A quién le conviene la Reforma Política

martes, 30 de marzo de 2010

Por Marcos Novaro


Que al gobierno le convenga o no usar las internas abiertas, es algo que aun está por verse. En el caso que Reutemann no compitiera, y lo hicieran en cambio figuras menores como Rodríguez Sáa, o demasiado desgastadas, como Duhalde (cuya voluntad de presentarse sólo se explica como invitación a otros a hacerlo), tal vez le convendría concretarlas.

Recordemos que la reforma le daría al gobierno un enorme poder para fijar el modo en que se aplicará en cada distrito cómo se distribuirán los lugares en las listas de legisladores. En consecuencia, el gobierno podría contar con la colaboración de los gobernadores, quienes no abandonarían abiertamente el barco. La reforma le serviría a éstos para seguir reproduciendo su poder, y a Kirchner para creer que puede hacerlo.

Ahora bien, si candidatos de peso se presentan por afuera de su estructura, y así participar de las internas los conduce a la ruptura abierta del PJ, entonces lo mejor es que no se concreten. En todo caso, la reforma podría aplicarse para candidatos nacionales y que sea Kirchner quien pague los costos.

El otro problema que el gobierno tiene que resolver es la cuestión de los desdoblamientos: si los gobernadores le ganan de mano a los Kirchner y adelantan sus comicios, volverán inaplicable la reforma para los cargos locales. Su autonomización respecto de lo que suceda con los candidatos nacionales será total.

La reforma puede ser usada para evitar esto, pero hacerlo puede llevar a un choque abierto con los gobernadores. Para evitarlo, adelantar las nacionales, con o sin internas abiertas mediante, parece convenirle más a los Kirchner.

Imaginemos en cambio lo que sucedería si Reutemann, o algún otro candidato con chances, se decidiera a competir por la candidatura del PJ. En ese caso claramente la reforma se volvería un tiro por la culata, y lo mejor sería que algún juez la suspendiera. Los rechazos a los vetos presidenciales podrían incluso ayudarlo. Y tendrían finalmente alguna lógica más que la mezquina de empiojarle las cosas a Solanas.

El problema podría ser, en este caso, cómo lograr que la reforma se detenga, si entre los adversarios se lograse una coordinación suficiente como para impulsarla. ¿Tendrían Cobos o Reutemann recursos a la mano para obligar al gobierno a poner en marcha la reforma? Sería difícil pero no imposible.

En vista a un escenario como este, lo mejor es que se sigan acumulando objeciones en la Justicia y el propio Congreso. Finalmente el resultado será que la convocatoria a elecciones y sus reglas de juego ad hoc se judicializarían, como está sucediendo con todo lo demás. Los jueces deberían mediar y tratar de encontrar una forma de dejar conformes a todos, algo que parece bastante difícil de lograr.

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