El fenómeno Cleto o el extrañísimo caso del vicepresidente que no vicepreside

lunes, 22 de febrero de 2010

Por Andres Gabrielli

Otra vez Cobos. Es imposible sustraerse al tema Cobos, en especial desde Mendoza. El vicepresidente de la Nación se encuentra permanentemente en el ojo del huracán político. Es un ojo de fuego. Una caldera del infierno. Y exhibe un fenómeno muy extraño de la vida institucional argentina: a Cobos le pegan desde todos los ángulos; desde arriba, desde abajo, desde los costados, desde lo inimaginable.




Difícil de encontrar un ejemplo parecido. Sobre todo porque el vice no es Bin Laden ni Hitler ni Videla ni Hannibal Lecter.

El entorno presidencial lo masacra con sostenida ferocidad, pidiendo últimamente su renuncia a coro ante cualquier oportunidad. Hacen cola ministros, funcionarios menores, legisladores, madres de Plaza de Mayo, líderes piqueteros y sindicalistas para asestarle el peñascazo de cada día.

Pero también hay inquina en la oposición. Lilita Carrió, constituida ella misma, desde hace años, en la voz moral de la Patria, ha hecho en estas semanas del ex gobernador mendocino su blanco predilecto.

En la Unión Cívica Radical los anticobistas son multitud, de manera expresa o tácita. En la provincia, uno de sus críticos más acérrimos es nada menos que el intendente de la Capital, Víctor Fayad, quien se apresta a revalidar títulos en una elección comunal.

La lista crece hasta el asombro: hay anticobismo en el propio seno del cobismo mendocino, porque el Jefe, antipolítico por naturaleza, no ayuda a despejar las riñas internas, connaturales a esta tribu.

Sin dudas Cobos es un freak (friki, dirían los españoles). Un bicho raro. Un personaje imposible de digerir para la clase política de este país.

Desentrañando al monstruo

El fenómeno Cleto o el extrañísimo caso del vicepresidente que no vicepreside, excede a los hombres públicos. También intelectuales connotados aportan sus teorías para la elucidación del engendro.

Beatriz Sarlo publicó el viernes en La Nación un artículo en donde, ya desde el título, “El doble cuerpo de Cobos”, subraya la anomalía del personaje en cuestión.

Con su habitual agudeza crítica, Sarlo recuerda al político “oscuro” que “no inspiraba nada a nadie” en la época cuando decidió sumarse al proyecto kirchnerista, hasta llegar a hoy, en que “las contorsiones a que obliga el doble cuerpo de Cobos (uno en la vicepresidencia y otro en la oposición) no mejoran la política actual”.

Sarlo califica a Cobos de ser “un extremista de la prudencia” y “un político somero y frío”, para, a su vez, sorprenderse de que el presidente radical, Ernesto Sanz, lo haya retratado como un suprasenador en su ambiguo rol institucional.

Tomás Abraham, por su parte, tituló su nota en Perfil “Una extraña pareja” para adentrarse en similares meditaciones.

El filósofo se muestra también atónito, como Sarlo, porque Sanz en una entrevista señalara que Julio César Cleto Cobos ya no es el vicepresidente de la Nación. La explicación radica en que, “ desde julio de 2008, y a raíz de la 125, Cobos dejó de ser vicepresidente para desempeñar desde ese momento la función de presidente del Senado”.

Abraham cree que si el radicalismo (al que denomina radical-kirchnerismo) llega al poder el año próximo, repetirá los vicios del actual régimen.

Remata aludiendo “a los esfuerzos de un gobierno que grita y decreta cada vez que no puede reinar como quiere, y de una oposición que inventa a un vicepresidente que no es aunque lo parezca o que es y no lo parece. Entre los dos, impulsados por las irritadas amonestaciones de la Presidenta y los no positivos de Cobos, nos regalarán en el 2011 una nueva figura semejante a aquella investidura medieval analizada por el estudioso Ernst Kantorowicz que hablaba de los dos cuerpos del rey de la doctrina Cristocéntrica: la teoría del cuerpo mixto o geminada. Cuerpo de Cleto, alma de Néstor”.

Un caso extraordinario

Que gente tan poco afable como los Kirchner odien visceralmente a Julio César Cleto Cobos, se entiende. Inventaron una criatura que, como el monstruo de Frankenstein, escapó a su control y amenaza con derrumbar la casa.

Que Carrió despotrique contra él, también es clarísimo de inferir. Lilita ha roto con todos sus aliados circunstanciales.

Que algún peronista disidente cargue contra Cleto, resulta obvio. Ya está lanzada la carrera presidencial para el 2011.

Pero ¿y el radicalismo? Aquí hay incluso menos misterio. Cobos no traga al partido. Y el partido no lo traga a él. Los cerrados dogmas, los preceptos formales de la UCR propios de la ortodoxia religiosa nunca contuvieron ni motivaron al vicepresidente. Por eso no le costó sumarse al transversalismo cuando fue tentado por Kirchner.

Cobos no es un hombre de partido, definitivamente.

Y el radicalismo, por su parte, no es una fuerza permeable a las herejías ni a los espíritus independientes. Hoy, Cobos y la UCR se muestran juntos por mutua conveniencia. Se toleran. Pero no se aman. Ni se amarán. Esto constituye una bomba de tiempo. Porque el radicalismo oficial hoy, en la etapa previa a las candidaturas, trata de condicionar lo más posible al vicepresidente, de aislarlo y asfixiarlo bajo las estructuras. Y, si llega a la Presidencia, dicha presión será aún peor.

Así las cosas, es evidente que Cobos, mientras navega en su nube particular, sólo cuenta con algo tan tenue como el humor popular, al que trata de acertarle por cálculo o intuición. En caso de llegar a la cima del poder, ese cariño de la gente puede desaparecer en minutos.

¿Qué esperanza queda, pues?

Mendoza, con su especial apego a la institucionalidad, puede contribuir con alguna clave. Por estas horas, el coborradicalismo vernáculo hierve. Cuchillos palaciegos salen durante la noche para clavarse, cual argumento de Shakespeare, en la espalda de los correligionarios.

Pero también hay un esfuerzo destinado a armonizar los tres círculos efectivos de poder que compiten entre sí: el de Capital, que lidera el indomeñable Viti Fayad; el de Godoy Cruz, bajo la conducción de otro áspero, Alfredo Cornejo, y el de tierra adentro, donde el tunuyanino Eduardo Giner encolumna a sus colegas de Junín, Rivadavia y La Paz tras el presidente César Biffi.  El ex vicegobernador Juan Carlos Jaliff tiene también mucha vela en este entierro. Ni qué decir de Ernesto Sanz, hoy estrella de rango nacional.

Si toda esta gente de una misma cofradía, que ha sido varias veces avalada por el voto popular y que cree tener la gobernación mendocina al alcance de la mano, no puede darse un esquema de funcionamiento racional, integrado, eficiente, creíble y con proyección a futuro en torno a Cobos, ¿qué queda para el resto del país? Es una esperanza modesta. Pero es la única esperanza.

0 comentarios: