Por Guillermo Cherashny
El voto de Julio Cobos a favor de la remoción de Martín Redrado fue una contradicción en la conducta del Vicepresidente de la Nación desde su aparición pública en primer plano con la resolución 125.
Podía votar en contra, como Alfonso Prat Gay y seguir en la misma línea de oposición al kirchnerato.
Al votar a favor, quedó peor que un De La Rúa, más bien rememoró a Raúl Alfonsín después del "Felices Pascuas", y la mayoría de los medios y los principales editorialistas se lo hicieron saber.
Al contestar la senadora cobista Laura Montero que Prat Gay quería hacer lo mismo, pero que Carrió le ordenó que votara en contra, coincidió nada más y nada menos que con Aníbal Fernández. O sea que quedó dos veces pegado al kirchnerato.
El radicalismo, ofuscado y desorientado, no quiso agitar el tema para no liquidar al único candidato que hasta el martes lideraba las encuestas de popularidad, y no tiene otro candidato, salvo la auto-postulación de Ricardo Alfonsín, con muy buena imagen, pero que no les garantiza por ahora el triunfo como Cobos hasta hace unos días.
Cobos, rodeado por sus amigos mendocinos, los radicales y la Junta Coordinadora Nacional de Coti Nosiglia, Jesús Rodríguez, Leopoldo Moreau y Federico Storani, como dijimos hace una semana, estaban comiendo el asado antes de poner la carne en el asador. Ya se creían gobierno y, aplicando el teorema de Baglini de ser pragmáticos cuando se está cerca del poder, ahora se quedaron más lejos.
Carrió aprovechó la volada y le exigió a Cobos que convoque a la Comisión Bicameral que controla los DNU, para juzgar a todo el directorio del Central y de paso apurarlo a aquél nuevamente.
Enseguida se sumó el PRO, el otro partido que cuestionaba al mendocino, y también el Peronismo Federal de Felipe Solá, que ve apagarse la figura indiscutible del Vice Cobos y pasa a la ofensiva para apretar a aquél, a Kirchner y a la UCR, haciendo lo que en billar se llama palo, carambola y tronera.
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