Por Alfredo Leuco
Hoy oposición suena a división. A inmadurez. A falta de capacidad para establecer un mecanismo democrático de funcionamiento que les permita actuar en forma conjunta a los jefes parlamentarios. Nadie pretende que ideologías, trayectorias, proyectos y vanidades tan distintas se conviertan de un día para el otro en un solo pensamiento y acción.
Nadie pretende eso y además no es el objetivo buscado. La coalición de Elisa Carrió, el radicalismo de Oscar Aguad, el peronismo federal de Felipe Solá, el macrismo de Federico Pinedo y hasta la izquierda no kirchnerista de Pino Solanas tienen mas diferencias que cosas en común. Y sobre eso tienen que trabajar. Potenciar y organizar lo compartido. Y dejar las disidencias para que cada uno consolide su identidad y su propio perfil partidario.
Es un gran desafío. Tienen que demostrar que no son un rejuntado al que solo los une el espanto hacia los Kirchner. Los chisporroteos de conventillo que mostraron ayer deterioran a todos. Fue en el salón de los Pasos Perdidos cuyo nombre actuó casi con una metáfora y conclusión al mismo tiempo. Pasos perdidos con pase de facturas públicas y privadas. Todos se acusan de ser funcionales al kirchnerismo.
La diputada Carrió en su enojo llegó a decir que algunos radicales cayeron 10 veces en la trampa de Néstor Kirchner y que eso no era ingenuidad, que era complicidad. El radical Aguad se defendió diciendo que el gobierno no los iba a dividir, que pensaban distinto pero que estaban juntos. Nadie quiso patear el tablero ni romper en forma definitiva. Pero hay dos temas para analizar. La convivencia de radicales y cívicos se va a hacer cada vez más difícil a medida que se acerquen las elecciones.
Unos llevan la bandera de Cobos y otros la de Carrió y ahí no hay arreglo posible. Solo falta saber cuando y como será la fractura. El otro tema es de debate político. Algunos dicen que no hay que negociar nada con el oficialismo. Que hay que acorralarlo porque lo único que le interesa es ganar tiempo para seguir dividiendo a la oposición. Que no hay que dejarlos respirar porque en la primera de cambio te engañan o te traicionan. Otros plantean que no se puede ir tan a fondo para no darle excusas a los Kirchner para que digan que la oposición es salvaje, que no deja gobernar y que tienen intenciones destituyentes.
Esa línea divisoria es muy subjetiva y se mueve frente a cada tema. Lo cierto es que se encendió una luz de alerta roja en el tablero opositor. Los ciudadanos los juzgarán entre otras cosas por la capacidad que demuestren de coordinar entre sí para ponerle límites a los atropellos del gobierno y también por la capacidad de construcción de consensos y propuestas superadoras.
No hace falta leer ninguna encuesta para darse cuenta que una gran parte de la sociedad está reclamando una oposición vigorosa, inteligente, honesta y republicana que no cometa los mismos errores que el gobierno. Hace falta una renovación de las formas y del fondo. De las maneras y de las propuestas.
Lo peor que le puede pasar a la oposición es que suene a división y crispación. Es como convertirse en más de lo mismo. Deben encontrar nuevos caminos para que sean menos los pasos perdidos.
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