Por Carlos Tórtora
La semana pasada, Néstor Kirchner estuvo a punto de dar la orden para que su esposa firmara un nuevo DNU histórico. En este caso, declarando la caducidad de la licencia de Telecom Argentina, para enviar luego al Congreso un proyecto de reprivatización o explotación mixta que contemplará la continuidad de los Werthein en la misma y el ingreso de Eduardo Eurnekian, Eduardo Elsztain, Carlos Bulgheroni u otro operador bendecido por Olivos.
Los asesores coincidirían en que, si el Ejecutivo intenta caducar la licencia, es probable que los italianos consigan un fallo judicial favorable que suspenda la medida. Es que la licencia de Telecom deviene del proceso de privatizaciones dispuesto en el 89 por la Ley 23.696 de Reforma del Estado, que en su Anexo I incluyó a ENTEL entre las empresas a privatizar.
El posterior otorgamiento de la licencia a Telecom por tiempo indefinido se desprende entonces de las atribuciones del Congreso. Éste debería aprobar ahora la caducidad de la licencia y no simplemente ratificarla. De hacerlo a la inversa, el gobierno se expone a una nueva derrota judicial.
El litigio pasaría entonces justamente por el fuero en lo Contencioso Administrativo, donde el gobierno acaba de recibir duros golpes por parte de las juezas Clara Do Pico, María José Sarmiento y Marta Herrera.
Lanzar la ofensiva contra los italianos y que la misma sea suspendida inmediatamente por la justicia multiplicaría la debilidad política del oficialismo. Telecom acaba de conseguir que la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial suspenda el plazo de siete meses que la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia le diera para realizar el proceso de desinversión en Telecom Argentina.
Todo esto atento a que el gobierno acusa a Telefónica de concentración monopólica, por controlar la mayor parte del paquete accionario de Telecom Italia, propietaria de la mitad de Telecom Argentina.
El sí radical
Un acuerdo en el Congreso para caducar la licencia implicará probablemente un avance en dirección a la reestatización. Tanto los radicales como especialmente Proyecto Sur y los demás partidos de centro izquierda canjearían sus votos para volver a una versión modernizada de ENTEL, pero es difícil que se asocien para un negocio personal de Kirchner con Eurnekian o cualquier otro.
El otro problema son los tiempos. A Kirchner, acostumbrado a operaciones relámpago, los procedimientos de la negociación parlamentaria le resultan insoportables. Así es que la crisis de Telecom parece encaminarse hacia la recreación del gerenciamiento estatal de las telecomunicaciones.
Un tema particularmente doloroso en la memoria social, sobre todo para los que sufrieron esperas de años para conseguir una línea telefónica. No sólo el galope de la inflación y la reaparición de la vieja guardia alfonsinista para tomar el poder en el 2011 nos están devolviendo a los 80. También el fantasma de ENTEL ya circula entre nosotros.
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