana en la que han bastardeado el consenso más extendido de la sociedad argentina, como es el rechazo a las aventuras golpistas, génesis del fracaso argentino como Nación en el siglo pasado.

Es la primera vez desde la llegada al poder de los Kirchner que una conmemoración de la mayor tragedia política argentina encuentra una Plaza de Mayo dividida, copada por aparatos políticos y virtualmente huérfana de ciudadanos independientes.



La Presidenta y su marido se creen dueños y fundadores de los derechos humanos, pero no son ni Mandela, ni Mujica, que conocieron la cárcel en serio y no un par de días en una comisaría. Son apenas los Kirchner, que en dictadura, como cualquier ciudadano asustado, se refugiaron lejos del peligro, en este caso en el sur. Y se dedicaron a hacer dinero con la compra de propiedades, primer paso hacia su inmensa fortuna, de reciente y sospechosa multiplicación. También en este tema emplean una táctica conocida, de sello inequívoco: muerde, muerde, que algo queda.

La anemia de poder paraliza al kirchnerismo y a la oposición

El Congreso sigue paralizado. La gestión del Ejecutivo fue reemplazada por el declaracionismo y el principal problema, la inflación, ni siquiera figura en la agenda de los Kirchner.

Por Sergio Crivelli

Los italianos opinan que la mafia no es un problema, sino una desgracia, porque los problemas -una ecuación, un crucigrama- tienen solución, pero las desgracias, no. Y a la mafia -como está a la vista desde hace muchos años- no le encuentran solución.

Los argentinos podría decir otro tanto de la inflación con la que conviven -a veces de manera angustiosa- desde hace más de seis décadas sin conseguir más que alivios transitorios que, para peor, terminan en estallidos empobrecedores de prácticamente toda la sociedad.

Desde hace cuatro meses la inflación está comenzando a desbocarse otra vez. Anda por el 2% mensual, pero en esta ocasión la respuesta de las autoridades de turno es de una originalidad sorprendente: la niegan. ¿Por qué? Por al menos dos tipos de razones.

La razón más directa es política y es consecuencia de la debilidad. Además de perder las elecciones de junio y el control del Congreso, los Kirchner también perdieron la posibilidad de ser reelectos. Lo que hacen, por lo tanto, es ganar tiempo hasta el día en que traspasen el mando a un sucesor que tendrá que arreglarse con lo que reciba. La política en este momento atraviesa esa tierra de nadie en la que ningún sector tiene soberanía. No hay mando, no hay decisiones, hay parálisis.

El principal objetivo de los Kirchner es que no se disuelva la gobernabilidad antes de retirarse del gobierno. Se limitan, entonces, a trabar el funcionamiento del Congreso, donde una oposición fragmentada y sin conducción anda a los tropezones y es presa fácil de las maniobras más elementales. No pueden aprobar a libro cerrado, como hacía antes, más impuestos para achicar el déficit -principal causa de la inflación-, pero por lo menos muestran todavía recursos para impedir que la oposición les meta la mano en la "caja", fuente de toda razón y justicia. Si para hacer política en la era "K" hace falta dinero, el dinero devaluado dará poder devaluado.

El equilibrio de fuerzas que empantanó al Legislativo también traba al Ejecutivo. Después de los fracasos del verano para apropiarse de las reservas del Banco Central, Cristina Fernández se ha dedicado a la retórica. Emplea gran parte de sus energías en discursos en los que se autoelogia con entusiasmo y critica a la oposición que abarca a los políticos, a los medios y a los jueces que le fallan en contra.

La Presidenta cuestiona a los opositores porque dan conferencias de prensa. Lo hace desde el atril que no deja descansar ni un día. Da la impresión de que está continuamente despidiéndose, que quiere que la sociedad entienda que la gestión "K" fue excepcional y recuerde las acechanzas que debió soportar de las oscuras fuerzas de la reacción. Promete ilusoriamente perseguir a los represores hasta los tribunales internacionales. Convoca día por medio a epopeyas históricas. En ese contexto se entiende que la inflación sea vista como una minucia.

Mientras su esposa habla diariamente, Néstor Kirchner cuenta la tropa que le queda y opera. Convoca a gobernadores y piqueteros. Pasa lista para ver quiénes están empezando a tomar distancia. Busca una estrategia para digitar su sucesión, pero enfrenta dos factores adversos. Primero, el tiempo le juega en contra. Segundo, si no pone freno a la inflación, cualquier dirigente que se arrime al Gobierno perderá de inmediato la chance de ganar en 2011. Ni la épica podría evitarlo.

En este sentido las dudas interminables de Carlos Reutemann, las ilusiones poco realistas de Mauricio Macri, la vueltas de Francisco De Narváez para forzar la Constitución, la soledad de Eduardo Duhalde y la indigencia de los gobernadores que lo quieren heredar, no significa mucha ventaja. Su principal enemigo es la inflación y en esto también la parálisis refleja la inercia propia de una etapa terminal.

El segundo tipo de razones por la que los Kirchner dicen que no hay inflación es económico. Si la admitieran, deberían frenar su principal motor: el gasto público. En otras palabras, tendrían que ajustar. Pero eligieron fugar hacia delante y dejar que del ajuste se encargue otro. Pueden todavía controlar el tipo de cambio y después de la inflación viene siempre una período recesivo. Sólo creen que hace falta esperar. Esperar no exige mucho poder.

Entrevista a Emilio Monzó

Por Ignacio Fidanza

Emilio Monzó es parte de una generación que fuerza las fronteras partidarias entre el PRO, el partido de De Narváez y el PJ. Amigo personal de dirigentes como Felipe Solá, Sergio Massa y Diego Santilli, tiene la difícil tarea de construir una base territorial sólida detrás de la figura de De Narváez, justo cuando su líder amenaza con dejar la provincia par disputar la Presidencia. “Sergio Massa sería el candidato a gobernador natural de este espacio si Francisco va por la Presidencia”, arriesga.

¿De Narváez presidente, gobernador o jefe de Gobierno porteño?

Lo primero que tenemos que hacer es consolidar el triunfo del 28 de junio a nivel territorial y el territorio en el que triunfó de Narváez es la provincia de Buenos Aires. Hay que trabajar en los municipios en los que ganamos donde tenemos potenciales intendentes. La prioridad tienen que ser la provincia porque el triunfo fue allí. Lo de la Capital lo descarto, es una especulación producto de enfrentamientos con Mauricio Macri.

También surge como opción por el supuesto miedo de De Narváez a gobernar la provincia...

No, creo que es producto de la posibilidad que hoy esta explorando De Narváez para poder ser candidato presidencial y esta decisión produce especulaciones de otros actores que no quieren su competencia a nivel nacional. Descarto plenamente la idea de la Capital Federal como objetivo político. Sí queremos terminar con la incertidumbre de si puede o no ser candidato presidencial.

¿Y esto no impacta en el trabajo de afianzar la estructura en la provincia, ya que si termina de candidato a presidente habría que replantear todo?

Si, negar el impacto sería negar lo obvio. Produce incertidumbre en el dirigente que ya tenía el gobernador. Ahora hay que pensar una alternativa. Pero la política es así, de hecho lo que tiene de entretenida es el cambio de escenario permanente.

¿Es posible en ese escenario un acuerdo con Sergio Massa?

Hay varias posturas en nuestro espacio. En mi criterio Massa sería el mejor candidato y el mejor gobernador de la provincia de Buenos Aires. Sería el reemplazante natural en caso de que la Corte Suprema falle a favor de la candidatura presidencial de De Narváez.

¿Y esta idea de Gabriela Michetti pasando a la provincia?

Es el mismo disparate de pensar De Narvaez jefe de Gobierno. Es producto de especulaciones de sectores internos que tienen intereses particulares y no generales. Ella esta consolidada como alternativa en la Ciudad de Macri si se postula como Presidente, que creo lo va a hacer. Por lo tanto, es un desgaste que le provocan a su figura.

¿Cómo les cae esta actitud de Macri, Duhalde y otros de afirmar “De Narváez no está habilitado”, en vez de asimilarlo y dar la competencia?

Me hubiera gustado que Mauricio opinara en este último sentido, pero voy a trabajar arduamente para que él y De Narváez estén en un proyecto juntos. Creo que no hay posibilidad de cambio si De Narváez, Solá, Macri y Duhalde no están juntos al final de este camino. A Duhalde lo veo como una persona consolidada en la política que nos genera a todos nosotros la confianza de quien puede llegar a ser el articulador de las diferentes intenciones de estos nuevos actores. Es la gran oportunidad que tiene la Argentina de que estas cuatro personas en una mesa se pongan de acuerdo y demos vuelta la página. Si esto no sucede estamos favoreciendo otros alternativas.

Creo que las reacciones que estamos viendo son previsibles ante la sorpresa porque surge algo que desacomoda lo que parecía ordenado. Pero la verdad es que los escenarios cambian y el resultado electoral instaló a Francisco como presidenciable. Estas expresiones son poco felices, pero en el trayecto creo se va a entender que hay un actor mas y esto es mejor para el espacio.

¿Por qué no incluye a Reutemann en este equipo?

Descarto a las personas que no tienen una voluntad mostrada, para esto hay que tener ganas. Kirchner está donde está porque tiene ganas, voluntad, da pelea. Los ministros dan pelea, De Narvaez no para, Felipe Solá no para en el Congreso, Macri con responsabilidades de gestión, Scioli lo mismo. Todos nosotros somos actores de una situación difícil del país. Ahora quedarme en un campo, especulando con mi fama de corredor y generando un misterio…por supuesto que en la incertidumbre el misterio genera tensión. El resto de desgasta y el misterio pasa a ser protagonista. Pero yo no quiero un misterio para Presidente. Seguimos soñando con el personaje que se baja del Fórmula I y maneja el país. Yo lo sumaría a esta mesa si aparece y empezamos a conocerlo.

Es muy fuerte lo que dice porque hace poco fue tapa de los diarios el encuentro De Narváez-Reutemann y hasta la posibilidad de una fórmula compartida.

Es mi opinión personal, una persona que juega al misterio no me seduce como candidato a Presidente.

Si todos participaran de una eventual interna del PJ, la discusión se resolvería fácil…

En el PJ ya tenemos experiencias históricas sobre este tema. Cuando el partido está cerrado y no quiere crecer, el peronismos ale por afuera y lo resuelve con votos en las generales. Es decir que sino hay reglas de juego muy claras este espacio no va a jugar por dentro.

Se especula con un acuerdo secreto con Kirchner para que De Narváez se presente en la interna del PJ y el ex presidente a su vez movería sus “influencias en la Corte Suprema para que lo habiliten. Aunque es justo decir que estas “influencias” de Kirchner sobre la Corte ultimamente están en duda.

Todas estas versiones son producto de la decisión de Francisco de ser candidato a presidente. Es un disparate pensar que existe un acuerdo de De Narvaez con el gobierno, ni de cerca. Por supuesto que acá hay actores con muchos años de militancia en el peronismo que nos podemos juntar a hablar, conversar con amigos de años que hoy están en el kirchnerismo, a pesar de la intención de los Kirchner de que todo sea blanco o negro. Ahora, esto no significa que haya un acuerdo.

¿A qué atribuye este crecimiento político de De Narváez?

A varios factores, en primer lugar a su perseverancia. Siempre recuerdo que en el 2005 yo era intendente de Carlos Tejedor y un día lo veo sólo en un bar de mi pueblo hablando con una periodista. Me pregunte: ¿Qué hace este hombre sólo a 500 kilómetros de la Capital, sólo en un bar en una tarde de siesta? Pero él siguió. A cualquiera de nosotros esa soledad nos hubiera llevado a revisar lo que hacíamos, pero él siguió. Por eso destaco su perseverancia.

¿O sea que esta disciplina de campaña permanente que tiene De Narváez le parece útil?

Lo hizo Alfonsín, lo hizo Menem, lo hizo Duhalde y lo ha hecho Felipe Solá en la provincia. Sirve porque permite conocer los actores y deja de ser un actor meramente virtual o mediático.

Pero también hay que reconocer que la proyección de De Narvéaz se da por las circunstancias nacionales. La dilapidación política que han hecho los Kirchner, como no se ha visto en la historia argentina. Una dilapidación que tiene mas que ver con las formas que con el fondo. Su concepción del poder como algo propio. No me olvido cuando Kirchner se toca los testículos al jurar como senador Carlos Menem. El era presidente y juraba como senador nacional un ex presidente. Eso que causó risa, revela que a esta gente no le importan las instituciones. Y esto proyecta a De Narváez como el actor principal para enfrentar este atropello a los instituciones, porque ya le ganó. Lo ven como el hombre para derrotar a Kirchner.

¿Y cuanto le deben a Tinelli en este crecimiento?

La política espectáculo es importante hoy en el mundo en cualquier campaña. Lo fue en la de Obama, en la de Sarkosy y nosotros somos ajenos a esta tendencia. Vivimos la política espectáculo y los hombres del espectáculo son los candidatos. Creo que hoy nos administra el último eslabón de la dirigencia predemocrática.

Me hubiera gustado que cuando Duhalde le ofreció la presidencia a Felipe Solá este hubiera aceptado. Hoy tendríamos otro país, a la altura de los países vecinos. Pero no fue así y finalmente aceptó el que no tenía nada que perder. Kirchner había perdido todas las internas, nunca había tenido posibilidades de entrar a la vida política nacional, ni siquiera a la de la provincia de Buenos Aires. Estamos ante el último eslabón, ante una persona con las características de un derrotado, una persona dolida, resentida. Entre esa dirigencia que se va y la que viene hay una brecha, producto de la falta de popularidad de los dirigentes que venimos militando hace años, que es cubierta por los fenómenos populares de los noventa: Scioli, Macri, De Narváez, Reutemann.

El tema es que esto hay que anclarlo en lo territorial, porque sino es difícil enfrentar un gobierno como el de Kirchner que si tiene un liderazgo consolidado, con el Estado de su lado, y dando todas las peleas a matar o morir. Los que están enfrente están agarrados de los títulos de los medios, con el riesgo de terminar su carrera política.

¿No es un riesgo un De Narváez presidente, ya que se trata de un hombre sin experiencia de gobierno?

Tuvo experiencia de gestión empresarial y es exitoso en lo que emprendió. Además, es una persona segura, al revés de Kirchner que es un inseguro que se rodea de empleados. De Narváez está buscando todo el tiempo rodearse de los que han demostrado éxito en la sociedad, busca a los mejores sin que le plantee un problema que cada uno en su materia sepan más que él.

¿Está entonces decidido De Narváez a buscar el fallo de la Corte y pelear la Presidencia?

Totalmente decidido, van a presentar un pedido de certeza ante la Corte Suprema para que defina si puede ser candidato a presidente.

Ahora, la Corte no tiene plazos para fallar, de manera que podría recibir este “pedido de certeza y no fallar hasta después de las elecciones ¿Se imaginan ese escenario?

Es efectivamente el principal problema. La Corte puede decir en abstracto no fallo o hacerlo después de la elección como hizo con las testimoniales. Esperemos que este a la altura de las circunstancias y falle inmediatamente para darle certeza no a De Narváez sino a gran parte de la sociedad que ve a De Narváez como una esperanza para el 2011. Sería sano que rápidamente se expida por el si o por el no.

“Hay que rever el presupuesto, mirar en qué se gasta la plata y después hablar de las reservas para pagar la deuda”, dijo Solá

Por Prof. Dr. Ricardo Petrissans Aguilar

El Gobierno está dispuesto a renunciar a los principios, pero no a la plata. Sólo una ironía de la historia podía encontrar juntos al matrimonio Kirchner y al senador Carlos Verna, que se aborrecen desde hace, puntualmente, diez años. La Presidenta anunció su apoyo al proyecto de ley de Verna, que reemplazaría al decreto de necesidad y urgencia que le permitió al Gobierno llevarse buena parte de las reservas, pero no derogó esta medida excepcional. La plata “ya está”, como dijo Aníbal Fernández, aunque hayan usado la puerta que les abrió Verna.


La fragmentación de la política aparecía detrás de cualquier puerta que se entornara. La propia Cristina Kirchner no se privó de responderle a un mesurado documento de la Corte Suprema, en el que sólo le recordó que la Justicia debe velar para que las leyes sean iguales para todos (incluidos los que mandan). A las muchas acusaciones que la Presidenta ya les ha hecho a los jueces, se sumó la de censurar. Cristina Kirchner reivindicó su derecho a opinar, pero los jueces estaban hablando de otra cosa: le recordaron el equilibrio emocional que debe existir en las expresiones de una jefa del Estado.

Las embrionarias negociaciones senatoriales habían entrado en vía muerta (más en la muerte que en la vía), pero el Gobierno había conseguido unos días adicionales de vigencia para su polémico DNU. “El Gobierno busca alargar los plazos por sólo una semana. Me preocupa qué hará durante esos días”, había espoleado, temprano, uno de los jefes opositores de los diputados. Las sospechas de los diputados opositores caían en las figuras de los senadores opositores Gerardo Morales y Adolfo Rodríguez Saá.

En verdad, los senadores sólo habían acordado rectificar algunos excesos de la semana anterior. Uno de ellos era el de no escuchar a la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, aun cuando ésta había sido citada, pero en el término perentorio de menos de una hora. La otra rectificación no tenía el consenso de la oposición. Los senadores opositores aceptaban un empate con el oficialismo en la comisión supervisora de los DNU, pero varios líderes de los diputados estaban en desacuerdo con eso. Para éstos, diez legisladores de la oposición y seis del oficialismo (entre senadores y diputados) dentro de una comisión bicameral con 16 miembros totales era la correlación justa de las fuerzas parlamentarias.

Sea como sea, ni el Senado ni Diputados contaba con despacho de comisión que los habilitara para tratar esta semana el decreto de necesidad y urgencia sobre las reservas.

Los vaivenes del oficialismo, entre aproximaciones y lejanías, habían paralizado el tratamiento de la cuestión de fondo de la crisis política e institucional argentina. Esto es: qué hará la oposición con la decisión del Gobierno de manotear las reservas para pagar la deuda pública y quién y cómo se haría cargo de achicar el enorme volumen del gasto público.

El Gobierno paseó a los opositores con largas conversaciones sobre la integración de comisiones o la citación a Marcó del Pont, pero nunca se metió de lleno en el asunto cardinal del conflicto.

La sorpresa la dio la Presidenta cuando suscribió el proyecto de ley de Verna, sin derogar el decreto de necesidad y urgencia vigente.

La única voz tajante en esa dirección la había dado el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que declaró públicamente que su gobierno estaba amparado por los derechos adquiridos y que la plata “ya está”; ya está en poder del Gobierno.

Le importaba poco lo que decidiera el Congreso. La oposición tuvo entonces el argumento perfecto para dar por concluida las negociaciones, pero dejó pasar la oportunidad. Fisuras notables se abrieron entre los opositores. “El proyecto de Verna no le saca nada al Gobierno”, disparó Felipe Solá.

El jefe de los diputados radicales, Oscar Aguad, pidió ante el comité nacional de su partido que no se personalizaran los liderazgos opositores. Aludía a Gerardo Morales. Usó buenos argumentos: los movimientos de la oposición deben ser horizontales (por las contradicciones y fragmentaciones que conlleva ya de por sí), para evitar que cualquier intento de liderazgo personal termine espantando al resto y atomizándola aún más.

Felipe Solá suscribió la posición de Aguad. Ambos creen, además, que sólo el rechazo rápido del decreto de necesidad y urgencia sobre las reservas lo obligaría al Gobierno a enviar de vuelta al Congreso el presupuesto de este año.

“Hay que rever el presupuesto, mirar en qué se gasta la plata y después hablar de las reservas para pagar la deuda”, dijo Solá. Era la misma posición de Aguad.

Entraban en la médula del problema: el desenfrenado gasto público, el más grande de la historia medido según su relación con el PBI. Sólo que, tal vez, ya era tarde.

Julio Cobos está acostumbrado a que le quiten la silla y lo dejen sin funciones en su vida de político. Es lo que los Kirchner han hecho con él desde antes de que declarara la muerte de la resolución 125. Pampuro se encontró con el mismo destino de Cobos. Los Kirchner lo sacaron de la negociación que él mismo había iniciado.

Nunca le avisaron nada personalmente; Pampuro se enteró del desplazamiento porque leyó en los portales de Internet de los diarios las declaraciones de los funcionarios nacionales. Ese fue el relato que el presidente provisional del Senado les hizo ayer a varios senadores. Se manifestaba, al mismo tiempo, ofendido y maltratado por el gobierno nacional.

Sin embargo, la decisión de los Kirchner de dejar afuera a Pampuro tiene un sentido según la lógica de los gobernantes. El senador bonaerense es un político que cuida su fama de interlocutor fiable de todos los sectores parlamentarios; de hecho, él estaba negociando con la oposición una salida consensuada para la crisis cuando se quedó sin trabajo.

Los Kirchner necesitan, en cambio, hombres duros, dispuestos a confundir y a distraer a los opositores en el tiempo que dura un café. Es cierto que pierden la confianza de la oposición. Pero ¿qué importa?

Ninguna estrategia del kirchnerismo está pensada para más allá de la próxima semana.

Una semana de mentiras que irritan a la sociedad

domingo, 28 de marzo de 2010

Acostumbrados a la gimnasia propagandística que difunde uno, dos y hasta tres discursos diarios cargados de mentiras, odio, autoelogios y descalificaciones, en medio de unas pocas verdades, la mayoría de los argentinos masculla la bronca que luego se traduce en la imagen negativa del matrimonio presidencial.


Aún no conformes con una oposición tan desparramada como surgió de las urnas, se mantiene el sostenido rechazo hacia la actitud gubernamental, sus formas y muchas veces del fondo de las cuestiones públicas.

Sin embargo los Kirchner están empecinados en redoblar su estilo de conducción, confiados en que retener el 20 ó 25% de apoyo popular será suficiente para seguir vigentes cuando gane la oposición.

Para ello necesitarían que quién los reemplace sea lo suficientemente torpe como para gobernar peor y zafar de las innumerables denuncias judiciales de corrupción a las que serán sometidos por la falta de lealtades políticas que supieron sembrar.

La experiencia Argentina indica claramente que todos los ex presidentes que intentaron volver al poder no lo pudieron lograr, aún siendo mucho más carismáticos y queridos como lo fueron Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

Sabedores de ello quizás imaginen que el descalabro económico que dejarán para el 2012 será de tal magnitud, que quien asuma el gobierno perecerá en el ajuste y la inflación. De ahí a recordar la bonanza de la primera presidencia de los Kirchner habría un paso.

Sin embargo, el escenario internacional para la Argentina cambió definitivamente de la mano del crecimiento irreversible de China, India, Brasil y muchas otras naciones que nos aseguran buenos precios internacionales para nuestras materias primas.

Por difíciles que parezcan los tiempos hoy y por desaliñadas que se encuentren las imágenes de los candidatos a suceder a los Kirchner, felizmente el futuro es promisorio con un mínimo de sentido común aplicado a la gestión gubernamental.

Entre las mentiras más sobresalientes de la semana se entrona el discurso presidencial en la Esma, que lejos de recordar a las victimas del terrorismo de Estado y de las bandas guerrilleras, se convirtió en un mísero acto político partidario llevando la confrontación y la ira al extremo del ridículo.

En vez de valorizar la recuperación de la democracia que es el punto de unión de todos los argentinos, la Presidenta embistió contra la oposición, la Justicia y los medios de comunicación, incluso hasta usar el caso de los hijos de la dueña de Clarín con un mal gusto pocas veces visto.

Ejerció una vez más la manipulación política de la defensa de los derechos humanos, en una sobreactuación propia de aquellos que tienen que exagerar para pertenecer a causas que nunca abrazaron en su larga trayectoria.

El uso político de los derechos humanos sólo puede causar repugnancia, como lo afirmó el ex fiscal del juicio a las Juntas Militares, Julio Strassera, pero el freno de las causas judiciales para eternizar el escarmiento que denunció, es un acto maquiavélico que debe ser investigado.

Según Strassera, los actuales procesos judiciales por delitos de lesa humanidad durante el período 1976-1983 se demoran porque al gobierno nacional “políticamente le conviene la prolongación de los juicios, tenerlos y tenerlos y agitar y agitar y no terminarlos. Ya podrían haberlos abreviado y sentenciado”.

Mientras insistamos en mantener abiertas las heridas, que no es lo mismo que tener memoria sobre lo ocurrido, perderemos un valioso tiempo que deberíamos dedicar a mejorar las calidades de la democracia que tanto nos costó recuperar.

La inflación que no existe

Desde la mentira del discurso oficial hemos escuchado que la inflación no existe y que jamás harán un ajuste contra el pueblo, enrostrándole a la oposición ser los causantes en el pasado de todos los males de la Argentina.

Omiten, obviamente, que el kirchnerismo y sus funcionarios participaron, no solamente de todo el gobierno de Menem al que aplaudían a rabiar junto a Domingo Cavallo, sino que muchos también ejercieron cargos ejecutivos y políticos durante el gobierno de la Alianza.

El mensaje es contradictorio en sí mismo, puesto que si no hay inflación de dónde surgiría la necesidad de un ajuste económico.

La verdad, llegó de la boca de uno de sus aliados. Hugo Moyano se apuró a desmentir al ministro de Economía asegurando que la presencia de la inflación es innegable. Luego le tiraron las orejas y aclaró que peor sería perder los empleos.

Otra verdad surge en las remarcadas góndolas de los supermercados que hablan a las claras que el ajuste ya empezó y de la peor forma: destruyendo el poder adquisitivo de los más pobres.

El canje milagroso

Pero las mentiras seguían cayendo de la boca de los funcionarios y llegó el ministro de Economía a la Cámara de Diputados, para pintar un escenario de extraordinario bienestar económico en el futuro, ése que ya nos habían prometido.

Es que todo se solucionará con el denominado canje de bonos de la deuda externa, que hasta el día de hoy nadie sabe los detalles de su letra chica, aunque escrita por quienes han hecho de la corrupción y la mentira su forma de gobernar, seguramente se transformará en un nuevo engaño.

Pero ¿cómo creerles algo si nos dicen que es imprescindible para el crecimiento argentino salir del default, del que ya habíamos salido definitivamente hacía unos años –reabriendo el canje de deuda que nunca se iba a reabrir– para poder acceder luego al mercado voluntario de crédito, del que nos habíamos retirado porque era malo para nosotros acceder a ese mercado? ¡Un psicólogo por favor!

Las mentiras descaradas sólo logran irritar a la población que con una infinita paciencia está colaborando para mantener la paz social, conocedora de que es lo más recomendable para que el Gobierno concluya su mandato y la oposición asuma luego. Es la lógica de la democracia que aprendimos.

Que no insita el Gobierno en la profundización del ajuste inflacionario porque será muy difícil que concluya decorosamente su mandato.
 
Fuente: El Liberal

Los planes de Los Kirchner

Por Eugenio Paillet



Los despachos y algunas covachas del oficialismo se llenaron, en los últimos días, de rumores y versiones. ¿De qué hablan? De la candidatura de Néstor Kirchner para 2011, de la posibilidad de que sea finalmente Cristina Fernández la que decida ir por la reelección, previo acuerdo de alcoba. Y hasta se ha llegado a escuchar alguna alquimia estrambótica: que la fórmula del kirchnerismo para el año que viene la integren los dos. "¿Una fórmula Néstor-Cristina? Y por qué no?", descerrajó, sin rubor, uno de los hombres que suelen trajinar los pasillos de la Casa Rosada.


Esos murmullos de difícil comprobación pública, por la cerrada decisión de las fuentes de hablar en privado, han ido de la mano de otros que han regado, por estas horas, no sólo los dominios del oficialismo sino campamentos de la oposición y hasta oficinas de observadores y analistas políticos.

Se dice que los Kirchner podrían planear adelantar las elecciones presidenciales previstas para octubre del año venidero. Y que, en ese marco, sería una perfecta utopía suponer que la nueva ley Electoral se pondría en marcha, lo que, como primer dato a la mano, significaría, lisa y llanamente, la defunción, antes de nacer, de las internas abiertas y simultáneas votadas por el Congreso.

Para no pocos de esos confidentes, las elecciones presidenciales se adelantarían al mes de marzo de 2011. Para voceros de la oposición, la jugada podría suceder frente a una crisis política y económica como la que se estaría incubando pese a la fantasiosa propaganda oficial, que apuraría a los Kirchner a pegar ese manotazo, para evitar una debacle mayor del gobierno de Cristina Fernández.

Curiosamente, en recovecos del kirchnerismo, no se descarta de ningún modo esa estrategia. Pero se dice que sería exactamente al revés de como lo plantean sus enemigos: el nuevo manotazo al cronograma electoral debería ocurrir para aprovechar el mejor momento económico y político del gobierno, que sobrevendría hacia fines de año, como consecuencia de un crecimiento otra vez a tasas cercanas al 8 por ciento y de medidas que potenciarán las inversiones y la mejora de la imagen internacional del país, como consecuencia de, al menos, dos supuestos: los beneficios en el tiempo que dejará el canje de la deuda con los bonistas que no adhirieron al plan de 2005, y, en el orden interno, un aumento exponencial de los planes sociales que distribuye Alicia Kirchner y la sanción, antes de fin de 2010, de una nueva ley de Coparticipación Federal.

El colofón de semejante parafernalia ha sido, y de ningún modo por casualidad, la salida de esta semana a los medios del jefe de gabinete, Aníbal Fernández, a defender, sin que nadie le pregunte, la posibilidad de ningún modo descartada de que Néstor o Cristina sean candidatos presidenciales. El lenguaraz quilmeño se permitió, además, un desafío: dijo que si uno de los dos integrantes de la pareja de Olivos se presenta a competir por el cetro presidencial, ganará sin necesidad de ir a una segunda vuelta.

Aníbal ha salido al ruedo en el marco de una estrategia que no reconoce un gramo de improvisación. Lo ha hecho en medio de un verdadero vendaval de candidaturas, reales o en ciernes, que, desde el oficialismo y la oposición, se han planteado en estos días, como si todos a la vez hubiesen entendido que una carrera para la que cualquier análisis racional permite afirmar que falta mucho tiempo, hay que empezar a correrla ahora mismo. Pruebas al canto: en apenas dos semanas, los probables protagonistas de aquella pulseada por el sillón de Rivadavia, reales o supuestos, con chances o sin ellas, han reconocido en más o en menos esas aspiraciones.

Carlos Reutemann y Francisco de Narváez dejaron trascender graciosamente los detalles de un encuentro de ambos en Santa Fe que muy bien pudieron mantener, de haberlo querido, en secreto. Se ha hablado, públicamente o en reservado, de la posibilidad de una fórmula compartida, si es que la Corte Suprema habilita al empresario de origen colombiano, y si es que, finalmente, el ex piloto acaba con sus dudas eternas y se decide a competir. De Narváez ha dicho, a su vez, que no tendría empacho en ceder en sus aspiraciones (una vez habilitado por el máximo tribunal) y acompañar a Lole en una fórmula del peronismo disidente o federal, como gustan llamarle ellos.

Eduardo Duhalde está más lanzado que nunca a plantear ahora mismo su propia candidatura presidencial. En sus cuarteles, dicen que no se trata de una chicana para amargarle la vida a Kirchner. "El Negro ha decidido que su candidatura es, a estas alturas, imposible de soslayar", dijo uno de sus punteros, en oficinas frente al Congreso. El ex presidente interino esperaría, en el peor de los casos, a formalizar en los hechos su idea de una gran mesa de diálogo, para plantar las bases del desarrollo del país en los próximos veinte años, antes de oficializar su postulación, que, de todos modos, en su entorno, nadie discute. En todo caso, lo que analiza el hombre de Lomas de Zamora es la integración de la fórmula. Nadie ha tirado nombres al voleo. Y si Duhalde tiene in pectore ese nombre, no se lo ha soltado a ninguno de sus confidentes.

En el radicalismo, todos dan por descontada la candidatura presidencial de Julio Cobos. Pero, en los últimos días, creció la posibilidad de que el senador Ernesto Sanz se sume a esa grilla. El legislador mendocino no ha desactivado esos comentarios, que empezaron a tomar forma durante aquella reunión de las autoridades partidarias que se realizó, en febrero último, en la ciudad de Córdoba, a la que también asistió el vicepresidente de la Nación. Esta semana, en consonancia con aquella catarata de pronunciamientos, se volvió a mencionar la posible postulación de Sanz. Y hasta se dijo, en pasillos senatoriales, que tampoco habría que descartar una candidatura del titular del partido y senador por Jujuy, Gerardo Morales.

Por si faltase algo, el miércoles, apareció en escena el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien plantó con todas las letras que no descartaba ser candidato a presidente en 2011. Dijo que no le asustaba ese desafío, y hasta desgranó un comentario sobre sus cualidades que, seguramente, no deben haber caído nada bien en las alcobas de Olivos. "Yo sé cómo gobernar un país, porque lo hice durante cinco años".

Los jefes de gabinete, y no desde ahora, suelen arrogarse a veces, y no exentos de dosis de altivez, que la Constitución descarga en ellos la responsabilidad de la administración del país. Y a eso parece haber recurrido Alberto F. con tan ingenioso eslogan de campaña. Le faltó decir que, cuando resolvió abrirse apenas un poco de las directivas que emanaban de la residencia de Olivos, o supuso que podía gestionar con algo de luz propia, fue echado del cargo sin demasiados miramientos.

En otro cerrado lote, para completar el cuadro, habría que mencionar a quienes, en los últimos tiempos, también han hecho profesión de fe de candidatos presidenciales. Felipe Solá, del Peronismo Federal, y los oficialistas Jorge Capitanich, José Luis Gioja, el salteño Juan Manuel Urtubey, con alineamiento crítico, y hasta el entrerriano Sergio Urribarri, todos atados al carro de Olivos y a lo que dispongan sus jefes.

José Manuel de la Sota ha dicho a sus íntimos que su acercamiento de los últimos tiempos a Néstor Kirchner tiene como objetivo prepararse él también para ser ungido con una postulación por el santacruceño. Daniel Scioli ha debido, asimismo, responder, por estas horas, acerca de su candidatura. De si será el postulante del Frente Para la Victoria, para el caso de que ni Kirchner ni Cristina Fernández se presenten.

El gobernador sabe que la pareja presidencial lo considera el principal postulante a esa candidatura, si es que ellos se bajan. Pero esta semana ha respondido con una frase que tiene algo de enigma, aunque no tanto: "Mi pensamiento está únicamente puesto en la provincia". Ya es un secreto a voces, en despachos platenses, que el gobernador preferiría ir por su reelección, y que, de algún modo, esos mensajes, como el de la declaración periodística de esta semana, pretende que lleguen a Olivos. Pero tampoco hay dudas de que un reclamo, basado más en la necesidad que en la oportunidad, de la pareja a la que demuestra ciega obediencia, lo haría cambiar de planes.

El gobernador socialista santafesino, Hermes Binner, es, tal vez, el único que, por estos días, ha guardado silencio en torno del tema que se ha subido al primer lugar de la agenda de los políticos. Pero la probabilidad de una candidatura presidencial suya en 2011, al frente de una coalición del socialismo y partidos afines, sigue firme, aunque sin tanto barullo como en los casos anteriores.

A la par del apuro por el lanzamiento de candidaturas, puede decirse que la inflación será el otro gran tema del año que se inicia, y que seguramente tendrá alta incidencia en los discursos de tan temprana campaña electoral.

Desde el gobierno, lo menos que se quiere es que, justamente, la impresión de un alza constante y sin control de los precios, que niega con una tozudez digna de encomio, se instale en el centro de la escena. Una probanza salta a la vista: Hugo Moyano salió como un rayo a responderle a Amado Boudou, quien, en línea con aquella impronta matrimonial, insistió en el Congreso con la cantinela según la cual no hay inflación sino "tensión" en algunos precios. Y le recordó que, como decía Perón, "la única verdad es la realidad".

Y la realidad, dijo y después hasta lo puso en un inusual comunicado oficial de la CGT, es que hay un proceso inflacionario que nadie puede negar. Ocurrió lo que otras veces: 24 horas después, el líder camionero debió bajar el tono, por reclamo de Olivos, y cambió el discurso. Hasta dijo que un poco de inflación no le viene nada mal a los argentinos. "¿Qué nos queda si Moyano sale a decir que hay inflación?", justificó la voltereta un funcionario con despacho en la Casa Rosada.

En verdad, el camionero obró sin inocencia alguna y en beneficio de sus propios intereses. Aceptó la marcha atrás que le reclamaron los Kirchner, pero dejó instalado en el colectivo social y sindical que las discusiones paritarias en marcha y por venir saltarán muy por encima del 19 por ciento de aumento que sugería el gobierno y clamaban no pocas centrales empresarias. Hoy, la realidad es que ningún convenio se pelea por debajo del 23 o 24 por ciento. Y hay gremios que arrancarán por encima del 30 por ciento, como metalúrgicos, mecánicos y gastronómicos. Moyano hizo su buena contribución a ese estado de profunda incertidumbre con la que los hombres de negocios miran ahora el marco de discusión con las comisiones internas.

El gobierno negará la inflación no sólo por cuestiones de conveniencia política, sino por convicción: desde la presidenta para abajo, la bajada de discurso es que la inflación no existe. No es un problema al que haya que abocarse.

Especialmente, porque la cerrazón sobre la cuestión generaliza un discurso que puede ser escuchado en despachos de la Casa Rosada o del ministerio de Economía: "No hay inflación, y, si la hubiera, no vamos a salir con un remedio que es peor que la enfermedad, como son los ajustes o el enfriamiento de la economía, como nos proponen los economistas de la oposición".

No importa que las principales cámaras empresarias hayan alertado, en los últimos días, sobre el proceso inflacionario y las nulas perspectivas de inversión que esa visión genera en la mayoría de sus empresas. O acerca de que existen en verdad remedios a la mano, como una baja sustancial del gasto público, que creció de manera exorbitante en los últimos cinco años, siempre dedicado a mejorar el clientelismo político.

"Lo primero que tiene que hacer el gobierno para salir de la crisis es reconocer que tiene un problema de inflación", planteó, desde el país real, el titular de la Asociación Empresaria Argentina, Jaime Campos. No será escuchado. Y hasta es probable que algún "ultra" del oficialismo lo acuse de destituyente...

El argumento legal de Francisco de Narváez no resiste el menor análisis

Por Jaime Durán Barba


Las constituciones de todos los países latinoamericanos exigen que sus candidatos a presidente hayan nacido en el territorio nacional o que sean hijos de ciudadanos del país. Francisco de Narváez nació en Colombia, sus padres son colombianos, y la Constitución le impide ser candidato presidencial.

Su único argumento legal, que la Argentina es signataria de la Convención Interamericana de Derechos Humanos de San José de 1969, no resiste el menor análisis.

Sus abogados invocan el inciso primero del artículo 23 de este tratado, que dice que todos los ciudadanos de los países signatarios deben “tener acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país”, pero no mencionan el segundo, que dice que “la ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, por razones de edad, nacionalidad, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente”.

Todos los países firmantes exigen que los candidatos tengan una edad mínima, y prohíben que personas con graves trastornos mentales puedan ser candidatos. Los niños y los locos, al menos los clínicamente declarados, no pueden ser candidatos.

Sin excepción, los países suscriptores de este convenio exigen que quien aspire a la Presidencia de la República tenga la nacionalidad por nacimiento o sea hijo de padres nacionales. La disposición de la Constitución argentina es clara en este sentido, y la Convención de San José, cuando se lee completa, confirma su validez.

Si los jueces resuelven el caso de Francisco de Narváez guiados por la ley, no hay ninguna posibilidad de que sea candidato presidencial.

Más allá de lo legal, la decisión de Francisco de ingresar a la interna peronista es incoherente con su triunfo de junio. Ganó esas elecciones con una campaña que se estudia como modelo en las principales universidades del mundo. La analizamos hace pocos días en Washington, lo haremos pronto en Madrid y Lisboa.

Fue un candidato nuevo, casi sin carrera política, que logró derrotar a Néstor Kirchner, uno de los políticos más importantes del continente en lo que va del siglo. Francisco tiene una gran capacidad de trabajo y muchos méritos, que le permitieron hacer una campaña fresca, novedosa, juvenil, que expresó los sentimientos de ese 60% de argentinos que dice en las encuestas que preferiría que el nuevo presidente de la Nación no sea peronista, ni radical, sino que proceda de un nuevo sector. No exhibió bombos, fotos de Perón, de Evita, ni tarimas presididas por líderes sindicales, piqueteros, concentración en el Luna Park, ni otros elementos de la liturgia electoral peronista.

Es triste observar que por buscar una candidatura inconstitucional e imposible, De Narváez esté destrozando todo lo que consiguió para posicionarse como un líder identificado con el futuro del país y del continente.

Si continúa por ese camino, cuando las instancias legales dictaminen lo obvio, tendrá que volver a la provincia de Buenos Aires para competir por una candidatura a gobernador, dentro del Partido Justicialista. Intentará encabezar a quienes el General llamaba “cabecitas negras” pero se ve desde lejos que hay otros dirigentes peronistas que encarnan mucho mejor ese perfil