El argumento legal de Francisco de Narváez no resiste el menor análisis

domingo, 28 de marzo de 2010

Por Jaime Durán Barba


Las constituciones de todos los países latinoamericanos exigen que sus candidatos a presidente hayan nacido en el territorio nacional o que sean hijos de ciudadanos del país. Francisco de Narváez nació en Colombia, sus padres son colombianos, y la Constitución le impide ser candidato presidencial.

Su único argumento legal, que la Argentina es signataria de la Convención Interamericana de Derechos Humanos de San José de 1969, no resiste el menor análisis.

Sus abogados invocan el inciso primero del artículo 23 de este tratado, que dice que todos los ciudadanos de los países signatarios deben “tener acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país”, pero no mencionan el segundo, que dice que “la ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, por razones de edad, nacionalidad, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente”.

Todos los países firmantes exigen que los candidatos tengan una edad mínima, y prohíben que personas con graves trastornos mentales puedan ser candidatos. Los niños y los locos, al menos los clínicamente declarados, no pueden ser candidatos.

Sin excepción, los países suscriptores de este convenio exigen que quien aspire a la Presidencia de la República tenga la nacionalidad por nacimiento o sea hijo de padres nacionales. La disposición de la Constitución argentina es clara en este sentido, y la Convención de San José, cuando se lee completa, confirma su validez.

Si los jueces resuelven el caso de Francisco de Narváez guiados por la ley, no hay ninguna posibilidad de que sea candidato presidencial.

Más allá de lo legal, la decisión de Francisco de ingresar a la interna peronista es incoherente con su triunfo de junio. Ganó esas elecciones con una campaña que se estudia como modelo en las principales universidades del mundo. La analizamos hace pocos días en Washington, lo haremos pronto en Madrid y Lisboa.

Fue un candidato nuevo, casi sin carrera política, que logró derrotar a Néstor Kirchner, uno de los políticos más importantes del continente en lo que va del siglo. Francisco tiene una gran capacidad de trabajo y muchos méritos, que le permitieron hacer una campaña fresca, novedosa, juvenil, que expresó los sentimientos de ese 60% de argentinos que dice en las encuestas que preferiría que el nuevo presidente de la Nación no sea peronista, ni radical, sino que proceda de un nuevo sector. No exhibió bombos, fotos de Perón, de Evita, ni tarimas presididas por líderes sindicales, piqueteros, concentración en el Luna Park, ni otros elementos de la liturgia electoral peronista.

Es triste observar que por buscar una candidatura inconstitucional e imposible, De Narváez esté destrozando todo lo que consiguió para posicionarse como un líder identificado con el futuro del país y del continente.

Si continúa por ese camino, cuando las instancias legales dictaminen lo obvio, tendrá que volver a la provincia de Buenos Aires para competir por una candidatura a gobernador, dentro del Partido Justicialista. Intentará encabezar a quienes el General llamaba “cabecitas negras” pero se ve desde lejos que hay otros dirigentes peronistas que encarnan mucho mejor ese perfil

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