Reutemann dará la pelea "cuando sea el momento oportuno"

viernes, 19 de marzo de 2010

Por Julio Blanck

Los que compraron en paquete cerrado, con moño y todo, la idea de que el "desentusiasmo" expresado hace una semana por Carlos Reutemann enterraba definitivamente su meneada posible candidatura presidencial, corren el riesgo de llevarse un chasco importante.


A su modo, tantas veces confuso y equívoco, Reutemann se había referido con esa palabra -que no existe en el diccionario- a sus legendarias dudas acerca de lanzarse o no a pelear por el premio mayor de la política. Su dilación en definirse desespera a oficialistas y opositores. Unos y otros perciben que una definición de Reutemann, por sí o por no, es la pieza que falta para diseñar el rompecabezas político y electoral que se avecina.

Es casi un valor aceptado en ambas orillas que Reutemann, por ese inexplicable influjo que ejerce a pesar de su minimalismo político, es la figura que podría encolumnar a los fragmentos en los que está dividido hoy el peronismo no kirchnerista. Y también a buena parte del peronismo que se mantiene dentro del oficialismo, más por conveniencia que por convicción, y que espera la ocasión para dar el salto.

Los que más sufren por el manejo exasperante de los tiempos que hace Reutemann son los que le ponen fichas al santafesino, los que juran que al final será candidato y escuchan de su boca, en charlas reservadísimas, su convicción de que dará esa pelea "cuando sea el momento oportuno". Pero ese momento no llega y la gente se inquieta y piensa, por si acaso, en cómo proteger su capital político si esa empresa se funde antes de empezar.

Lo cierto es que, en contradicción con sus palabras y su aparente desapego por el compromiso, los movimientos de Reutemann no parecen ser los de alguien que esté pensando en irse a su casa cuando llamen a los aspirantes presidenciales a formar fila. Con discreción extrema mantiene reuniones que se parecen mucho más al esbozo de un armado político que a simples tertulias sociales.

Con Francisco De Narváez ya rompieron el hielo en la relación. El vencedor de Néstor Kirchner en junio, que ayer hizo pública al fin su aspiración presidencial, buscó con intensidad el primer contacto con el santafesino. Ya hubo un par de conversaciones, con más de conocimiento personal que de planes concretos sobre la mesa, y quedaron en volver a encontrarse pronto. Aunque De Narváez tiene una excelente opinión de sí mismo -como casi todos los políticos- aceptaría acompañar a Reutemann en una fórmula para 2011. Claro que mientras tanto trabaja a tiempo completo para posicionarse como candidato mayor si otras variantes, empezando por el propio Reutemann, se quedan por el camino.

Esta semana De Narváez pasó por Entre Ríos y se reunió con Jorge Busti, fuerte referente peronista y una de las patas del eje Santa Fe-Córdoba-Entre Ríos sobre el que se apoya Reutemann. Esa foto le sirve a De Narváez para mostrarle al peronismo que él camina el país construyendo su candidatura. Días atrás había pasado por Santiago del Estero y la foto fue con Gerardo Zamora, el gobernador radical que sigue fiel a su alianza con Kirchner. Pero el encuentro con Busti también lo muestra a De Narváez cercano al trípode de apoyo de Reutemann. Por eso, esa foto vale el doble.

Reutemann también habló de planes futuros con Sergio Massa, intendente de Tigre y ex jefe de Gabinete de Cristina, que juega abiertamente a ser gobernador de Buenos Aires. Massa, figura en ascenso y de buen desempeño en las encuestas de imagen, es visto como pieza bonaerense de un armado nacional por más de un presidenciable. Sin ir más lejos, conversa más o menos seguido con emisarios de Mauricio Macri que trajinan la Provincia. También tiene líneas tiradas con Eduardo Duhalde, que fue quien lo subió al juego grande de la política cuando lo puso al frente de la ANSeS a principios de siglo. Como todo peronista que pretenda tener vida después de Kirchner, Massa preferiría subirse al tren de Reutemann. Pero si el santafesino no arranca, no se va a quedar a la intemperie.

Otro que peregrinó discretamente a Santa Fe fue el carismático recaudador Santiago Montoya. Lo habían fletado del gobierno de Daniel Scioli cuando rechazó las candidaturas testimoniales que inventó Kirchner como salvavidas inútil, cuando vio venir la derrota electoral del año pasado. Montoya tiene ambición política y quiere jugar su carta en la provincia de Buenos Aires. Salió encantado de la charla con Reutemann.

Entre tanta reunión secreta, el gesto más fuerte y reciente de Reutemann fue público: estuvo en la Corte Suprema acompañando al gobernador Hermes Binner en su reclamo por más fondos para Santa Fe.

El mandatario socialista es su archienemigo local. Pero el gesto de Reutemann no apuntó sólo a escenificar, de cara a los santafesinos, que el interés provincial está por encima de enemistades políticas. El mensaje fue para todos los gobernadores peronistas.

Muchos de ellos vienen penando parejito por la manera en que Kirchner les estrangula el flujo de fondos para mantenerlos sometidos políticamente. Y también esos gobernadores, como tantos intendentes, pretenden un futuro feliz después del kirchnerismo.

Pero está muy claro que si Reutemann se decide a jugar, no va a jugar solo. Nadie le regala nada a nadie. No hay liderazgos, y mucho menos liderazgos indiscutidos.

Ahí está Duhalde construyendo con paciencia su venganza contra Kirchner. Varió su discurso y ya no habla de la virtual inevitabilidad y hasta conveniencia del triunfo de Julio Cobos en 2011: nadie que anuncie derrotas, por más dignas que sean, es bienvenido en el peronismo.

Duhalde puede tener poco favor en las encuestas y esa cuesta es difícil de remontar. Pero todos lo quieren de su lado, armando política de poder.

Los guiños de acercamiento que le dedica Mauricio Macri no son casuales. Sin una tajada peronista importante, el jefe porteño sabe que no puede empezar a soñarse un futuro. Que Gabriela Michetti, la otra figura de fuerte inserción pública que tiene el macrismo, con todos los reparos de quien prefiere ver al peronismo bien lejos, haya mencionado ayer a Duhalde como un "piloto de tormentas", habla de una estrategia definida y puesta a funcionar.

Y todo esto, claro, sin contar lo que pueda hacer Kirchner, que no es poco. Librando batallas defensivas, más de una vez de forma exitosa, esboza posibles sucesores (ya se habló de Scioli, Capitanich y Gioja) y lucha con determinación y fiereza para retener de cualquier forma el poder que se le va escurriendo.

Kirchner tiene una ventaja que no es menor: los que están enfrente se deshilachan fácil. El rechazo social al kirchnerismo sigue sólido y profundo. Pero la decepción con los opositores se va extendiendo como una mancha.

Los radicales y Cobos pagan más costo que el resto, pero nadie se la lleva gratis. La política se iguala hacia abajo, ante el renovado fastidio social que ya detectan todas las encuestas.

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