Por Nelson Castro
Al día de hoy, el vicepresidente se inclina por no sostener al titular del Central y está trabajando arduamente en su argumentación, que nacerá de su convicción de que la situación del ex “golden-boy” es insostenible.
Para el Gobierno fue la peor noticia. La decisión de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de frenar la utilización de las reservas del Banco Central para cancelar pagos de la deuda, ha sido la culminación de una semana de avatares adversos para la administración de Cristina Fernández de Kirchner.
Quienes conocen al detalle la interna judicial, ya habían anticipado que el Gobierno se vería en problemas tras el apartamiento de dos de los integrantes de la Cámara, los doctores Carlos Grecco y José Luis López Castiñeira, dos jueces considerados afines al Gobierno. De forma tal que, tras conocerse el nombre de sus reemplazantes, las doctoras Martha Herrera y Clara María Do Pico, –consideradas juezas más independientes para varios integrantes del Gobierno– inmediatamente campeó el presagio de un revés.
“No esperábamos esto” se sinceró uno de ellos. Es que el fallo avanzó por sobre la anécdota de Martín Redrado, a quien dejó en un limbo de difícil retorno, para centrarse en el aspecto esencial de todo este debate que es un concepto que exhibe el matrimonio presidencial, según el cual, el Poder Ejecutivo actúa como si estuviera investido de la suma del poder público.
Por lo tanto, el dictamen judicial pone freno a esa concepción y, además, tiene un espectro de consecuencias varias que hieren profundamente al Fondo del Bicentenario para el desendeudamiento y la estabilidad.
Una de las cosas esenciales que señala es que en el decreto de necesidad y urgencia de diciembre de 2009, por el que se crea dicho Fondo, no están presentes ni suficientemente explicitadas las causas de necesidad y urgencia que justifiquen ignorar al Congreso, que es el poder del Estado bajo cuya órbita está el tema de la deuda externa. De ahí pues que, al interior de la administración K, este veredicto sea una nueva demostración de lo que sucede cuando se toman decisiones sobre temas fundamentales en forma apresurada y sin consulta, o con consultas hechas a malos asesores con poco conocimiento de la materia en cuestión, o temerosos de disentir con los Kirchner.
El temor que existe en muchos miembros del Gobierno a exponer críticas a ideas nacidas en el seno del matrimonio presidencial es uno de los males de este Gobierno, de los que, al final, él mismo termina siendo víctima.
Alguien debió haber previsto todo ésto que otros anticiparon.
Así las cosas, el eje del debate ahora ha cambiado. No está más centrado en Martín Redrado, cuya suerte a estas horas parece estar echada, sino sobre el Fondo en sí. Vayamos por partes.
La situación de Martín Redrado es francamente paradógica.
Su postura ha quedado respaldada por el fallo de la Cámara referido al Fondo del Bicentenario; su permanencia al frente de la presidencia del Banco Central, en cambio, ha quedado debilitada.
De tal manera que la desafiante afirmación del jefe de Gabinete de Ministros, Aníbal Fernández, de que Martín Redrado “no entra más al Banco Central” es la que, hoy por hoy, más se acerca a la realidad.
De todos modos, las expresiones del Dr. Fernández han sido más propias de un señor feudal que de un funcionario de una república.
No es ninguna novedad que la persona del, hasta ahora presidente del BCRA, está muy lejos de generar adhesiones en la comunidad política.
Es por ello que hay sectores tanto de la oposición como del oficialismo que aspiran a llevar adelante una investigación más amplia de su actuación al frente de la entidad bancaria.
Por allí se menean cuestiones que tienen que ver con gastos de gestión que, de confirmarse, hablarían de un derroche de fondos públicos siempre reprochable.
La Presidenta produjo un acto de realismo político cuando decidió enviarle a Julio Cobos el pedido de convocatoria de la comisión bicameral para analizar la remoción del presidente del Banco Central.
Este fue un acto también envuelto en la paradoja, ya que si bien fue una evidencia de debilidad política del Gobierno, al mismo tiempo, sorprendió a la oposición.
Hay un dato que no había trascendido hasta ahora y que no se sabe si la Dra. Fernández de Kirchner conocía o no: si ella no concretaba la convocatoria de la bicameral el viernes que pasó, el vicepresidente tenía pensado hacerlo, fijando como hora de reunión las cinco de la tarde de mañana, lunes.
La comisión debe analizar el decreto de necesidad y urgencia por el que se pretende echar al titular del Banco Central. La causa de ello es el supuesto incumplimiento de los deberes de funcionario público.
El motivo de ese supuesto incumplimiento es su negativa a autorizar la transferencia de 6.500 millones de dólares para el Fondo del Bicentenario. En ese sentido, pues, será difícil adjudicarle tal incumplimiento luego de que la Cámara en lo Contencioso Administrativo ordenó al Gobierno abstenerse de utilizar las reservas del Banco Central para crear el citado Fondo.
En el Macondo argentino, no obstante, todo puede ser posible.
Cabe preguntarse: ¿cuál sería el mensaje que dejaría un hecho a través del cual aquel funcionario que actúa haciéndolo según lo dictaminado por la Justicia es expulsado de su cargo por parte de aquel o aquella otra autoridad cuyas decisiones sobre el mismo asunto que es materia de la discordia merecen el reproche judicial?
Nadie puede afirmar cuánto puede durar el proceso de destitución de Redrado, cuyo problema principal es que su permanencia o no en el cargo ha dejado de ser el tema esencial de discusión para buena parte de la oposición.
Junto con las argumentaciones aparece la incógnita de cómo votará la comisión bicameral que, en principio, sesionará sólo con tres miembros: el diputado por el Frente para la Victoria Gustavo Marconato, el de la Coalición Civica, Alfonso Prat-Gay y el presidente del Senado, Julio Cobos. La incertidumbre, en realidad, está dada por cómo votará este último.
Al respecto, hay dos elementos para tener en cuenta: el primero es un comentario que suele hacer el vicepresidente cuando se le reprocha su permanencia en la función: “No renuncio porque el cargo de vicepresidente, al igual que el de presidente, es electivo; pero si yo fuera un funcionario designado, y con este nivel de desencuentro que tengo con el Gobierno, ya me habría ido hace rato”.
El otro dato lo dio el intendente de Godoy Cruz, el cobista Alfredo Cornejo, quien dijo que Redrado debería renunciar. Así las cosas, al día de hoy, el voto de Cobos se inclina a favor de la destitución de Redrado.
Habrá que escuchar su argumentación en la que está trabajando arduamente.
El pensamiento del vicepresidente es que aun cuando estuviera mal echado, la situación de Redrado es insostenible.
El otro gran tema que se ha abierto es el de la utilización de fondos de las reservas del Banco Central para pagar deuda de acreedores privados. La prohibición de hacerlo dictaminada por la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo es un golpe muy duro para el Gobierno.
A medida que pasan los días, este tema viene teniendo una evolución similar al de la Resolución 125. En la reunión con intendentes del radicalismo K residual –quienes detestan a Julio Cobos– Néstor Kirchner fue brutalmente sincero: les dijo que de la viabilidad o no del Fondo del Bicentenario dependía una gran cantidad de obras públicas.
En otra demostración de su injerencia en los asuntos del Gobierno que formalmente encabeza su esposa, el ex presidente en funciones estuvo acompañado por el ministro de Planificación, Julio De Vido, y por el subsecretario de Obras Públicas, José López. El manejo feudal y descaradamente arbitrario que se hace de los fondos que, a manera de dadivas, se destinan a obras públicas es impactante.
A cualquier otro intendente que no gozara de la simpatía de Néstor Kirchner se le haría imposible acceder a tal nivel de privilegio y dineros públicos. Está claro, además, por qué muchos que no quisieran ni siquiera cruzar un saludo con el ex presidente en funciones deben someterse al más riguroso de los silencios. No hacerlo les significaría el fin de cualquier aspiración a gestionar sus intendencias con alguna posibilidad de éxito.
Más allá de los desajustes fiscales que el Fondo busca compensar, la imposibilidad de su concreción es un duro revés para la estrategia del proyecto reeleccionista de Néstor Kirchner en 2011.
Atribulada por todo esto, la Presidenta desistió de su planeado viaje a China. Un error de estrategia política monumental. Atónito ante esto, alguien que conoce muy bien el funcionamiento intrínseco de China y su gobierno, sentenció: “Es como si estuviera por empezar el partido y nosotros decidimos sentamos en un palco que mira a la calle”.
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