By Vincent Bevins for New Statesman Magazine
Fernández de Kirchner nació en La Plata, cerca de Buenos Aires. Como estudiante gravitaba a través del Partido Justicialista, fundado por Juan y Eva Perón. Rápidamente se volvió activa en la Juventud Peronista (que estaba afiliada con la guerrilla de militantes montoneros); pero como el país cayó en dictadura militar en 1976, ella dejó la política, mudándose a la Patagonia para estudiar leyes.
Fue durante la Junta Militar, que la Argentina fue a la guerra contra Gran Bretaña por las Falklands, o Las Malvinas. Y fue precisamente la Junta, la que hizo desaparecer muchos de los camaradas de los Kirchner, ella no retorno a la vida política sino después de que el régimen colapsara en 1983, después de la derrota militar.
Con una provincial y luego nacional elección para diputada a fines de los 80 y cerca de los 90, Cristina Kirchner, se convirtió en una abierta senadora en 1995. En 2003, mientras sujetaba el asiento de Santa Cruz, también actuó como la columna vertebral de la exitosa campaña de su marido como presidente. Para ese momento, ambos Kirchner se habían mudado hacia la centroizquierda, y desde ese entonces ha rebatido la izquierda militante del ala elitista de la década del 70 revolucionaria.
Como primera dama, Kirchner ganó la reputación que mantiene como presidenta, sobre todo por ser tan bien vestida como lo es políticamente estridente. Ella no se disculpa por su glamorosa apariencia tan cuidadosamente construida (al que algunos adjudican quirúrgicamente alterada), ya que en una ocasión pregunto: “¿Tendría que vestirme como pobre sólo para demostrar ser una buena líder política?”
Sus poderosos discursos le trajeron comparaciones con Eva Perón, y como presidenta, sus respuestas ante cualquier amenaza contra la soberanía nacional parecen ser más feroces que las de su marido. Dijo que los Estados Unidos, actúa como si “quisiera a los demás países como empleados o subordinados, en vez de como amigos” y obtuvo una avergonzada disculpa de la cúpula de la CIA, luego de haber cuestionado la estabilidad argentina. Sin embargo mantiene buenas relaciones con Washington.
Los índices de popularidad de Kirchner han disminuido desde que asumió su último cargo, particularmente perjudicada por un fallido intento de extraer los ingresos tributarios procedentes de la agricultura, para resolver los problemas de liquidez del estado, aún así parece ser un actor respetada en la política latinoamericana. Luego de una disputa en el 2008, Hugo Chávez de Venezuela, se disculpó con la alemana Angela Merkel cuando dijo: “estoy haciendo esto frente a Cristina, porque cada vez que me porto mal, ella me jala las orejas.”
En su opinión sobre las Malvinas, Kirchner ha sido típicamente directa. En la pasada reunión del G20, dio un discurso anunciando su deseo de “reafirmar la soberanía sobre las Islas Malvinas.” Para los argentinos, este grito de guerra es indiscutible.
La perspectiva de Kirchner sobre que “las Malvinas son Argentinas”, es común de ver en casi todas las tendencias políticas. Y con el apoyo de una América Latina más unida que nunca, está decidida a influenciar sobre el Reino Unido, incluso si la guerra perpetuada hace 3 décadas, fue llevada a cabo por un régimen dictatorial que secuestró a sus propios seres queridos.
VER NOTA NEW STATESMAN Cristina Fernández de Kirchner: a profile of the Argentinian president
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