Las noticias del poder resultaron tardías y confusas, dando lugar a rumores y conjeturas

lunes, 8 de febrero de 2010

Por Eduardo van der Kooy


Al menos hasta anoche, la información oficial sobre la salud del ex presidente Néstor Kirchner circuló de manera razonable, en tiempo y contenido. Siempre la información periodística es mas veloz y vivaz, pero no siempre, en esos casos, más precisa.

Aquella valoración tiene una razón de ser: en episodios anteriores (la hemorragia digestiva del propio Kirchner en 2004 o la descompesanción de Cristina el año pasado) las noticias del poder resultaron tardías y confusas, dando lugar a rumores y conjeturas. Y enrarecieron, inevitablemente, la realidad política e institucional.

Quizás haya servido de ejemplo el modo cómo el gobierno brasileño manejó la información sobre la hipertensión que sufrió Lula Da Silva, días pasados, cuando viajaba en avión hacia la cumbre en Davos. La noticias del Planalto fueron rápidas y tajantes. A las 24 horas incluyeron una foto del mandatario con un grupo de enfermeras que lo había atendido.

Es casi una obviedad señalar que las enfermedades de los presidentes son asuntos de Estado. Kirchner no es presidente. Pero es un ex mandatario dentro de un peculiar sistema de poder. Tal vez, sólo posible en la Argentina.

Es el hombre fuerte que, aún en tiempo de declinación política, sostiene al gobierno de Cristina. Asumió en diciembre como diputado y aspira en marzo a retomar la conducción del Partido Justicialista.

Lo hará, además, en un momento donde el peronismo no ha podido generar otros liderazgos que desafíen al de Kirchner. El mismo ex presidente tramó alianzas directas con sectores de ese partido, con algunos gobernadores y un núcleo sindical poderoso.

Se comprende, entonces, la inquietud que generó su sorpresiva operación y el valor de una información ajustada.

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