Por Eduardo van der Kooy
Néstor Kirchner nunca se termina de convencer. Aun cuando conoce la existencia de una brecha profunda, casi imposible de estrechar con la sociedad, necesita de las corroboraciones. Pareció tenerla en una encuesta que, en forma personal, encargó a la consultora Equis.
GUILLERMO MORENO, SECRETARIO DE COMERCIO Y FRANZ KAFKA
La medición realizada en el área de Capital y Gran Buenos Aires lo ubicaría con la mejor intención de voto, oscilante en el 22%. Los otros ocho candidatos medidos (Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Julio Cobos, Francisdo De Narváez, entre otros) estarían por debajo de aquel guarismo debido a la dispersión que exhibe la escena opositora. Pero la suma simple de dos o tres de cualquiera de ellos, superaría el 22% del ex presidente. Otros consultores opinan que, en la actualidad, Kirchner no pasaría el 17% de los votos en el área metropolitana.
La discusión no radicaría en esas cifras. El problema insoluble para Kirchner, pensando en un hipotético futuro proyecto político, es la elevada imagen negativa que conserva. Estaría en el orden del 60%. Se trataría de un escollo insalvable si se presentara el albur de una segunda vuelta.
La fragmentación opositora sería, en ese sentido, un aspecto de valor relativo. Lo fue también en el 2003 cuando Kirchner se coronó presidente con el 22% de los votos después de haber perdido frente a Carlos Menem en la primera ronda. La oposición al caudillo riojano estaba también, en esa ocasión, dispersa. Pero en el balotage se hubiera abroquelado en un frente antimenemista. Por esa razón Menem renunció a continuar la pelea. Un fenómeno similar podría sucederle en el 2011 a Kirchner si, al final, lograra convertirse en postulante del PJ.
Con ese panorama en sus bolsillos, que mantuvo en secreto, Kirchner realizó días atrás en Olivos un encuentro de evaluación política al que asistieron tres intendentes del conurbano de primera línea, dos hombres de su confianza que no están en el gabinete de Cristina Fernández y un ex gobernador peronista.
¿El tema? Cómo reanimar a un partido que está paralizado. Cómo enviar señales para que la oposición empiece a pensar en otros contendores que no sean, con exclusividad, los Kirchner. El matrimonio amalgama a la oposición y no hay ningún peronista del arco K con expectativas de futuro que pueda desafiarla.
Las expectativas las cercena el protagonismo del propio ex presidente. Fue una de las insinuaciones que hizo uno de los intendentes que concurrió a aquella reunión. Kirchner lo interrumpió: "Yo dije que vamos a estar hasta el 2015 y hasta el 2020. Pero no me referí ni a Cristina ni a mí. Me referí al peronismo", explicó.
Kirchner dijo lo que varios gobernadores querrían escuchar de modo explícito, pero no escuchan. También es cierto que, dadas las circunstancias de fragilidad política, los Kirchner no están en condiciones de desplegar el abanico futuro. Pero hay hombres del PJ que empiezan a acomodarse.
Daniel Scioli está convencido que todos los caminos conducen a convertirlo en heredero de la dinastía de los Kirchner. Eso explica la obediencia del gobernador de Buenos Aires con el Gobierno nacional. Aunque en esa buena conducta se agazaparía la trampa: Scioli necesitará de independencia de los Kirchner para intentar afianzar una candidatura en el PJ. La sumisión actual podría terminar de hundirlo.
Los asesores del gobernador confían que un emisario del ex presidente le habría acercado la idea de una futura fórmula presidencial junto a José Luis Gioja. El gobernador de San Juan no sabe nada. Ni quiere saberlo. Conjetura que la sociedad reclamaría en el 2011 alguna cara nueva en el PJ.
Scioli viene en los primeros planos desde los tiempos de Menem. Habría otra diferencia a favor del mandatario de Cuyo: San Juan suele exhibir una realidad ordenada, a diferencia del pandemonio político y social que acostumbra a caracterizar a Buenos Aires.
Kirchner elogió varias veces, en aquella reunión discreta, a Jorge Capitanich. El gobernador de Chaco se convirtió en defensor a ultranza del matrimonio. Aunque su fanatismo decrece cuando gana en intimidad o cuando se olvida de los aportes de fondos que requiere del Gobierno para darle alguna estabilidad a su administración.
El ex presidente prometió desandar de a poco el camino que terminó por dejarlo encerrado en una porción del PJ. Claro que la fórmula que esbozó, por repetida, difícilmente tenga éxito. Desempolvó la frustrada experiencia de la concertación: por ese motivo se volverá a mostrar hoy, en un acto político en Necochea, con el mandatario radical de Santiago del Estero, Gerardo Zamora.
Los peronistas, en general, descreen de esa reedición política. Suponen más útil que el Gobierno de Cristina ordene cuestiones de su gestión para permitirle a los peronistas que se sienten en carrera (Scioli, Gioja Capitanich) asomar sus cabezas. Pero aquel orden, por ahora, no aparece en el horizonte.
Los Kirchner están inquietos por la evolución en el Congreso de una nueva ley del cheque que sería como un manotazo a la gran caja que manejan. La mayoría de los gobernadores peronistas están interesados en esa ley, porque representaría ingresos para arcas escuálidas. Sólo a Scioli la coparticipación del 100% del impuesto al cheque le significaría $ 1.800 millones al año.
Si esa ley progresara en el Senado y Diputados, los Kirchner se verían frente a dos disyuntivas: ejecer el derecho de veto pero, a la vez, resentir la relación política muchos de los gobernadores peronistas. Incluso los hipotéticos delfines.
Otra demanda de esos dirigentes apunta a la inflación. El alza de los precios se siente también -y mucho- en el interior. Aquí también convergerían dos problemas. Uno económico y otro político. La ausencia de una política de inversiones en sectores productivos clave sería la económica. La permanencia de Guillermo Moreno en el cargo y sus desmanejos es el político.
Los gobernadores no guardan muchas esperanzas sobre la solución de ese dilema. Quizá porque los propios Kirchner coinciden en un punto: el secretario de Comercio se ha convertido en un hombre virtualmente irremplazable. No por su imaginación ni tampoco por las salidas repetidas que ofrece. Sucede que los Kirchner carecen de un modo y un reemplazo distinto.
Moreno siempre contó con el aval de Kirchner y, en poco tiempo, ganó la incondicionalidad de Cristina. Su tenacidad expulsó a varios importantes funcionarios. El próximo sería Amado Boudou.
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