Los disfraces políticos se reproducen y no por la llegada del carnaval

domingo, 14 de febrero de 2010

Por Eduardo van der Kooy

Las debilidades del Gobierno afloran. Por eso el atrevimiento de los reclamos de Moyano y D´Elia. Existe una diáspora todavía contenida entre muchos intendentes y gobernadores. La oposición en el Congreso empieza a ser un problema mas serio del que los Kirchner creían.


"D'Elia tiene razón. Los intendentes lo vamos a dejar a Kirchner. Pero no será una traición. Nos trajo hasta aquí a punta de pistola. No estamos dispuestos a hundirnos con el barco". La frase descarnada pertenece a un poderoso intendente del conurbano. La convicción de ese funcionario parece sólida pero se mulle frente a la pregunta de por qué razón esas afirmaciones se escuchan sólo en privado. "¿Qué quiere, que nos maten. Que nos saquen hasta la última moneda?", interroga temoroso.


Aquel intendente no es un excepción en el universo peronista. La simulación parece el fenómeno mas extendido ahora en el partido y en el kirchnerismo. Los legisladores provinciales bonaerenses que en un encuentro estival de playa habían criticado al ex presidente firmaron, hace días, una solicitada de adhesión: "Así lo dejamos contento y nos dejan tranquilos a nosotros", confesó uno de los principales adherentes.

¿Quien los intranquiliza? Daniel Scioli vive obsesionado por la conducta política de los peronistas de la provincia. El disciplinamiento de esa tropa le garantizaría una relación estable con Néstor y Cristina Kirchner. Esa es la teoría que esgrime al menos su jefe de Gabinete, Alberto Pérez.

Quizás por ese motivo Scioli habría aceptado también que las finanzas de Buenos Aires sean auditadas por la Nación. Existe desde hace semanas un trabajo conjunto entre el ministro de Economía provincial, Alejandro Arlía, y el secretario de Hacienda de los Kirchner, Juan Carlos Pezoa.

Se pactó también que la escasez se note poco: las obras importantes en el conurbano avanzan a tranco pesado o no avanzan; a las obras de menor envergadura se les dio un envión, en especial las del segundo cordón donde el kirchnerismo supone que retiene su clientela electoral. Pese a ese ensamble, el gobernador empezaría a dudar sobre si aquella olla política peronista que acumula presión no volará por el aire el día menos pensado.

Los disfraces políticos se reproducen y no por la llegada del carnaval. Kirchner le ordenó al ministro de Justicia y Seguridad, Julio Alak, que organizara en La Plata una reunión para reivindicar su liderazgo y castigar al intendente Pablo Bruera, apartado del kirchnerismo. La cena se hizo dos días después de la operación que sufrió el ex presidente. Hubo un grupo nutrido de kirchneristas rabiosos y algunos moderados. Hubo invitados que se negaron a asistir. Varios de los moderados le aclararon luego a un peronista disidente de talla: "Fuimos de compromiso. No teníamos como zafar del apriete", sonrojaron.

El kichnerismo también la semana pasada arrojó críticas como granizo sobre la cabeza de Carlos Reutemann. Las declaraciones del senador sobre que el Gobierno se "afane" antes del 2011 la Casa Rosada y la Plaza de Mayo colmaron de ira a los Kirchner. Pues bien, que se sepa dos de esos cruzados enviaron correos directos al ex gobernador: "No nos quedaba otra. Pero si jugás la presidencial vamos a estar con vos", le prometieron.

Luis D'Elia conoce bien esa trama enorme de apariencias y de engaños. Sabe también que desde el pasado 28 de junio los Kirchner han empezado a entrar en un cono de debilidad irremediable que se acentuará este año cuando deban gestionar con un Congreso adverso. O saca tajada a ahora mismo de esa debilidad, reclamando la participación en los planes de empleo que distribuyen los intendentes bonaerenses, o luego sería tarde.

Hugo Moyano tiene, incluso, un olfato mas sofisticado que D'Elia. El jefe de la CGT frecuenta el ámbito del peronismo clásico y de los intendentes bonaerenses como no lo hace el líder piquetero. Hace semanas admitió que "hay muchachos que no están conformes con el modo de conducción del PJ". Se desdijo cuando sonó desde Olivos el teléfono. Anda en un tironeo sobre los alcances de la inflación porque en poco mas de un mes arrancarán en los gremios las discusiones paritarias. Igual que D'Elia, también supone que el trance de fragilidad de los Kirchner le permitirá obtener un provecho mejor.

Moyano y D'Elia parecen lejos, sin embargo, de pensar aún en dar un salto. El peronismo no le ofrece al secretario de la CGT ninguna alternativa que no sea la de los Kirchner. D'Elia quedaría condenado a mezclarse otra vez entre las organizaciones piqueteras --de la izquierda-- sin ningún anclaje, como le gusta, en el poder.

Moyano conoce que no tendría futuro junto a Reutemann. El mismo inició la escalada de confrontación kirchnerista con el senador. Su palabra fue una de las razones, entre varias, que acicatearon la reaparición del ex gobernador de Santa Fe. Pero no fue la única.

Reutemann supo de alguna trapizonda kirchnerista para intentar instalarlo en la escena pública como un hipotético heredero de los Kirchner. Una manera expeditiva, tal vez, de amputarle cualquier expectativa social. El dedo de los Kirchner, hoy por hoy, hunde en vez de elevar. El senador creyó descubrir esa intención cuando días atrás fue abordado en un restaurante de Recoleta por un gerente del poder, ahora kirchnerista. Juan Carlos Mazzón quiso hablar con él, pero lo esquivó todo lo posible.

Reutemann decidió entonces castigar donde al matrimonio presidencial ahora le duele: las sospechas de que la administración se corrompe de modo incesante. Esas sospechas comenzaron a tener volumen popular no tanto por las reiteradas denuncias. Fue determinante un episodio derivado del conflicto en el Banco Central: los dos millones de dólares que compró Kirchner en el 2008 para una inversión inmobiliaria, en medio de la crisis económica internacional.

Reutemann trazó así una frontera definitiva. No tiene decidido todavía, pese al torrente de conjeturas, si se postulará para el 2011. Tiene en claro, en cambio, que de hacerlo estaría en la vereda opuesta a los Kirchner.

¿Lo hará?. Por lo pronto, descartó una nueva pelea por la gobernación de Santa Fe. Tal vez abandone la práctica de los enigmáticos y largos silencios para canjearla por una comunicación mas fluída. La diputada Celia Arena se encargaría de eso. El senador tiene voluntad de alentar el papel del peronismo federal en el Congreso y ampliaría contactos con dirigentes que no sean sólo de su provincia, Córdoba y Entre Rios. Tiene agendado un encuentro inminente con Felipe Solá y recibió a fin de año a Sergio Massa. Se comprende la bronca de los Kirchner contra el intendente de Tigre y la desconfianza que, por añadidura, le dispensa Scioli.

Kirchner instruyó aquella ofensiva contra Reutemann. Pero ni él mismo ni Cristina dijeron una palabra. Nunca el matrimonio se atrevió a cuestionar públicamente al senador. El ex presidente no quiso hablar de lo ocurrido delante de los visitantes que tuvo en el sanatorio donde permaneció internado tres días. Uno de sus interlocutores contó que el percance de salud habría devuelto a un hombre manso, reflexivo. Que hasta sobrevoló la idea de un sucesor para el 2011 que no podría ser un Kirchner. A un avezado kirchnerista se le ocurrió apuntar con sorna: "Es posible que ahora piense eso. Pero le durará hasta que se le borre la cicatriz".

El problema de salud del ex presidente quizás no se transforme en un límite político pero sí en un toque de atención. No sería el único. El matrimonio sabía que el Fondo de Bicentenario, para usar las reservas del Banco Central, naufragaría sin remedio en Diputados. Pero que el Senado sería, al final, una tabla de salvación. Esa esperanza flamea.

El kirchnerismo está ahora clavado en los mismos votos que la oposición (35). Pero el pampeano peronista Carlos Verna y su comprovinciana María Higonet se sumaron a los opositores en la puja por la distribución de las comisiones del Senado y exigen que aquel DNU sea cambiado por un proyecto de ley. Habría algo mas que el cambio de las formas: estaría implícita la voluntad de discutir la distribución de algunos impuestos a las provincias.

Verna no es un llanero solitario. Hay gobernadores del PJ que promueven esa idea pero que no la hacen explícita por el temor a la reprimenda. "Es el terrorismo que han instaurado los Kirchner. Nunca vi algo asi en el PJ", asegura el mandatario de Chubut, Mario Das Neves. Aquellos senadores y esos gobernadores peronistas mudos tienen también la solidaridad opositora.

Julio Cobos regresó de su voto favorable sobre la remoción de Martín Redrado --como querían los Kirchner-- y abogó por dos cosas: un proyecto de ley para avalar el uso de las reservas y la necesidad de contemplar las demandas provinciales.

La tregua kirchnerista con el vicepresidente de inmediato cesó. Le reclamaron a viva voz la renuncia. Lo reubicaron en el paisaje de una supuesta conspiración. Cobos alimentó el cotilleo con su participación en la cumbre radical y su deseo de recoger la bendición para el 2011. El vicepresidente fuerza los límites basculando tanto entre su papel institucional y el de posible candidato opositor.

Pero esas distorsiones empalidecen ante la ristra de arbitrariedades kirchneristas. ¿Hay una arbitrariedad mayor que insistir con una inflación (1% en enero, según el INDEC de Guillermo Moreno) existente sólo en la imaginación de los Kirchner?.

Con el engaño se puede convivir en la política un tiempo, quizás mucho tiempo. Pero no siempre. Los Kirchner no deberían ignorar esa certidumbre.

0 comentarios: