Las instituciones hacen las veces de floreros vacíos cuya utilidad es pura y exclusivamente decorativa

jueves, 4 de febrero de 2010

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde

Las instituciones entre nosotros hacen las veces de floreros vacíos cuya utilidad es, en el mejor de los casos, pura y exclusivamente decorativa. Veamos si no.

La presidente, cuando todavía creyó que era posible hacerlo, intentó sacarlo a Martín Redrado a fuerza de puro decreto. Luego debió aceptar que el Congreso podía más que ella. De su lado, el titular o ex–titular o lo que actualmente fuese del Banco Central, dijo que sólo estaría dispuesto a prestar declaración si antes se derogaba el DNU del Ejecutivo. La derogación brilló por su ausencia y, sin embargo, el llamado Golden Boy aceptó declarar pero, antes de que la comisión presidida por Cobos se expidiese, se fue dando un portazo.

Por fin, el kirchnerismo, que lo consideraba a Redrado fuera de su cargo —porque lo había echado— y no le permitió la entrada a su despacho, haciendo uso y abuso de la policía, no le acepta ahora la renuncia porque, en el fondo, se quiere dar un gusto de chico malcriado. Como muestra de mamarracho institucional, basta y sobra.


Lo importante no han sido ni serán las 10 causas penales pendientes de resolución en la presente comedia de enredos, sino la pérdida de poder del gobierno.

Si se piensa que cincuenta días atrás Cristina creyó posible entrar a saco en las reservas del Banco Central con un DNU que todavía está en el limbo, y que hace 25 días, poco más o menos, apeló nuevamente a otro decreto de necesidad y urgencia para deshacerse de Redrado sin lograrlo, fácilmente se caerá en la cuenta de quién gano y quién perdió.

El kirchnerismo no es que haya extraviado la brújula y se encuentre al garete, librado a la buena de Dios. No llegó todavía a esa instancia. Lo que sucede es que sus reflejos ya no son los mismos y, además, toca timbres y los ordenanzas piensan dos veces antes de atenderlo. Da órdenes que se las lleva el viento y, no conforme con ello, parece no darse por enterado de que su poder no es ni la sombra del de antaño.

Mientras Daniel Scioli junto a Karina Rabolini aprovechaban la nieve en Saint Moritz sin temor a que en el kirchnerismo alguien les reprochase, con tono agrio, su ningún apego a los destinos turísticos de cabotaje, en Pinamar emergía la punta de un iceberg disidente dentro del Partido Justicialista que al santacruceño, para variar, lo sacó de quicio.

El lunes 25 de enero un grupo mayoritario de los 37 diputados bonaerenses del PJ —22 en total— decidieron reunirse en esa localidad balnearia a los efectos de intercambiar ideas y reflexionar en voz alta sobre el panorama que se avecina para ellos.

Por supuesto, hacia afuera, las declaraciones de quienes allí estuvieron presentes resultaron vaguedades por todos conocidas: “—Fue una reunión de camaradería donde se habló con ciertas libertades pero no se trató de una operación política contra el gobierno” —dijo, cuando el escándalo ya había estallado, el jefe del bloque K en la legislatura, Raúl Pérez.

Es que, con su cabeza puesta a precio por Néstor Kirchner, si decía la verdad, a partir de ese momento su carrera política no valdría un peso. Por lo tanto creyó que lo mejor era tratar de salir del atolladero con unas declaraciones incoloras, inodoras e insípidas.

No obstante lo cual, en la casa del anfitrión, el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, Horacio González, al político patagónico, menos lindo, le dijeron de todo. Algo que el pasado jueves Hugo Moyanoque no tiene por qué rendirle pleitesía al matrimonio gobernante y puede decir la verdad, guste o no guste en las más altas esferas del gobierno— confirmó sin demasiadas vueltas.

Hubiera sido difícil, por no decir imposible, que el conclave de los diputados díscolos no trascendiese a la prensa. En la Argentina no hay secretos de Estado. Pero hay razones que, en este caso, hacen pensar seriamente en una filtración gestada a propósito, para que se enterara todo el mundillo político y alguien más. Como quiera que haya sido, lo cierto es que en Pinamar quedó transparentado cuanto se viene insinuando en el justicialismo desde la derrota sufrida por el Frente para la Victoria el 28 de junio del 2009: nadie o, si se prefiere, sólo unos pocos quieren amarrase al barco semihundido, en términos de chances electorales, del kirchnerismo.

Las críticas al estilo despótico del santacruceño estuvieron a la orden del día, aunque no es cuestión de engañarse sobre el particular: al peronismo los malos modales de un conductor con pujos de matón lo tienen sin cuidado en tanto y en cuanto sepa llevarlo a la victoria. El problema aparece cuando sobran los malos tratos, las medidas inconsultas y las órdenes suicidas y las elecciones se pierden.

Hace un mes atrás Kirchner tuvo que poner todos sus títulos de autoridad sobre la mesa y pegar más gritos que los acostumbrados para sofocar una rebeldía en el congreso peronista bonaerense. Un sector de los intendentes que teóricamente comulgan con su posición y reconocen su liderazgo quisieron imponer entonces, contra la voluntad del patagónico, a Horacio González como presidente de ese órgano. En esa ocasión el conato pudo ser controlado. Ahora las disidencias han marchados por otros carriles y cuando Kirchner se enteró ya era tarde.

Sucede que en octubre del 2011 no se elegirán, como el año pasado, sólo ediles sino que estarán en juego las intendencias. El riesgo de perder no sólo la mayoría en los consejos deliberantes sino el poder ejecutivo en buena parte de la provincia, e inclusive en el Gran Buenos Aires, a nadie le hace gracia.

Kirchner no tiene otra salida que huir hacia adelante y tratar por las buenas —a través del envío de fondos— o por las malas —a través de la amenaza de suspender esos mismos fondos— de retener los apoyos que todavía reivindica con éxito en el principal distrito electoral del país. En cambio, los diputados e intendentes que hasta aquí le fueron fieles y se prestaron a seguir a pie juntillas la malograda estrategia de las candidaturas testimoniales, no están dispuestos a perder su capital político por amor a Kirchner. Más allá de si lo quieren mucho, poco o nada, están convencidos, como el resto del peronismo, que el santacruceño inevitablemente los conduce a una estrepitosa derrota electoral de la cual ellos, siempre atentos a la caja y al poder, no quieren ser parte.

Lo que pusieron de manifiesto los kirchneristas bonaerenses es que “el rey está desnudo” y ellos no desean desnudarse. Sencillamente porque tienen otras opciones que, de momento, no son del caso ventilar. No porque resulten secretas sino porque elementales razones de timing político aconsejan no hacer públicas las alianzas que están en boca del país y cuyo destinatario es Francisco de Narváez.

A lo largo y a lo ancho de la geografía justicialista todos esperan que Carlos Reutemann se decida, de una vez, a tomar el toro por las astas y a anunciar su candidatura presidencial. Nadie sabe, a ciencia cierta, si adoptará esa decisión antes o después del campeonato mundial de fútbol o, siquiera, si la tomará este año o el próximo, pero lo que sí es cierto es que, si finalmente diese ese paso, la estampida que se produciría en las filas del oficialismo sería de película.

Claro que cuanto podría denominarse, tomando prestado el titulo famoso de George Orwell, Rebelión en la granja, no se agota en el justicialismo ni mucho menos.

Hoy alcanza también a la justicia, que en el curso del último mes ha parado en seco cuatro proyectos fundamentales del gobierno: la ley de medios; la venta de Telecom por parte de los italianos; el Fondo del Bicentenario para utilizar las reservas y la ofensiva contra Papel Prensa.

Si el oficialismo, ante el asombro de buena parte de la oposición y de la ciudadanía, se las había ingeniado, inmediatamente después de su traspié electoral, para aprovecharse de las mayorías que todavía tenía en las cámaras y hacer votar una serie de leyes estratégicas, esas victorias obtenidas en el Congreso ahora han quedado en veremos, relativizadas.

Los triunfos obtenidos en el Parlamento se han transformado en sendas derrotas que, de momento, no se sabe si serán transitorias o definitivas. En distintos estrados judiciales al kirchnerismo le ha salido el tiro por la culata y cuanto el santacruceño y su mujer habían saboreado a fin de año como si fuese un manjar de los dioses, hoy tiene un gusto amargo.

Hay, cuando menos, cuatro medidas cautelares que le han devuelto la sonrisa al grupo Clarín. Los accionistas italianos de Telecom se han sentado a la retranca, avalados por una Cámara y han hecho entrar en la disputa a la Unión Europea. En cuanto a los precios que el inefable secretario de Comercio Interior le había obligado a fijar a Papel Prensa, han quedado momentáneamente sin efecto; y en lo que respecta al DNU del Fondo del Bicentenario, o el gobierno convoca a extraordinarias o todo pasa para marzo.

En medio de semejante panorama, que Néstor Kirchner, en plena crisis financiera internacional, haya comprado U$ 2 MM, avala las sospechas de una legión de argentinos que lo consideran un corrupto serial.

Hace falta decir que en ese mismo mes de octubre del 2008, cuando realizó la transacción el santacruceño, Redrado acaba de decir que tuvo fuertes presiones a favor de una devaluación.

¿Casualidad? Hasta la próxima semana.

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