Por Eduardo van der Kooy
La impotencia política y la decrepitud institucional parecieran cubrir a la Argentina como un tapiz gigantesco. Ese tapiz, sin embargo, no alcanza a ocultarlo todo. Sobre la crisis que se han esmerado en incubar Néstor y Cristina Kirchner, en especial, y también la oposición iría asomando otra vieja crisis irresuelta condenada por tiempo al olvido: el conflicto por la pastera de Botnia en Fray Bentos y la relación con Uruguay.
Sucede que después de Semana Santa, días más o días menos, la Corte Internacional de La Haya anunciará el fallo sobre aquel litigio que ni la política ni la diplomacia de las dos orillas lograron resolver. La Argentina y Uruguay, entonces, dejaron en el 2006 el arbitraje en manos de los 15 jueces de aquel Tribunal.
La Cancillería argentina guarda silencio sobre el contenido del fallo -cuyo corazón dice desconocer- aunque acepta su inminencia. Fuentes diplomáticas extranjeras de primer nivel apuntan que, luego de las denuncias y los descargos de los Gobiernos de ambos países, la Corte tendría esbozada la dirección de la sentencia.
El fallo de la Corte Internacional haría hincapié en tres aspectos medulares. Reconocería el reclamo de la Argentina acerca de que Uruguay violó el mecanismo de información y consulta previa que establece el Tratado del Río Uruguay. Haría una recomendación especial al gobierno uruguayo para que, en el futuro, respete las normas vigentes.
Con la presentación de una decena de informes técnicos, el mismo fallo demostraría la inexistencia de mayores factores de contaminación de las aguas del río Uruguay desde que Botnia empezó a funcionar. Uno de los más meneados argumentos argentinos podría, de ese modo, derrumbarse.
La presencia de la pastera frente al principal balneario de Gualeguaychú desató legítimos disgustos pero azuzó también, a veces, fantasmas que no son. Durante el verano se difundió una dermatitis en un centenar de personas que asistieron un fin de semana a esas playas del río Uruguay. Las sospechas apuntaron de inmediato sobre Botnia. Los estudios posteriores demostraron que la irritación en la piel fue causada por partículas de excrementos humanos que circulaban en el agua.
El último aspecto sustancial del fallo de la Corte de La Haya sería una propuesta a la Argentina y Uruguay para un monitoreo constante -con fiscalización internacional- de la calidad de las aguas del río Uruguay.
Podrán estar faltando, con certeza, otros aspectos del fallo. Pero aún así podría anticiparse una conclusión: no habría objeción legal ni técnica a la permenencia de Botnia en Fray Bentos. La violación uruguaya del Tratado bilateral podría subsanarse con algún resarcimiento económico o, tal vez, un acuerdo político. El núcleo del problema volvería a ser aquel que prologó la decisión de los dos países de acudir a La Haya: ¿cómo normalizar la relación bilateral?, ¿cómo liberar un paso fronterizo bloqueado por asambleístas de Gualeguaychú desde el 2006?, ¿cómo aceptar que en el futuro de la Argentina y Uruguay, guste o no, estará la empresa finlandesa?
Con aquel fallo en ciernes, la Corte de La Haya habrá cumplido su papel. La búsqueda a la salida definitiva del conflicto quedaría circunscripta en ambos países al campo de la política. Ni la Argentina ni Uruguay están ahora como estaban cuando estalló el pleito.
Los Kirchner transitan su ocaso político, lejos de la popularidad que, en algún momento, también los indujo a manipular hacia adentro el conflicto. En Uruguay acaba de empezar a gobernar José Mujica. Un veterano ex guerrillero y político que se ocupó pronto de intentar recrear las expectativas en el vínculo con la Argentina. Partió Tabaré Vázquez rodeado de simpatía social, aunque habiendo dejado pendiente el problema con Botnia que tampoco supo manejar con pericia.
El mayor escollo para la solución al pleito radica en Gualeguaychú. El bloqueo sigue siendo observado como una provocación por los uruguayos. Mujica no podrá obviar, sin pagar costos, ese estado de ánimo existente. Quizás por esa razón y la cercanía del fallo de La Haya prefirió posponer un nuevo encuentro con los asambleístas. En la primera reunión había escuchado una sugerencia de ellos: la chance de que Botnia desdoble su planta y que la producción de la pasta de celulosa pueda realizarse aguas abajo de Fray Bentos.
Un enigma consiste en saber cuánto los Kirchner querrán y podrán hacer para darle respuesta satisfactoria al mandatario uruguayo que se han cansado de halagar.
Gualeguaychú fue complaciente cuando los Kirchner plantaron la bandera de la intransigencia en el conflicto. Pero desde aquel tiempo hasta hoy ocurrieron muchas cosas. Esa ciudad se convirtió en foco en Entre Ríos de la protesta del campo. Fue la época del auge de Alfredo De Angeli. El dirigente había estado también con los asambleístas. La estrella de De Angeli está sin brillo, al punto de haber roto el lazo comercial con su hermano mellizo. El asambleísmo quedó limitado a grupos pequeños pero ultras.
Gualeguaychú también mutó. La pastera es un incordio para su población. El bloqueo del puente internacional no le iría ahora en zaga. La gran mutación colectiva tendría signo político: Gualeguaychú es de todas las ciudades grandes entrerrianas, quizá, donde los Kirchner cosechan mayor nivel de impopularidad.
La impopularidad no suele ser un freno para el matrimonio. Está a la vista cómo actuaron después de la derrota electoral del 2009. Pero no se trataría, en este caso, de maltratar a la oposición política o de presionar a la Justicia para sacar algún rédito político. Doblegar la resistencia de un grupo de Gualeguaychú, poseído por una lucha de supuesta vida o muerte, podría tener consecuencias traumáticas. Está también la necesidad de un arreglo con Uruguay, difícil de esquivar una vez que alumbre el fallo de La Haya.
Cristina asumió con la promesa de reinsertar al país en el mundo. Ese mundo se ha alejado. Tal vez, la solución con Uruguay podría resarcirla en algo.
Nadie sabe si los Kirchner tienen siquiera un minuto de cada día para prestarle atención al problema. Los absorbe la pelea con la oposición. Su desvelo para que esa oposición no pueda desempeñarse en un territorio que, numéricamente, parece fértil: el Congreso.
Ese Congreso ha quedado paralizado por un sinfín de mañas políticas y judiciales. Desde que comenzaron las sesiones ordinarias Diputados pudo sesionar sólo una vez. Al Senado le sucedió lo mismo. El retaceo del quórum es una herramienta a la que apelan el kirchnerismo y la oposición.
Esa oposición, a medida que actúa en el Congreso, se transforma en un tinglado indescifrable. La convivencia de Elisa Carrió con los radicales -excepto con Gerardo Morales- es casi imposible.
La unidad de acción del peronismo federal también, más allá de los malabares de Felipe Solá. El diputado bonaerense acepta que algunas decisiones surgieron del arrebato. ¿Cuáles? Haber impuesto una distribución de poder en el Senado al mismo tiempo que se quiso tumbar a Mercedes Marcó del Pont del Banco Central. La economista, antes o después, será ratificada en su cargo. La oposición tiene en el Senado una mayoría que muchas veces es virtual y no le garantiza aquel poder que obtuvo.
Los Kirchner poseen además incalculables recursos para desguasar, de a piezas, al conglomerado opositor. Es todavía difícil saber qué sucedió la semana pasada en Diputados cuando, en plena madrugada, algunos legisladores desaparecieron. Tampoco terminan de explicarse las ausencias de Carlos Menem en el Senado, que neutralizan la supremacía de la oposición en instancias clave. El miércoles se disponían a darle sanción -incluso con apoyo de cuatro kirchneristas- a la ley del cheque, que privaría al Gobierno de $ 8 mil millones de su caja.
En cambio, otros saltos de vereda empezarían a entenderse. Desde que rompió con Carlos Reutemann, la senadora Roxana Latorre ha dialogado con los Kirchner. Latorre es una enamorada de su ciudad natal, Rosario, pero desde aquel episodio con el ex gobernador decidió mudarse. La afectó el escrache que delante de su departamento hizo el piquetero Raúl Castells. La mujer estaría ahora radicada en Buenos Aires, en una propiedad que habría comprado con la ayuda de un empresario cerealero y un crédito obtenido en un banco estatal.
El kirchnerismo es menos sofisticado cuando invade la Justicia. El juez Enrique Lavié Pico fue amenazado con un juicio político si no impedía que la oposición derogara el DNU de las reservas. Lo hizo. La jueza María José Sarmiento está siendo hostigada desde que se pronunció en contra del uso de los fondos del Central. El viernes ordenaron detener a su padre, ex militar, en una megacausa por violación a los derechos humanos en Misiones.
Habría que separar la paja del trigo. Nadie puede objetar la investigación por aquellos supuestos delitos. Pero el modo de proceder judicial resultó impropio y sospechoso. ¿Quizás un mensaje de advertencia para los jueces a los cuales el matrimonio no logra sujetar? ¿O sólo una casualidad?
No suele haber casualidades cuando a los Kirchner los corre la adversidad y la desesperación.
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