Por Daniel Fernández Canedo
La jugada de la creación del Fondo del Bicentenario resultó muy costosa para el Gobierno. La Justicia dispuso que sea la Corte Suprema la que defina si la Presidenta podrá utilizar las reservas para pagarle la deuda a organismos y acreedores privados. Y la Corte ya adelantó que es un tema que deberá definir la política.
Mientras tanto, la economía se va cobrando la factura. En los días previos al lanzamiento del Fondo, los títulos públicos argentinos ofrecían una altísima renta de 13% anual. Al anunciarlo, los mercados reaccionaron bien (Argentina daba más seguridades sobre que pagaría la deuda) y la renta de los bonos bajó a 11% anual.
En aquellos días de diciembre las expectativas que 2010 sería mejor, y se superaría la recesión, daban un marco para una visión más positiva. Después vino un mal cálculo político oficial y comenzó a cobrar forma el empantanamiento del Fondo del Bicentenario. Y ahora los bonos argentinos ofrecen 15%.
En síntesis, el Gobierno intentó bajar el costo del crédito para el país, pero terminó aumentándolo.
Ayer la Justicia prácticamente le puso fin a la jugada y el Gobierno debe sacar a relucir un Plan B. La primera reacción oficial surgió velozmente y consistió en bajar el dramatismo de la derrota sufrida.
Seguirá la demostración de que, a pesar de no contar con los US$ 6.569 millones del Fondo del Bicentenario, este año el Tesoro no tendrá grandes problemas para cumplir con los pagos. Ya tiene autorizado el uso de US$ 2.200 millones de las reservas para pagarle al Banco Mundial y al BID.
Están terminando de compatibilizar las cuentas para que el Banco Central le pase al Tesoro unos $20.000 millones, que habían sido las utilidades del año pasado.
Además, estará la plata de la ANSeS, del Pami y la que surja del aumento de los depósitos oficiales en el Banco Nación. El 30% de ese dinero se lo podrán pasar al Tesoro para que vaya llenando la caja.
Pero, mientras va buscando alternativas para cubrir los gastos, ya comenzó a desplegar otra faceta del Plan B. A poco de tomar el timón del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont debió sobreactuar un poco (salió a decir que comprar dólares es mal negocio) para dejar en claro que el dólar no subirá. Además, esta semana dio la segunda señal importante, y la que vale: vendió más de 100 millones para mantener la calma en el mercado del dólar.
Son dos decisiones importantes en el intento de asegurar que no habrá saltos cambiarios y que no se quiere exacerbar la inflación.
La idea oficial de desdramatizar los reveses en la Justicia y la que se perfila en el Congreso respecto del uso de las reservas, tiene también otro objetivo. Según los cálculos privados, si este año no hubiese fuga de capitales, la Argentina tendría US$ 12.000 millones más.
Los ingresos por las exportaciones de maíz y soja prometen muchos dólares para fin de marzo y abril. El desafío será justamente retenerlos.
El canje de la deuda ya no luce todo lo exitoso que parecía a fin del año pasado. Cambiaron las condiciones internacionales y los títulos argentinos tienen un precio de riesgo. Difícilmente los bancos que lideran la operación vayan a poner 1.000 millones de dólares, como le habían propuesto al ministro Boudou el año pasado.
La economía está en condiciones de crecer pero se va desarrollando la idea de que podría hacerlo con más fuerza.
Ayer la Presidenta en Olivos le pidió a los empresarios que aumenten las inversiones y confíen. Los empresarios desde hace tiempo reclaman reglas claras que no llegan.
Por la noche, Néstor Kirchner habló de que la inflación es un fantasma que se agita, como si las subas de precios no existiesen. La Argentina, entre la inercia y las expectativas, proyecta un aumento del costo de vida del orden del 20% este año, más allá de lo que diga el desprestigiado INDEC.
Tal vez por el shock político recibido, los mensajes oficiales aparecen cruzados y habrá que esperar definiciones. El Gobierno le prendió una vela a la cosecha de soja y todo indica que le daría resultados en términos de ingreso de divisas.
De ahora en más, habrá que esperar que cobre forma un Plan B ante la caída del Fondo del Bicentenario y, sobre todo, que los dólares que entran por una puerta no se vayan por otra.
La economía argentina sigue dando muestras de que es capaz de generar riqueza, pero también de destruirla.
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