Por Carlos Abrehu
El arrastre del estrés institucional de enero -según la calificación de Cristina Fernández de Kirchner que hizo del primer mes de 2010- hacia febrero hizo blanco en Néstor Kirchner. Los reveses políticos vulneraron la resistencia del ex presidente. Con su sorpresiva internación y posterior operación quirúrgica tembló temporariamente el esquema de poder que gira alrededor de él. Zafó del trance, pero no se disiparon las dudas sobre su salud.
En el peronismo esas incertidumbres abren espacios para las cavilaciones y los hipotéticos replanteos de actitudes. Conocedora del paño, la jefa de Estado salió a aventar los fantasmas con las frases de rigor. Está mejor de salud que nunca, repitió constantemente.
El sistema de lealtades que tejió en torno de su liderazgo personalista no se desmoronó, pero el deterioro del kirchnerismo es un dato de la realidad. A la tensión política, se agrega el impacto deletéreo de la inflación. Una combinación que mina la tranquilidad de la Casa Rosada y que siembra incógnitas sobre lo que acontecerá en los meses próximos.
El discurso presidencial reflejó con precisión meridiana el mal momento que vive el oficialismo y lo que le duelen las críticas opositoras. Ladran Sancho, señal que son perros, atacó desde una tribuna levantada en un sindicato adicto de Buenos Aires. El ministro de Salud, Juan Luis Manzur, escuchó impertérrito la admonición presidencial. Al fin y al cabo, es un hombre de confianza del gobernador José Alperovich, que asoció su destino al matrimonio K.
La adaptación "cristinesca" de una cita inexistente del genial Cervantes revela el malestar que causa la incipiente recuperación de los mecanismos republicanos de control político.
La inflación del Indec acentúa su descrédito, mientras que en Tucumán la medición de precios permanece oculta desde hace meses, por orden del gobernador. No se debe desentonar con la pauta de Guillermo Moreno, el arquitecto de la inflación artificial.
Efecto traslativo
El 1% de alza del costo de vida de enero no condice con el que los consumidores registran en sus incursiones por los negocios de distinta envergadura. Nadie puede negarlo, porque aumentó el precio de la carne y de la leche. En el mundo privado se habla del 2%.
El precio político lo paga el ministro Amado Boudou, pero también el gobernador a raíz de su cerrada solidaridad con el matrimonio presidencial. Los téoricos del oficialismo refieren que existe una inflación peronista -sería la del Indec que releva los consumos populares- y otra de tipo premium -que se focalizaría en los sectores encumbrados de la sociedad-. De ese modo buscan relativizar las diferencias entre las mediciones públicas y privadas.
Por otra parte, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. sugiere que suben los precios porque creció el poder adquisitivo de los ciudadanos. La sensación térmica que vive Fernández es muy distinta de la de los jubilados. Estos no mejoraron sustancialmente su situación, pese a los espectaculares discursos presidenciales. El 76% de los afiliados al sistema estatal, con el último ajuste del 8% y con el subsidio del PAMI, cobrará $ 940 desde marzo, cifra que está por debajo de la línea pobreza calculada en $ 1.095 por el Indec, sospechado de manipular los datos de la realidad socioeconómica.
En Tucumán se estima que el 80% de los jubilados subsiste debajo de ese piso de necesidades. La Anses, mientras tanto, sigue como prestamista de la Casa Rosada y de emprendimientos privados, y no reajusta los ingresos de sus aportantes.
Sacudió el tablero
Carlos Reutemann, con lenguaje destemplado y poco diplomático, dejó sospechada de corrupción a la maquinaria que controla el kirchnerismo. La billetera y la caja tienen a todos bajo sumisión, disparó el santafesino contra los gobernadores que orbitan en derredor de la Casa Rosada.
Las palabras de Reutemann sacudieron la modorra del antikirchnerismo y los aliados del Gobierno formaron fila para contragolpear. Alperovich se mostró cauteloso frente al hecho: está fuera de lugar hablar de afanar. ¿No querrá dinamitar puentes hacia el futuro? Con el campo había sido más contundente durante el caldeado año 2008.
Las divergencias más inmediatas se patentizarán en el Congreso, cuando deba discutirse si se ratifica el decreto de necesidad y urgencia que crea el Fondo del Bicentenario. Alperovich desplegará toda su artillería para que la orden presidencial no sea desairada. Es una prueba de fuego, de la que la Casa Rosada necesita salir airosa. De ese modo, podrá contar con recursos que financien la expansión del gasto público, al mismo tiempo que sujeta a los gobernadores.
Los radicales confían en desbaratar la estrategia oficialista en las dos cámaras y apuntan a que se modifique el régimen de reparto de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y del impuesto al cheque. Ese renacer del espíritu de fiscalización creen que podrán proyectarlo en la provincia, donde Alperovich conserva el manejo de las palancas del poder. El senador José Cano entiende que es una operación posible, pero el andar de la política está lleno de buenas intenciones no cumplidas.
Los justicialistas que rompieron amarras con el kirchnerismo y la Casa de Gobierno bifurcaron sus senderos. El consejo provincial provisorio del peronismo acusó a Alperovich y Kirchner de trabajar para que haya más pobres y desocupados, promoviendo un clientelismo electoral sin precedentes. Es una experiencia que aglutina a dirigentes históricos, gremialistas y políticos.
La otra rama, que optó por cobijarse bajo la sigla Peronismo Federal, congrega a dirigentes que comparten métodos de trabajo y mantienen diferencias políticas con la dirección provisoria del peronismo. Julio Díaz Lozano, Osvaldo Cirnigliaro y FlorencioAceñolaza, entre otros, emergen como las figuras más significativas del grupo, por el momemto. Existe la intención de coexistir pacíficamente y la coincidencia de enfrentar a Alperovich.
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