Por Ignacio Fidanza
La versión de elecciones anticipadas ya circula por el poder. El gobierno se encamina a una encerrona económica, política y judicial, pero lejos de atemperarla, acentúa el enfrentamiento. El ánimo de revancha de la oposición, acaso esté ofreciendo a los Kirchner los argumentos que hasta ahora no encontró, para justificar una salida traumática.
Leopoldo Marechal dijo alguna vez que de los laberintos se sale por arriba. Claro que esa frase genial incuba un debate denso: ¿qué es arriba? O dicho de otra manera ¿cuáles son las reglas qué hay que romper para resolver un problema sin solución?
El Gobierno se encamina con entusiasmo a una encerrona, que despierta suspicacias. Está la tentación de la lectura fácil: son unos locos, caprichosos irremediables, torpes compulsivos. Sin embargo, un repaso muy a vuelo de pájaro sobre la trayectoria política de los Kirchner permite observar cierta brutalidad a la hora de ejercer el poder, pero no es posible encontrar ni un mínimo rastro de pasión por el matadero.
Atribuir todo lo que hace el matrimonio a impulsivos ataques de furia desbocada en la soledad de la Quinta de Olivos, en el mejor de los casos parece una simplificación sobre los motivos reales de gente que se pasó la vida ejerciendo el poder. Si se lo mira de manera desprejuiciada, el ex presidente viene delineando una línea de acción muy coherente. La misma negativa negociadora que exhibió en la sesión en la que asumió como diputado, se expresó en la reciente derrota del Senado ¿Pura casualidad? ¿Se trata de un hombre que perdió la capacidad de aprendizaje?
En la reunión que mantuvieron esta mañana los principales intendentes del Conurbano se analizó abiertamente la posibilidad de un llamado a elecciones presidenciales anticipadas, para este mismo año. “Tenemos que apoyar a Cristina, ahora vienen por todo”, dramatizó uno de los jefes comunales que bajo la conducción de Julio Pereyra, se reunieron en la sede de la FAM de la calle Cerrito.
Es que el golpeteo sistemático de los Kirchner sobre el espíritu “destituyente” de la oposición y los “factores de poder” ahora sí está calando en ciertos círculos de conducción del peronismo. Después de todo, está en el ADN peronista el gusto amargo por el golpe que truncó el proyecto de Perón en el 55. Y acaso los Kirchner sean los principales interesados en conducir a la oposición hacia posiciones extremas.
La orden de Miguel Angel Pichetto a su bloque para que vacíe la sesión en la que Menem brilló por su ausencia y el discurso de la Presidenta ante la asamblea legislativa, se parecen demasiado a calculadas provocaciones. Es decir, acaso los Kirchner estén generando las condiciones para que la oposición finalmente se entregue a una ordalía vengativa, que haga saltar la tapa del sistema.
¿Cuál es el negocio de entregar el poder?
Por supuesto que si se plantea desde la racionalidad “constructiva” todo lo dicho suena dislocado. Pero desde la crisis del campo hasta hoy lo que se ve es una sucesión de conductas perfectamente previsibles. Ante cada derrota se refuerza la embestida, sentado así las bases de una nueva caída. Pero siempre con “las banderas bien altas”. Es decir, construcción de discurso político o si se quiere, de futuras argumentaciones, ya sea para la historia o para la próxima campaña.
Objetivamente el Gobierno enfrenta problemas de muy difícil solución. El primero es la disparada de precios. La receta ensayada: controles de precios, más presión a las empresas a través de la Comisión de Defensa de la Competencia, ya fracasó. La Justicia se encargó de avalar el aumento del cable que había frenado Moreno y dejó sin efecto una resolución contra Telecom de la citada comisión. Así murió, sin gloria y silbando bajito, el “plan” de Kirchner para frenar la escalada inflacionaria.
Se suma a esta situación la rebelión de los jueces y la pérdida del control del Congreso. Es posible que en muy corto plazo la Argentina asista a un desmantelamiento del sistema que permitió al kirchnerismo tener al país en un puño.
La próxima semana en Diputados se avanzará sobre la desarticulación de la ONCCA y la restricción de los decretos presidenciales. O sea, le quitarán el cepo al campo y dejarán a la Presidenta sin instrumentos de gestión unilateral. En el Senado se intentará remover a Marcó del Pont y se coparticipará más del 50 por ciento del impuesto al cheque con las provincias. Esto es, control opositor sobre la caja.
Es lógico que en la mirada de los Kirchner esas cuatro decisiones sean equivalentes a un golpe de Estado, ya que se trata de un sistema de poder edificado sobre el manejo discrecional de los recursos, como mecanismo disciplinador de la política.
En este escenario la pregunta obvia es: ¿Cómo siguen los Kirchner? En un gobierno con otra cultura política, la respuesta natural sería: negociando con la oposición, consensuando medidas y funcionarios. Si esto ocurre, los Kirchner encarnarían el milagro de una refundación de su propia historia, pero los antecedentes no abonan esa esperanza.
Son estos los motivos que agitan en el peronismo las versiones de elecciones anticipadas. Después de todo, lo hizo no muchos años atrás Eduardo Duhalde y el propio Gobierno el año pasado. Y no pasó nada grave. De hecho, en las democracias parlamentarias es un recurso válido y habitual de los gobiernos que se encuentran ante un callejón sin salida.
¿Y la reforma política?
La jueza electoral Servini de Cubría lanzó ayer una curiosa advertencia: señaló que al menos 72 partidos no se estaban adecuando a la nueva reglamentación electoral. Pareció un mensaje extemporáneo, pero mirando más de cerca, acaso la magistrada haya comenzado a preparar el terreno para justificar la decisión de no aplicar en la próxima elección la tan meneada reforma política.
Es que en el actual escenario ni a Kirchner le conviene someterse al riesgo de una interna, que el peronismo puede aprovechar para pasarle el largo talonario de facturas acumuladas; ni al peronismo opositor participar de un proceso que no ofrece ninguna garantía de ecuanimidad. Y como quedó claro en la sesión del Senado, lo que por estas horas se dirime en el poder –una vez más- es una interna de peronistas. “No van a implementar una reforma que sólo beneficie a los radicales”, especuló un intendente.
Como sea, la idea de convocar a elecciones anticipadas, en las que se presenten Kirchner o Cristina, ofrece al matrimonio presidencial ciertos atractivos. “Si las hacen este año, pueden llegar con la economía todavía funcionando, ya tienen la plata de las reservas para alinear a la tropa, y van a conservar la iniciativa política desde el discurso de enfrentar el golpe y los poderes fácticos”, agregó a este cronista un habitual interlocutor del poder. Con un agregado, la pelea por las candidaturas dejaría expuestas las infinitas contradicciones que cruzan a la oposición, hoy milagrosamente unida por la cruzada contra el gobierno.
“La gente es conservadora, si visualiza un escenario de crisis, van a recordar que los Kirchner garantizaron gobernabilidad por siete años”, especuló un empresario que viene observando con alarma la dificultad de la oposición para enhebrar una alternativa de gobierno consistente. “Cuándo preguntamos qué van a hacer con Moyano, con los piqueteros, no encontramos respuestas serias”, agregó preocupado.
Más terrenal, un senador oficialista afirmó: “El problema con los Kirchner es que deciden sobre caliente y solos. Ya se quisieron ir después de la 125, si una mañana se levantan y deciden dejar el poder, nadie podrá evitarlo”.
Lo cierto es que la política ingresó en una dinámica caníbal en la que cuesta encontrar la puerta de salida. “¿Será la Corte la que pare la pelota? ¿Cómo podría hacerlo?”, cavilaba otro de los intendentes que hoy se reunieron en el agobiante centro porteño.
Son apenas postales del clima de zozobra que por estas horas se expande sobre la política. Acaso una vez más el país se encamine a una de esas tormentas perfectas, que la dirigencia argentina construye cíclicamente.
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