La última vez que Cristina Kirchner gozará del beneficio de conducir el Mercado Común

sábado, 20 de febrero de 2010

Por Alcadio Oña


La Argentina ejercerá la presidencia temporal del Mercosur hasta fines de junio. Luego le tocará el turno a Brasil y más tarde a Paraguay y Uruguay, cada uno por seis meses. Conclusión: esta es la última vez que Cristina Kirchner gozará del beneficio de conducir el Mercado Común.

Ese es el telón de fondo de una movida verdaderamente ambiciosa. Según fuentes privadas, desde aquí se ha empezado a activar a toda marcha el cierre de un acuerdo Mercosur-Unión Europea. Es un objetivo muy de máxima, con una veta inocultable: si eso sucede, será presentado como un logro internacional de la gestión presidencial y, obviamente, se le buscará sacar el mayor provecho político posible.

Desde luego empujado por Cristina Kirchner, el operativo tiene fecha fija. Anunciar el acuerdo a mediados de mayo, cuando tendrá lugar, en Madrid, la cumbre de presidentes y jefes de Estado de América latina, el Caribe y Europa. Un escenario impresionante, que colmaría las aspiraciones oficiales.

Antes habrá un encuentro técnico de alto nivel, entre el secretario de Relaciones Económicas Internacionales argentino, Alfredo Chiaradía, y el director general adjunto de la UE, Joao Aguiar Machado. Sería en la segunda quincena de marzo, para acercar las posiciones.

El Gobierno pretende que se realice en Buenos Aires, y al parecer los europeos concederían. En su dimensión, los primeros fuegos artificiales.

Esto se da por seguro. Mucho más difícil, si no imposible, es que la Unión Europea y el Mercosur consigan ponerse de acuerdo en todos los intrincados temas que se discuten. Encima, en el escaso tiempo que media hasta mayo.

Otras cosas también desaniman: la crisis financiera en la UE; la propia de Rodríguez Zapatero, que la preside, en España y el conflicto con Gran Bretaña por Malvinas. Por si no se recuerda, la Unión Europea ha reconocido de hecho la soberanía británica sobre las islas.

Un capítulo duro de la negociación, hasta ahora empantanado, es el comercial-económico. Los europeos pretenden que los países del MS abran sus fronteras a un enorme número de sus productos, la mayor parte industrializados, con arancel de importación cero. En un principio se habían lanzado con un 91 % de los bienes de ambas parte, contra el 77 % que ofrecían desde este lado.

El comercio entre las dos regiones no presenta hoy grandes trastornos. Pero bien distinta es una liberación generalizada, así se haga a lo largo de diez años. Simplemente, porque eso pondría en riesgo sectores productivos y empleos nacionales.

La contrapartida que pide el Mercosur pega en los subsidios agrícolas europeos. Y consiste en un aumento considerable de los cupos de productos agropecuarios y agroindustriales que pueden entrar allí: nada tampoco sencillo, dado el peso político de los agricultores en algunos países de Europa.

Luego, el capítulo de los servicios: entre otros, finanzas, seguros y transporte marítimo. Nuevamente, la UE quiere una mayor apertura a los negocios e inversiones de sus compañías. Desde este lado, el que más resistencia opone a una liberación de los servicios es Brasil, más flexible, en cambio, en la cuestión comercial.

La agenda continúa con las compras gubernamentales, o sea, que los estados otorguen preferencias a compañías de ambas regiones. Otro punto sensible, al menos para Brasil, que por ley privilegia a sus propias empresas.

Sigue con propiedad intelectual, esto es, el reconocimiento de las patentes de origen. Y después, con lo que se llama indicación geográfica: por ejemplo, vinos y quesos, cuyas denominaciones los europeos cuidan como al champagne.

Menos complejo parece ser, en cambio, coincidir en los capítulos de política y cooperación. Sólo que aquí entran, entre otras, la cuestión militar y la nuclear.

Y si esta nómina ya luce extensa, es interminable la lista de temas involucrados al interior de cada capítulo: la famosa letra chica, que siempre provoca cortocircuitos. Hasta 2005, cuando se interrumpieron las negociaciones, hubo unas trece o catorce reuniones birregionales sin ningún resultado.

El punto es que no es posible concluir acuerdos por capítulos e ir anunciándolos de a uno. Se trata de un paquete completo: o se cierra todo o no se cierra nada, aun cuando haya avances firmes en algunos.

Así, parece excesivo aspirar a que se llegue con todo listo como para anunciarlo en la cumbre de Madrid. Por mucho apuro que el Gobierno tenga.

Quizás haya que conformarse con algo más modesto: un relanzamiento formal de las negociaciones, con la pompa del caso. Si a los efectos reales no es un relanzamiento más, al menos tendrá el valor de que se concretó cuando la Argentina ejerce la jefatura del Mercosur.

Le faltará el lustre de un acuerdo pleno, que en nombre del Mercado Común firmaría la Presidenta. Y claro está, no equivaldrá al espaldarazo internacional a la gestión de Cristina Kirchner que acá se pretende.

Hay un dato más, por fuera de la maraña de cuestiones en danza: la próxima presidencia del Mercosur le toca a Brasil. Cuesta creer que ahora los brasileños le van a servir en bandeja a la Argentina un acuerdo con la Unión Europea, si llegado el caso pueden capitalizarlo ellos.

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