Por Alfredo Leuco
Sería muy útil formularle al Gobierno nacional algunas preguntas sobre los planes cooperativos denominados “Argentina trabaja”. Estamos hablando de más de cien mil sueldos de alrededor de 1.300 pesos.
¿Es otra actitud punitiva contra el intendente Pablo Bruera satanizado por Néstor Kirchner como “un traidor”? La venganza desmesurada lo llevó incluso a ordenarle al ministro de Justicia, Julio Alak, que organice un acto donde el ex presidente va a reaparecer después de su operación de carótida con el sólo objetivo de “aislar” a Bruera. El intendente respondió con una foto que muestra su buena relación política con Alberto Fernández.
Pero volvamos a las preguntas sobre la forma en que se distribuyen los planes de “Argentina trabaja”. ¿Por qué la asistencia es sólo para el Conurbano bonaerense y no para el Gran Rosario, por ejemplo? Las necesidades básicas insatisfechas son las mismas. La única diferencia es que en un lugar gobierna mayoritariamente el peronismo y en el otro, el socialismo.
A propósito, Hermes Binner acusó a la administración Kirchner de fomentar un “federalismo invertido: la Nación concentra los recursos y le da la obligación social a las provincias. La Nación tiene la caja y la Provincia tiene la salud, la educación, la seguridad. Es una situación absolutamente injusta”.
La ciudad de San Miguel de Tucumán es el único municipio fuera de Buenos Aires que recibe estos planes de ayuda. ¿Por qué no tiene el mismo trato San Salvador de Jujuy? ¿Sólo porque una es una intendencia peronista y la otra radical?
Estos niveles de arbitrariedad y discriminación territorial también se expresan a la hora de premiar y castigar a los movimientos sociales muy amigos, medio amigos y nada amigos.
Con ese criterio, Emilio Pérsico es el que más planes pudo concretar, Luis D’Elía el que menos y por eso acusó a Néstor Kirchner de ser maltratador y mentiroso y basar sus relaciones en el servilismo. También están los que protestan cada vez con más vehemencia porque los dejaron afuera de todo. Se trata de los que ya no son kirchneristas como la gente de Barrios de Pie o los que nunca lo fueron: los grupos de izquierda más ortodoxa.
Gerardo Milman, diputado nacional del GEN está estudiando profundamente las distintas irregularidades (en muchos casos burdas) que aparecen en estos programas asistenciales. Incluso, pidió a la Auditoría General de la Nación que investigue el tema.
Las cooperativas en su inmensa mayoría fueron armadas el mismo día que empezaron a recibir los planes. En muchísimos casos tienen como domicilio el mismo de la Municipalidad y, si uno repasa los nombres de esas cooperativas aparecen “Evita montonera”, “Evita vive”, “Los Descamisados”.
Nadie pretende que se llamen “Alsogaray cumple, María Julia dignifica”, pero nunca aparece un Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios o un Agustín Tosco. Hay otros manejos poco transparentes de algunos fondos en los que los legisladores locales deberán poner la lupa.
En algunos casos, los empleados municipales de planta (que ganan alrededor de 1.000 pesos) fueron despedidos e integrados inmediatamente a una cooperativa y en otros, ciertos intendentes más rápidos que el sonido se quedan con el subsidio que les envían para equipar convenientemente a los trabajadores.
Esto ya desató conflictos con el gremio de los albañiles. La UOCRA hizo clausurar un par de obras porque los miembros de las cooperativas no tenían cascos, arneses y otros elementos de seguridad que se exigen a cualquier empresa formal.
La multiplicación de la arbitrariedad de Estado como en estos casos, la resta en la credibilidad de la palabra presidencial y la división que aparece en el propio gabinete expresan como nunca antes la fragilidad y cierto clima de descomposición del proyecto del matrimonio Kirchner.
La presidenta Cristina frente a una realidad adversa tanto en Diputados como en Senadores sigue amonestando diariamente a la oposición con el dedito levantado en lugar de tender una mano para encontrar mecanismos y espacios de negociación parlamentaria.
Si una mandataria de cualquier país del mundo denuncia que no puede viajar al exterior (China en este caso) porque su vicepresidente (Cobos en este caso) encabeza una conspiración para derrocarla, se produce una conmoción social importante que obliga a todos los sectores a expresarse en defensa de las instituciones democráticas y que lleva manifestaciones a la calle para apoyar a quien fue legítimamente elegida por el pueblo.
En Argentina no pasó nada de eso. Se acusó al principal partido de la oposición y al principal grupo mediático de tener actitudes cuasi golpistas y al otro día todo siguió igual. El conductor y líder político del partido de Gobierno fue intervenido quirúrgicamente de urgencia por un tema tan delicado que le podría haber producido la muerte y en la opinión pública no apareció la preocupación o la consternación. Y la clase política casi no se expresó al respecto.
Con la movida sobre Malvinas pasó algo parecido. No acusan peso en la balanza de la sociedad. Son misiles que casi no hacen ruido. Esto habla de un vaciamiento de la palabra oficial. La sobreactuación y victimización a repetición produce fatiga social y pone en duda incluso las verdades que desde el poder se dicen. “No tienen propuestas, ya fracasaron”, proclama en las tribunas la Presidenta, mientras retrocede políticamente todos los días.
Para el Gobierno, tal vez ha llegado el momento de reconocer la nueva correlación de fuerzas parlamentarias, de frenar las operaciones que algunos ministros les hacen a sus pares, de decodificar el mensaje de las encuestas de imagen que van en línea con el de las urnas del 28 de junio y cambiar por completo la táctica.
Los Kirchner ya no tienen espacio para la imposición y la prepotencia. Pasó el tiempo de la extorsión ideológica y del todo o nada. Están obligados a sincerar sus necesidades, corregir torpezas y buscar acuerdos y consensos en todos los planos.
En el fútbol se dice que no hay mejor defensa que un buen ataque. Puede ser. Pero en la política aparece patético y decadente que alguien que va perdiendo por goleada se la pase gritando goles que no existen a una tribuna cada vez más despoblada. Gobernar es dar certezas y juntar voluntades. Hoy más que nunca.
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