Por Mario Fiore
"Si tuviera que actuar por mi conveniencia política, no estaría sentado ni un minuto más en esa mesa", dicen que les confesó a sus íntimos el vicepresidente Julio Cobos el fin de semana pasado, cuando se dispuso a confeccionar los argumentos que dio a la Bicameral que trató la salida de Martín Redrado del Banco Central. Está claro, Cobos y los suyos siempre fueron conscientes de que políticamente iba a ser cuestionado, cualquiera fuera su voto. "Por eso decidió actuar institucionalmente y no políticamente", lo defiende su ex vicegobernador Juan Carlos Jaliff.
Por estas horas, el mendocino sabe que si quiere ser candidato a presidente será más que nunca a pesar del Gobierno nacional -que no ha desactivado el operativo en su contra ni piensa hacerlo- y también a pesar de la oposición, de la que el kirchnerismo y algunos sectores lo ven como su principal referente.
Pero el momento es más angustiante porque la opinión pública empieza a no entender el aprieto en el que se ha metido el mendocino y le dio la espalda por votar en contra de Redrado, quien había emergido como el último rebelde del kirchnerismo. Sin el apoyo de la ciudadanía, como tuvo en los últimos 18 meses desde que volteó las retenciones móviles a la soja, Cobos está entonces en un yermo.
Los argumentos que dio el Vicepresidente en la Bicameral que aconsejó finalmente la remoción de Redrado -con su voto y el del diputado oficialista Gustavo Marconato- son tres.
El primero es que no había motivos para desplazar a Redrado del Central por incumplimiento de los deberes de funcionario público debido a su oposición a liberar las reservas para pagar los vencimientos de la deuda (tal como lo estipuló el decreto 2.010/09 que creó el Fondo del Bicentenario).
Cobos argumentó que tal renuencia de Redrado no está probada ya que el economista, en su testimonio ante el Parlamento, dijo que el trámite de transferencia de fondos siguió su curso normal en el Central y sus objeciones fueron sólo verbales ante el Gobierno. Además, en caso de que se hubiera opuesto realmente, el Ejecutivo nacional necesitaba la autorización del Congreso, algo que aún hoy no tiene.
En cambio, Cobos desarrolló en otro pasaje de su dictamen, los motivos por los que sí Redrado era pasible de ser removido. Para ello se extendió a los cinco años y cuatro meses que el "Golden Boy" comandó el Central.
Dicen las fuentes cobistas que la posibilidad de ampliar la investigación a toda la gestión de Redrado fue peticionada por el diputado opositor Alfonso Prat Gay (Coalición Cívica), quien como anterior jefe del BCRA tenía muchas objeciones a la labor de Redrado.
Ante esto, Cobos cuestionó que Redrado no cuidó el valor de la moneda porque en ningún momento objetó los índices de inflación del Indec, claramente ficticios.
Por otro lado, le achacó a Redrado una "dudosa" contabilización de los activos del BCRA. Y pidió que se investigue a todo el directorio que acompañó al economista durante su gestión por los mismos "pecados".
El tercer argumento que escribió Cobos fue el más político: le aconsejó a la presidente Cristina Fernández que acepte la renuncia que Redrado presentó el viernes pasado a fin de evitar más problemas institucionales al país y tranquilizar la economía.
"Cobos hizo el voto que quería hacer Prat Gay pero que éste no hizo porque no lo dejó Lilita Carrió", se animó a explicar Jaliff. Se sabe: Prat Gay se limitó a rechazar la remoción de Redrado dado que éste se opuso a la formación del Fondo del Bicentenario con parte de las reservas del Central y no pudo explayarse sobre la gestión de su sucesor porque la líder de su partido evitó por todos los medios quedar pegada al Gobierno nacional.
Ceñirse al segundo DNU de Cristina Fernández, el que firmó junto a todo el gabinete nacional para remover a Redrado por oponerse al Fondo del Bicentenario, fue la salida que encontró Prat Gay para poder votar a favor del cuestionado sucesor y satisfacer los pedidos de Carrió.
Para muchos, el voto de Cobos, sin embargo, debió ser idéntico al de Prat Gay. Se lo hicieron saber sus correligionarios más encumbrados, que debía ponerse en la vereda de enfrente del "atropello institucional" de los Kirchner. Se lo hicieron saber incluso sus más amigos que no tienen nada que ver con la política.
Pero Cobos no los oyó. "Eligió ser Vicepresidente, cumplir su rol institucional, y no sacar rédito de esto", explicó otro cobista que acompañó al ex gobernador en estos últimos días.
Difícil es medir ahora para Cobos el alcance de su decisión. Se arriesgó a quedar pegado al Gobierno, desconcertó a buena parte de la gente, y desde su partido volvieron a desconfiarle por no atender sus recomendaciones.
También hay interpretaciones más transgresoras, menos lineales. Curiosamente, las aportan los kirchneristas, quienes siguen desconfiando del Vicepresidente aun cuando esta vez votó a favor del Gobierno. Estas voces creen que Cobos sólo buscó sentar precedente ya que se prepara para gobernar el país en 2011.
"Por eso consideró que la jefa del Estado tiene derecho a pedir la remoción del titular del Central si éste no comparte con el Ejecutivo la política a seguir y porque además sabe que deberá apelar a las reservas si las vacas vuelven a ser flacas", explicó un legislador K.
"No lo hablamos nunca, pero es una lectura lógica", admite un radical que tiene trato frecuente con Cobos y que acompaña su candidatura. En esta visión de los hechos, el mendocino ya no habría actuado sólo como Vicepresidente, como pregonan los cobistas. Tampoco habría hecho el juego de instalarse como un claro opositor, como lo hizo Carrió al inducir el voto de Prat Gay. Habría dado un mensaje más fuerte al seno del Gobierno: que está dispuesto a negociar las reglas de juego de una Argentina en la que los Kirchner ya no sean los únicos que mandan.
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