Por Juan C. Sánchez Arnau
Acabo de leer en los diarios una frase que Ud. habría dedicado a sus opositores, es decir a los argentinos que no opinan como Ud., una frase “cristinesca” según su propia definición: “Ladran, Sancho, señal que son perros”.
¡Qué contraste, Sra. Presidenta, con las actitudes y las palabras de sus vecinos! ¿No ha escuchado Ud. el discurso del ex Presidente Frei, felicitando a su adversario el futuro Presidente Piñera, de Chile? ¿No ha escuchado al ex Presidente Lacalle, saludando el triunfo de su adversario José Mujíca y diciéndole, “de aquí en más Ud. es mi Presidente”? ¿Imagina Ud. a la Presidenta Bachelet o al Presidente Lula, tratando de perros a sus adversarios políticos? ¿No comprende Ud. que al tratar así a sus adversarios, justificaría que cualquiera que no estuviera de acuerdo con sus opiniones la trate de “perra”, “gata” o “cebra”? Algo que ningún argentino debería permitir porque sería una afrenta a la figura institucional más importante del país, aquella a la que todos debemos respetar porque debe estar por encima de todos nosotros.
Alguien que, a su vez, debe tratar a todos los argentinos por igual, sin distinciones de banderas políticas o ideológicas, porque fue elegida para gobernar para todos y en nombre de todos los argentinos. Quizás esta noción le sea ajena, o quizás esté muy ofuscada por las sucesivas derrotas electorales y judiciales y por la enfermedad de su marido. Pero comprenda, Señora, que así va a quedarse cada vez más sola, acompañada solamente por aquellos que necesitan de Ud. y de su esposo para sobrevivir políticamente en un país cuyos ciudadanos ya dejaron de creer en Ud. y en sus discursos. Por eso, sus tristes palabras no han tenido mayor repercusión: fueron tomadas como un exabrupto más, otro desliz verbal de aquellos a los que nos tienen acostumbrados, Ud., su esposo y su Jefe de Gabinete.
En todo caso, Señora, gracias por haberme tratado de “perro”, no me molesta ser comparado con tan noble animal. Mal me habría sentido, en cambio, si me hubiera tratado de “cerdo”, ese sucio animal que parece animar -según sus propios dichos- sus fantasías eróticas.
Cálmese Señora, comprendemos que está Ud. viviendo tiempos difíciles y que su futuro, como el de todos nosotros, los argentinos, no es brillante. Pero ¡cálmese, por favor! Que todos queremos que termine su mandato en paz.
No siga así, que cuando los perros son muchos y están hambrientos, se juntan en jauría y pueden devorar a cualquiera.
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