Los Kirchner con demasiadas malas artes fueron vulnerando los límites que intentó trazarle el conglomerado opositor

miércoles, 31 de marzo de 2010

Por Eduardo van der Kooy

Néstor y Cristina Kirchner han ganado con los dos fallos de la Justicia conocidos ayer una batalla política que arrancó en diciembre del año pasado.

En ese derrotero de más de tres meses despidieron a Martín Redrado del Banco Central, alzaron en su reemplazo a Mercedes Marcó del Pont, cuyo pliego está aún pendiente de aprobación, resignaron el predominio en el Senado y despertaron, por sus presiones y palabras, resistencias impensadas en el Poder Judicial.


Tanta fricción continuó desgastando la imagen pública del matrimonio presidencial con la sociedad. Una encuesta conocida ayer en la geografía oficial indica que Cristina estaría en los niveles de popularidad más bajos desde que asumió en el 2007. Parecidos a los que cosechó durante el conflicto con el campo: sólo entre el 17% y el 18% de aceptación. Pero, tal vez, sea ese el contratiempo menos importante: los Kirchner parecen haber enterrado hace rato la posibilidad de recuperar fiabilidad. Se contentarían con gobernar para el núcleo duro de los incondicionales.

La batalla ganada no implicaría que el enfrentamiento global sobre determinadas facultades de poder de los Kirchner haya concluido. Sigue en manos del Congreso la chance de rechazar el DNU que habilitó el uso de las reservas para el pago de los vencimientos externos. También está bajo análisis de los integrantes de la Corte Suprema un pronunciamiento sobre las verdaderas necesidades y urgencias del Poder Ejecutivo para apelar, con tanta frecuencia, a los decretos.

En el caso del Congreso, aquel hipotético rechazo sería una especie de resarcimiento para una oposición que recurrió, en su momento a la Justicia, por la inoperancia política para enfrentar el reto de los Kirchner. Pero nada garantiza que los opositores vayan a tener ese consuelo: ayer mismo, durante la flojita exposición de Amado Boudou en el Senado, el kirchnerismo repitió con fuerza la idea de reflotar el proyecto del senador peronista Carlos Verna. Es decir, mutar el controvertido DNU en una ley. En ese aspecto, la polémica podría quedar saldada. Nadie sabe bien, en cambio, qué estarían tramando los integrantes de la Corte.

Lo cierto es que los Kirchner disponen desde ayer de los US$ 6.500 millones para pagar deuda externa. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, anunció que la próxima semana ya serían utilizados US$ 200 millones. El grueso de los pagos habría que realizarlos recién en agosto.

Aunque, quizás, el nudo de la cuestión no pase únicamente por el dinero. Importaría tanto, o más, el significado político de lo sucedido en las últimas horas. Los Kirchner cambiaron, de hecho, la lógica de la relación entre el Poder Ejecutivo y el Banco Central. También con astucia política y demasiadas malas artes fueron vulnerando los límites que intentó trazarle el conglomerado opositor.

Nadie puede saber, a ciencia cierta, cuánto incidieron en este desenlace dos situaciones. La ofensiva del matrimonio contra la Justicia. La incapacidad de la oposición para encontrarle en el Congreso una solución política a la crisis que suscitó el uso de las reservas del Central.

El mundo de la Justicia suele latir acompasadamente al ritmo de las vivencias políticas. Y esas vivencias en la Argentina de esta hora van y vienen. Nadie imaginó en diciembre, cuando se apropió de la mayoría en Diputados, que la oposición crecería como creció hasta complicar al kirchnerismo en el Senado. Muchos supusieron, por error, en esa vereda, que el golpe de nocaut a los Kirchner había sido propinado. Cuando llegaron los enredos y los fracasos opositores en el Congreso cundió la desesperanza. Como si todo lo obtenido se hubiera derrumbado. Ni aquella euforia ni el presente pesimismo.

El primer reflejo del acomodamiento judicial fue aquel fallo del juez Enrique Lavié Pico que esterilizó las ambiciones de la oposición de declarar nulo en Diputados el DNU mediante el cual los Kirchner accedieron, finalmente, a las reservas del Central.

El fallo de ayer de la Sala IV en lo Contencioso Administrativo que volteó los recursos opositores estuvo en consonancia con otros anteriores de afinidad con posturas oficiales. Aunque, en esta ocasión, se apuntaló en un argumento difícil de refutar: recordó que la Corte Suprema había declarado abstracto un planteo del diputado del PRO, Federico Pinedo, contra el DNU del Fondo del Bicentenario porque ya había sido derogado por el Gobierno. Especialistas dijeron que los auspiciantes de la UCR debieron, en este caso, haber hecho una presentación aparte por el nuevo DNU de Cristina.

La mayor sustancia política quedó impresa en el fallo de la Sala I del mismo fuero federal. Dirigentes de la oposición admitían anoche que no había sospechas contra los doctores Néstor Buján, Pedro Coviello y Clara Do Pico, que desestimaron decisiones anteriores de Claudia Rodríguez Vidal. Esa jueza había atendido los reclamos de la oposición por el uso de las reservas del Central.

Pareció haber en el mensaje de los tres magistrados, aún con sus matices, una coincidencia: la oposición no supo encontrarle la vuelta política, pese al tiempo que dispuso, al problema planteado por los Kirchner. La Justicia no tendría por qué razón hacerse ahora cargo de una solución cuyas llaves poseería el Parlamento.

Buján y Coviello dejaron asentadas sus disidencias con los DNU de Cristina. Entre otros motivos, por haber asumido "indebidas funciones legislativas". Coviello, incluso, puso en duda la conveniencia del uso de las reservas. Pero convinieron, junto a Do Pico, que los recursos presentados por la oposición habían sido vaciados de sentido no bien se inició el período de sesiones ordinarias del Congreso. La falta de sesiones extraordinarias, ante una determinación tan importante, había justificado, al entender de los jueces, la demanda opositora.

Buján avanzó en consideraciones políticas, tal vez, con mayor audacia que sus colegas. Afirmó, por ejemplo, que el Congreso tenía las facultades para autoconvocarse. Y que si no lo hizo fue "por desidia" o por ausencia de voluntad. Junto con Do Pico sostuvo que hoy "no existe óbice alguno imputable al Poder Ejecutivo que les impida actuar en el ámbito de la Cámara que integran a los fines del tratamiento de los DNU". Este recurso había sido impulsado por los peronistas no kirchneristas Felipe Solá, Graciela Camaño y Alfredo Atanasof.

Los fallos de las dos Salas -pero en especial esta última- cayeron como granizo sobre la cabeza de los dirigentes opositores. Y desataron un debate sobre cómo continuar escribiendo esta difícil historia.

¿Sesionar el próximo miércoles para rechazar en Diputados el DNU? ¿Rechazarlo, simplemente, o declarar también su nulidad? ¿Incluir ahora ese rechazo en un solo proyecto que incluya, además, la reforma a la ley del cheque y los Adelantos del Tesoro Nacional (ATN)? ¿Retomar una ofensiva más amplia que tenga como cabecera la modificación del Consejo de la Magistratura?

Hasta anoche no había ninguna respuesta certera para ese puñado de interrogantes.

La oposición parece colocada otra vez de cara a un viejo y angustiante dilema: cómo enfrentar a los Kirchner, también en su época de declinación.

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