Por Ignacio Fidanza
Los radicales viven un curioso síndrome. Están tan convencidos que el próximo turno de gobierno les tocará a ellos, que mirando el futuro están perdiendo el presente. El gobierno sin un gramo de ingenuidad agitó el fantasma de la entrega anticipada del poder y el radicalismo se zambulló en una negociación desesperada, como si fuera su gestión la que estaba en juego.
“Los radicales quieren que Kirchner haga el ajuste, que ordene la economía y por eso tiemblan ante la posibilidad de que les tire el gobierno por la cabeza antes de tiempo”, afirmó un destacado dirigente del centenario partido. La idea no deja de ser una ingenuidad mayúscula.
Si hay algo que seguro Kirchner no va a hacer, es el trabajo sucio, para dejarle un país prolijito a Julio Cobos. Porque la certeza del triunfo radical no es descabellada –por ahora-. En una reciente encuesta de Analía del Franco, que trabaja para el gobierno, Kirchner pierde en todos los escenarios de ballotage, siendo el resultado más cerrado con Carrió -39% a 38%- y el mas holgado con el vicepresidente, que se impondría al santacruceño por 53% contra 31%.
La pregunta que atenaza a la oposición es, cuanto tiempo más pueden seguir proyectando una imagen de alternativa de gobierno, si siguen exponiendo las profundas diferencias que los cruzan como lo hicieron en las últimas 48 horas. La imagen de Carrió denunciando al jefe de los diputados radicales Oscar Aguad de “cómplice” del gobierno no los ayuda.
“La gente no entiende de qué hablan cuando Felipe dice que a él no lo va a conducir Morales o cuando Lilita insulta a Aguad, lo único que perciben claro es que la oposición es una bolsa de gatos”, sintetizó un destacado diputado de la oposición.
“Hay una sensación de hartazgo y frustración muy grande”, agregó apesumbrado, aunque se cuidó de aclarar que “seguramente esto termine ordenándose, a nadie le gusta perder siempre”, concluyó.
Es que Kirchner logró algo muy importante al ubicar en el lote de los “dudosos” a las senadoras Roxana Latorre y María José Bongiorno. Ahora se sabe que el Gobierno también puede tener mayoría en el Senado, y sin el auxilio de Verna y su colega de La Pampa. O sea, está muy cerca de lograr el control de la cámara alta y con eso le puede poner una llave al Congreso. Es decir, si consolida esa superioridad, de aquí al 2011 no saldrá ninguna ley que incomode al Gobierno.
Pero acaso lo más realista sea pensar que Latorre y Bongiorno no han hecho otra cosa que sumarse al negocio del momento, esto es ubicarse en esa franja gris de “ni opositores ni oficialistas” y escuchar ofertas sesión por sesión.
Con una aclaración: el tiempo juega a favor y en contra de Kirchner. A favor porque le da espacio para jugar al tiro al blanco con los senadores e ir ensayando sucesivas cooptaciones. En contra porque el malestar social que está generando la inflación pega fuerte en la base electoral del peronismo y alimenta disidencias, en aquellos políticos que aún conservan la esperanza de un futuro político.
Apenas un ejemplo: hizo falta una nerviosa gestión de último momento para torcer la decisión de nueve gobernadores peronistas que se negaban a ir al Chaco al acto de asunción en el PJ del ex presidente. Esas cosas también están pasando en el poder.
La importancia de elegir las batallas
En este escenario de paridad, acaso la oposición más que contar una y otra vez votos que evidentemente no tiene asegurados, debería discutir mejor que peleas elige dar. Por ejemplo, si en la sesión de hoy hubiera olvidado su ánimo revanchista contra Marcó del Pont y hacía punta con la coparticipación del impuesto al cheque, tal vez hubiera puesto en figurillas al Gobierno y a las propias senadoras que lo terminaron acompañando.
Una cosa es no votar la destitución de una funcionaria técnica que a la mayoría de la gente ni le va ni le viene; y otra muy distinta negarse a que las asfixiadas arcas provinciales reciban más recursos. Tal vez si esa hubiera sido la discusión, esta noche la oposición hubiera visto vivificado su espíritu con una victoria, incluso con el acompañamiento de algunos senadores kirchneristas.
De manera que por más que el gobierno seguramente festeje el triunfo de hoy como si fuera la final del mundial de Sudáfrica, todo indica que la situación política continuará con su dinámica de alta volatilidad, repartiendo triunfos y derrotas con ritmo de vértigo.
En ese marco, cabe preguntarse si estos “éxitos” de Kirchner en la pelea cuerpo a cuerpo del poder, acortan en algo la brecha que lo separa de la sociedad. O dicho de otra manera, que grado de consistencia tiene su proyecto presidencial.
“La gente ya les picó el boleto a los Kirchner, frente a ese escenario y con los problemas que se les amontonan, lo más posible es que adelanten las elecciones para ganar y terminen perdiendo antes. O sea, que repitan lo del año pasado, que adelantaron para ganar y perdieron”, afirmó un banquero de muy buen diálogo con el gobierno, que mira con horror el postkirchnerismo.
Es que todas las opciones que surgen ofrecen graves fisuras a la hora de examinar su capacidad de garantizar gobernabilidad. Cobos, sometido a la despiadada interna radical que lo ve casi como un enemigo a vencer; con la descontada oposición de la CGT, un sector grueso de los piqueteros y gran parte del peronismo.
Macri, tal vez con mayores vínculos con sectores peronistas, pero sin una base política sólida, ni trayectorias que demuestren su capacidad de administrar el poder cuando llegan las peleas bravas. Y Reutemann, acaso el candidato con más capacidad de representar al peronismo, sigue dando señales que el 2011 tampoco será su turno.
Se conjuga así el drama de un líder implacable que exhibió sobradamente su capacidad de administrar el país, pero al mismo tiempo enfrenta el rechazo de una larga mayoría de la sociedad; con los retazos de una oposición fragmentada que hasta ahora está demostrando que hay demasiado barro en sus pies.
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