Por Roberto García
En su laberinto, los Kirchner se golpean, tropiezan, nublan su frente de chichones; en busca de una salida a tientas, a veces retroceden más gordos cuando paredes y pasillos se angostan. Angustia.
Por supuesto, el enigma los altera, más cuando saben que en política la mágica solución al dédalo indescifrable no se resuelve desde el aire, subiendo: ruboriza la sola mención de esa alternativa, pensar en el helicóptero.
Pero el cuerpo padece, castigado por estrellarse de frente o perfil, y ante la falta de alternativas (o no poder encontrarlas), se pregunta impotente: ¿es que acaso no hice nada bien? El ministro Randazzo, recuperado como vocero de la pareja. De injuriador (Aníbal Fernandez) a víctima, del portazo de la renuncia al “me quieren echar”, del “vamos por todo” al “siempre hemos perseguido el diálogo”.
Patologías al margen, ahora se dicen más abiertos y flexibles que sus opositores, dispuestos a conciliar, y que en todo caso el drama argentino son determinados enemigos de la patria como el monopolio Clarín, Julio Cobos, descendió un tanto en la consideración Martín Redrado, objetos inanimados como la carne vacuna, eventualmente el yuyito.
Hacen repetir, a su vez, que en su amplitud convaleciente Néstor consulta a economistas propios (cuando no lo hace sano ni enfermo) y, por si esa generosidad oficial no alcanzara, promueven consultas como la del miércoles venidero con empresarios y cámaras de distintos pelajes, olvidando que algunos de los convocados fueron críticos en los últimos meses, muestra de que la Presidenta no guarda rencor. Ni que tampoco, cuando fueron apartados o incluidos en un libro negro, esa nominación se convertía en eterna.
Siempre ella brinda una oportunidad, en este caso de la mano de Julio De Vido, cada vez menos convencido de su continuidad (lo imaginan trasladado a Santa Cruz para competir electoralmente) y con algunos faltazos al domicilio de su ministerio. Tenida gastronómica, entonces, igualita a las de Raúl Alfonsín cuando en sus finales se entusiasmaba con esas tertulias en las que una estrella de las galletitas le cocinaba fideos con tuco. Todo se repite, menos quizás el final.
Quienes generan estos eventos suponen, en forma más modesta y doméstica, que pueden reiterar las llamadas como las del vecino José Mujica, en Punta del Este, con la pretensión de que los concurrentes formen un círculo sobre el Gobierno, lo protejan y alienten, envuelvan a Cristina en los capullos que merece y le confirmen con asentimientos silenciosos (si es con declaraciones, mejor) que los datos económicos buenos (crecimiento, ingreso de divisas por exportaciones de soja) son preferibles a la suba del nivel de precios, el exagerado gasto público o a la recurrente falta de inversión.
De paso, para que el invitado parta con un obsequio, promesas de subsidios (tasas o préstamos) para el incremento de la actividad económica. Se supone que este encuentro puede otorgarle un respiro a la dama, ella que viene lastimada por una suma de episodios lamentables.
Ella, como tantos en la Argentina, vive un proceso interior desgastante. Imprevisto, acelerado por el percance de salud de su querido esposo, quien además de estrellarse con la “corrupción terrenal de la carne” –el momento en que uno toma conciencia de que repentinamente puede pasar de una cancha a la otra–, ahora entre algodones médicos agregó preocupaciones personales al quehacer de gobierno sin horarios: posibles secuelas en su brazo izquierdo y, sobre todo, por otra acechanza latente, fantasmal.
Sucede que en las intervenciones de la carótida, aunque producen trombos que pueden afectar el cerebro, el origen del problema suele proceder de las coronarias, esa “corona” –descripción que la memoria le atribuye a Leonardo Da Vinci– que le provee oxígeno al corazón.
Ya debe saber Néstor como paciente inquieto que, en tiempos del peronismo (1951), hubo un médico argentino, Dr. Raúl Carrea, que habría iniciado este tipo de operaciones, poco antes que el eminente Michael E. DeBakey por lo tanto no ignora también que él mismo ahora requerirá de prolijas observaciones y recorridos sobre su sistema arterial para prevenir desagradables sorpresas.
Un cambio, sin duda, a esa vida sin demasiados reparos en la salud. Y no sólo físico. A menos que le toque en suerte el mismo destino de otro ex mandatario, su innombrable Menem: cuando al riojano le corrigieron la vía de la carótida, en los estudios luego no le encontraron ningún tipo de alteración en su sistema de coronarias. Se considera ese hecho poco frecuente.
Le costará a Cristina confesar su nueva tribulación, más a Néstor aceptar el diagnóstico -si no fuera el deseado-; se sumergen en aguas poco conocidas. Y vienen arrastrando otros fangos: desde el enredo por falsa figuración sobre sus pasadas permanencias en la cárcel –alimentando ridículas contradicciones que vuelven ridículas las imposturas sobre la “militancia”–, como si a quienes les suben los precios más de 20% les interesara ese brumoso pretérito, hasta la vertiginosa prosperidad de la pareja.
Tema en el cual ciertos medios ahora han descubierto pastura interminable para sus animales lectores, multitud de precisiones y denuncias que se arrojan sobre ellos y hasta su personal cercano. No se discuten ya legalidades o no, más cuando la Justicia siempre los preserva. Si hasta ha crecido la presión y suspicacia por licitaciones pasadas y a venir, una lista de la obra pública que generará en la cúpula más de un dolor de cabeza. Se podrían detallar ciertas anomalías, pero corresponde señalar puntos elementales:
•La habilidad de un mandatario para gobernar y, al mismo tiempo, desprenderse en breve tiempo y a buen precio de 19 departamentos, sin mencionar otras multiplicaciones; o de adquirir gracias a su ojo clínico, también mientras ejercía su función pública, lotes y terrenos magistralmente revaluados luego, igual que los emprendimientos allí instalados.
•La realidad de que ningún pariente, como sí ocurrió con Roberto Ortiz en los cuarenta, les reprochará distracción a los Kirchner por haber perdido la fortuna por exagerada atención a la Presidencia y a la gestión.
•Debate o no sobre la concesión de obras, lo riguroso es que no se ignora la deserción de importantes empresas o consorcios que ya no se presentan siquiera a las licitaciones, como si existieran condiciones previas no escritas que les incomoda satisfacer. El dato vale doble porque se trata de compañías que, en ese universo de la construcción, se ampliaron con dirigentes que no fueron santos de la espada, menos de la cuchara o el fratacho.
Por esta sucesión de episodios, saben los dos ya lo que se esconde tras la mirada de quienes habrán de entrevistarlos, sean empresarios locuaces en la admiración o más halagadores jefes sociales o de organismos de derechos humanos. Por la razón que sea, una brecha de falta de confianza se dibujó en el aire entre las partes.
Ahora le resta al dúo atravesar no sólo la larga marcha de la economía, sino el desértico mundo parlamentario que ha descubierto debilidades más fuertes en Cristina que la falta de maquillaje.
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