Gracias a Carlos Menem, el Gobierno ayer no perdió 3 a 0. La Justicia mantuvo el bloqueo sobre el Fondo del Bicentenario y Hillary Clinton confirmó que vendrá al Sur pero no a la Argentina. Hasta ahí, 2 a 0. Sobre la hora, el ex presidente faltó sin aviso al Senado y le evitó una goleada al kirchnerismo.
Que justamente Menem, el demonio liberal de los 90, le haya tirado un salvavidas al Gobierno no es como para que los K anden festejando.
Por él, los senadores oficialistas pudieron huir y dejar sin quórum una sesión donde la oposición iba a tomar el control de las comisiones.
Pan para hoy y hambre para mañana: el kirchnerismo tampoco tiene ya la mayoría en el Senado. Y la maniobra de ayer no cambia eso. Lo que revela es el inútil empeño de los Kirchner por desconocer la relación de fuerzas que surgió de la derrota electoral del 28 de junio.
Igual, a intentar salvar el Fondo del Bicentenario, hoy más muerto que vivo. Está clarísimo que ese DNU fue un sonoro error, del comienzo al fin. Costo sobre costo: peleas con Redrado, el juez Thomas Griesa y la Justicia Argentina. Y encima, el jaque al canje de la deuda, que con el Fondo iban a abrirle al país el crédito internacional.
Y como a alguien hay que echarle la culpa, ahí está el propio kirchnerismo torpedeando a Boudou. Aníbal Fernández puede decir que "está más fuerte que nunca" pero el ministro es candidato puesto en todas las encuestas oficiales para cargar con la factura del fracaso.
Todo sea para liberar de culpa y cargo al verdadero cerebro de la operación.
El mismo Kirchner, que trata de contener una tropa que se le dispersa al compás de su pérdida de poder. Ayer bramó en territorio enemigo: el del intendente Bruera. Y resonó la venganza como guía central de la política.
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