En el Peronismo se viene rumiando un sordo fastidio como el de una olla a presión

lunes, 15 de marzo de 2010

Por Osvaldo Pepe


Acaso con más fruición que las otras fuerzas políticas, el kirchnerismo ha devaluado el sentido de las palabras: las adultera, o las carga de un contenido épico que no tienen. Escribe una historia que no es la que transcurre y ni siquiera se detiene en reparos éticos.


Su máximo jefe político, Néstor Kirchner, acaba de reasumir la conducción del Partido Justicialista a menos de nueve meses de haber presentado su renuncia, corrido por la derrota electoral de junio. Fingió irse al día siguiente, con una parodia mediática que puso en escena a través del aparato de comunicación estatal a su servicio. Delegó el poder en Scioli: se fue sin haberse ido.

Hace 4 meses, diseñó el "operativo retorno" con un remedo institucional partidario mediante el cual se rechazó su dimisión entre gallos y medianoche. Y el miércoles último, en Chaco, retomó el mando en un acto con estudiada liturgia y estética justicialista, que al llegar el poder despreciaba: "Es pejotismo puro", decía. En tanto, en el peronismo se viene rumiando un sordo fastidio como el de una olla a presión en cuenta regresiva.

Como Menem en su tiempo, Kirchner nunca dejó de ser "el Jefe". La forma de ejercer y sentir el poder los iguala, aunque ahora Kirchner aluda al ciclo menemista como "la noche neoliberal": una noche que lo cobijó como uno de los principales fogoneros de la privatización de YPF, que le significó a Santa Cruz regalías por más de US$ 500 millones, cuyo destino aún permanece incierto.

Kirchner y la Presidenta construyen su propia mitología: gobiernan, dicen, para los menos pudientes, como manda el ideario peronista. Pero en febrero la canasta básica tuvo la mayor suba en 8 años: ya sale casi el doble del sueldo promedio de $ 2.000 que cobra 70% de los asalariados.

De eso, claro, los Kirchner no dicen ni una palabra.

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