Por Alfredo Leuco
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner echó mas leña al fuego del conflicto de poderes que viene provocando desde hace un tiempo contra lo que ellos definen despectivamente como “Partido Judicial”. La Corte Suprema es destacada por la inmensa mayoría de los argentinos (incluso por la propia presidenta hasta hace muy poco) por su excelencia profesional, integridad ética e independencia absoluta.
¿Alguien en su sano juicio puede creer que las doctoras Carmen Argibay o Elena Highton quieren impedir la libertad de expresión de la presidenta? ¿Tiene algún anclaje en la realidad sospechar que Zaffaroni o Lorenzetti tienen intenciones de cerrarle la boca a la jefa del estado? ¿En que dato, indicio, información o lógica de sentido común se apoya la presidenta para decir semejante barbaridad?
Los integrantes de la Corte Suprema de Justicia han demostrado hasta ahora que son los principales defensores de la libertad y los más prudentes actores del escenario político. El comunicado que molestó a la excelentísima presidenta apenas pedía respeto por la división de poderes, mesura y equilibrio. Una suave muestra de preocupación por las cosas que están pasando. Y la presidenta, en lugar de reflexionar, de tomarlo como un aporte y mirar en forma autocrítica su comportamiento salió a castigarlos.
Si a mi me critica Aldo Rico o Luis D’Elía, tal vez no les dé importancia y lo atribuya a su pensamiento blindado, minoritario y violento. Pero si me critica la Corte Suprema, como mínimo, debería obligarme a un autoanálisis que trate de responder la siguiente pregunta: ¿Qué estoy haciendo tan mal que un cuerpo colegiado del prestigio de la Corte Suprema se permite hacer una observación?
Ya dijimos que la presidenta tiene la palabra demasiado fácil y como habla todo el tiempo de todos los temas fatiga a sus audiencias y está siempre al borde de cometer errores que la perjudican principalmente a ella.
Ya se lo advirtió en su momento con un dibujo Hermenegildo Sabát y ella lo trató de cuasi mafioso. Nada menos que al Menchi, el artista-periodista mas honesto, democrático e independiente que conozco.
Pero esta vez el tirón de orejas de la Corte no fue solo por su incontinencia oral. Fue también por las acciones intimidatorias de su gobierno contra integrantes de la justicia. Patrullero policial para una, chismes de alcoba por cadena nacional para otra, escrache televisivo con nombre y apellido para otros dos con publicidad oficial, acusaciones generales sin aportar una sola información o denuncia sobre jueces alquilados que fallan según la tapa de los diarios o que tienen tarifadas las libertades.
Acusaciones muy graves si las hiciera cualquier ciudadano o cualquier periodista. Pero en boca de la Presidenta de la Nación adquieren una dimensión de irracionalidad autodestructiva porque erosiona su credibilidad.
Nadie cree que el radicalismo, Cobos, o los medios de comunicación intenten dar un golpe de estado. Nadie cree que la Corte Suprema quiera censurar a la Presidenta. Mas allá de cómo le suene a ella la palabra mesura según el diccionario tiene como sinónimos a cordura y sensatez.
El antónimo de mesura es desmesura. Y de eso se trata. De parar tanta desmesura que insiste en llevar a la Argentina a un conflicto de poderes que nadie quiere. Censura para nadie. Mesura para todos pero empezando desde lo mas alto del poder. Esa es la consigna.
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