Por Eduardo Amadeo
Hace un par de semanas escribí en estas mismas columnas un artículo que se llamó algo así como ‘Hambre para mañana’. Decía allí: “Todas las agresiones institucionales perpetradas durante el receso del Congreso, son pan para hoy. Pero sin duda serán hambre para el mañana de los K, en la medida en que abren serias grietas en el canje; han unificado a la oposición; reducen su misérrima imagen positiva y aceleran un conflicto de poderes de incierta salida”.
Vista la evolución del conflicto, pero sobre todo analizando con más detalle los números de la economía, y las nuevas iniciativas creativas del matrimonio gobernante, creo que debo cambiar una frase: ya no importa que sea un “hambre para mañana” para los K, sino que lo sea –otra vez mas– para los argentinos, y en especial para los mas pobres.
El episodio Redrado ya terminó, y ahora vendrá la lucha por las reservas, que muestra que el Gobierno no está dispuestos a retroceder un metro en su modelo de economía; que no aceptará ningún ajuste presupuestario (y en todo caso intentará que, si se produce, el costo lo pague la oposición); que seguirá negando la inflación y tratará de correr al futuro los conflictos sociales y los problemas de precios relativos; y que intentará comprar voluntades con mas caja.
O sea, se vuelve a plantear el conflicto perverso entre el corto y el largo plazo, que ha sido uno de los karmas de la historia argentina. Conflicto cuya primera expresión será el nivel de inflación, sobre el cual nuestra historia mucho nos debería haber enseñado: con esta política fiscal; con este discurso que agrega incertidumbre y con un Banco Central mas débil, el salto del 20% al 30% –o mas– se da demasiado rápido.
Otra cuestión no menor es el rumor acerca de la transformación del BCRA en un banco de fomento, cuestión que muestra como se maneja la relación entre presente y futuro en el Gobierno. La fantasía acerca de las ‘reservas excedentes’ mostrará su inconsistencia apenas los mercados avizoren cuál es el destino que les espera , en manos de las necesidades políticas de los K, agregando fragilidad al largo plazo.
Semejante nivel de inflación, además del aumento de la pobreza y de los conflictos sociales consecuentes; y un Banco Central mas débil y desacreditado limitarán seriamente la capacidad de maniobra del nuevo Gobierno para poder ordenar el desorden de precios relativos que ha de heredar y anticipa por tanto un inicio del próximo Presidente como los que tuvieron los de los últimos 30 años: con la segura posibilidad de licuar su capital político en un ajuste inicial traumático y de incierto resultado.
Es una situación preocupante, pero si yo fuese Néstor Kirchner, estaría relamiéndome ante la posibilidad de mantener un mínimo poder político –y mucho dinero– para intentar volver ante el seguro fracaso de su sucesor. Por ello juega a su largo plazo, maximizando los conflictos en nuestro corto plazo.
La salida de este laberinto no es fácil, como no lo es nunca en política la disyuntiva entre ser responsables y perder elecciones. Antonio Cafiero supo el costo de estas decisiones cuando gano la elección de 1987, debió ayudar a Raúl AlfonsÍn para que la crisis no se precipitase enseguida y pago caro su patriotismo.
Dado que la decisión de los K parece tomada, somos nosotros –la oposición– quienes debemos hacer el máximo esfuerzo político e intelectual para preservar la estabilidad del futuro. Para ello, un primer y muy importante objetivo debería ser frenar el uso irresponsable de reservas que no sobran y –como bien sugiere Rogelio Frigerio– aprobar un Presupuesto que controle el déficit, sea financiable y sobre todo genere expectativas positivas. Y discutir ya y a fondo los acuerdos estratégicos que vuelvan a poner el largo plazo en la escena, antes que sea demasiado tarde.
Podemos decirlo sin tapujos: la inestabilidad es el ‘negocio’ de los K. La estabilidad, la obligación patriótica de la oposición.
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