Por Claudio M. Chiaruttini
Enero y febrero fueron adelantos tibios de cómo será el año político: un gobierno presionado por las necesidades que no dudará usar cualquier mecanismo con tal de hacerse de dinero, una oposición que tratará de frenar los abusos de poder del oficialismo marcándole los tiempos y una Justicia que actuará como balanza entre dos bandos que no saben negociar.
Hasta ahora, el Gobierno pudo aprovecharse de la falta del funcionamiento del Congreso, pero ahora, el matrimonio Kirchner deberá resolver si negociará, cuanto cederá, con quiénes negociará, qué aliados encontrará y deberá medir el impacto que tendrá en la opinión pública cada intento de pasar por arriba del Parlamento.
A decir verdad, la debilidad parlamentaria le suma al Gobierno un costo político mayor ante cada decisión inconsulta, como se demostró con el intento de crear el Fondo del Bicentenario y la impotencia que exhibió la Casa Rosada para deshacerse de Martín Redrado.
El escenario para el matrimonio Kirchner se complica porque en más de 20 años de vida política, pocas veces lo hicieron desde una posición de debilidad, por lo que carecen de la capacidad y las herramientas para negociar, salvo el poder de caja que tiene todo gobierno, lo que no es poco entre políticos acostumbrados a saltos y piruetas de un bando a otro.
El regreso de Néstor Kirchner luego del accidente cerebro vascular confirmó que el santacruceño mantiene los mismos enemigos (los medios, la oposición, todos los críticos) y que no teme agitar la bandera destituyente contra su esposa, debilitándola en cada oportunidad que asegura que no la dejan gobernar, dejando al descubierto su falta de capacidad para controlar el escenario político y confirmando que no tiene poder propio.
Pero la férrea actitud de Néstor Kirchner no evita que las traiciones en el oficialismo crezcan. Puede ser el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey; el intendente de La Plata, Pablo Bruera; el ex Jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el hermano de Daniel Scioli, José Scioli, o algunos grupos piqueteros, todos los que comieron de la mano del santacruceño y que no serían nada en la política sin el lugar y poder que les dio en el pasado el matrimonio Kirchner, ahora se llaman fundadores del postkirchnerismo.
Aquí nace un nuevo enigma para el simple votante: si nunca se pudo definir qué es el kirchnerismo,
> ¿quién es capaz de definir qué es el postkirchnerismo?
> ¿Una “etapa superadora del peronismo”, como definieron al kirchnerismo en 2004 los mismos que hoy traicionan a Néstor Kirchner?
> ¿Es kirchnerismo sin los Kirchner, es decir, el “peronismo sin Perón” del Siglo XXI?
> ¿Es kirchnerismo con todas sus malas costumbres, pero menos imagen negativa en la opinión pública?
> ¿Es falso progresismo disfrazado de peronismo?
> ¿Es corrupción kirchnerista con protagonistas más jóvenes?
En su decadencia, sobrevivieron alfonsinistas, pero murió el alfonsinismo; sobrevivieron menemistas, pero murió el menemismo; sobrevivieron delarruístas, pero murió el delarruísmo; sobrevivieron duhaldistas, pero murió el duhaldismo. ¿Crear el postkirchnerismo será la forma que los kirchneristas buscan para sobrevivir al matrimonio Kirchner?
Poco importa si Néstor Kirchner cree que gobernará hasta el 2015 o si el postkirchnerismo intenta nacer a espaldas del Gobierno, ambos deberán hacer frente a problemas crecientes, en especial, desde que la Justicia cerró el camino para crear el Fondo del Bicentenario cómo quiso la Casa Rosada y el despido de Martín Redrado frenó el canje de deuda.
Mientras el Banco Central adelantó al Tesoro la primera remesa de utilidades no realizadas (como se nota, Mercedes Marcó del Pont es rápida cuando recibe una orden de la Casa Rosada), hoy la Quinta de Olivos busca nuevas cajas para saquear.
Por un lado, intentará crear el Fondo del Bicentenario por ley, si el camino del Decreto de Necesidad y Urgencia es frenado en el Congreso, y se reflotó el canje de deuda (tarea en manos de Amado Boudou, su última oportunidad para permanecer en su cargo).
Sin embargo, una idea muy original surgió de empresarios que se dicen kirchneristas pero no soportan tener en sus directorios representantes del ANSeS vigilando todos sus movimientos: transferir las participaciones accionarias que tomó el Gobierno de las AFJP.
La propuesta nació luego del almuerzo que tuvieron algunos de esos empresarios con Cristina Fernández de Kirchner en la Quinta de Olivos y fue presentado al ministro de Economía, Amado Boudou, como un intento de evitar que el dinero privado fugue a través de la compra de dólares.
Es interesante, pero mientras Cristina Fernández de Kirchner evitaba hablar de la inflación y prometía apoyo a las inversiones, los empresarios buscaban la forma de alejarse del Gobierno y de no tener que concurrir a los encuentros que promete cada tres meses la Casa Rosada.
Otro dato curioso del almuerzo con empresarios oficialistas fue que Cristina de Kirchner reclamó a los bancos crédito barato -igual que Carlos Saúl Menem en los '90, Fernando De la Rúa cuando volvió la recesión y Eduardo Duhalde en plena recesión-. Pero esos gobiernos, con sus medidas, hacían subir las tasas, tal como ocurre hoy.
El Gobierno sabe que con alta inflación no podrá frenar los subsidios como promete y que las demandas de dinero de las provincias y municipios crecen. En este marco, la debilidad política del matrimonio Kirchner, obliga a seguir buscando dinero, por eso, los empresarios aprovechan para ofrecer lo que será un divorcio negociado de la Quinta de Olivos.
Por el lado de la oposición, enero y febrero también fueron una muestra de lo que vivirá el resto del año: ridículo vedetismo de algunos candidatos, intentos frustrados de bloquear al oficialismo, bloques que se arman y se desarman en pocas horas, voluntarismo extremo, sospechosas acciones y reacciones de ciertos personajes mediáticos, temor creciente a traiciones y la sombra siempre presente de la corrupción como motor de las actitudes y decisiones que tomaron y tomarán algunos supuestos opositores.
Gestos como el de Carlos Saúl Menem pueden ser usuales, ya sea por deseos de volver a ser tapa de los diarios, para imponer condiciones a sus supuestos aliados, para acceder a algún espacio de poder, para ser llamados a la mesa de decisiones o para aumentar su cotización a la hora de ser tentados por el oficialismo. Ego hay uno sólo, motivaciones, muchas.
Puede que el matrimonio Kirchner agradezca cada bocanada de aire que reciba de gestos como el realizado por Carlos Saúl Menem o por las movidas inconsultas de Elisa Carrió, pero un proyecto político de las dimensiones del kirchnerismo sólo gana tiempo y frena un poco, sólo un poco, el ritmo del desgaste que tienen ante la opinión pública, pero nada más.
Las opociones que forman la oposición son un colectivo que tiende a crecer. No pierde votos, los gana al ritmo de desgaste del oficialismo. Cada error del matrimonio Kirchner fortalece el número de miembros que tiene la oposición, pero aún, no crear una opción de gobierno frente al matrimonio Kirchner. Esa será la gran tarea de este año.
El campo tiene un rol clave en la construcción de la oposición. Por primera vez en muchos años, representantes del sector están a cargo de las comisiones de Agricultura y Ganadería de las cámaras de Diputados y Senadores. En menos de dos meses, se cumple el segundo año del comienzo de la lucha contra la Resolución 125 y en las rutas ya hay clima de protesta.
El aporte más importante que debe hacer la Mesa de Enlace a favor de la construcción de una alternativa política al matrimonio Kirchner es no dividirse, en especial, con un Gobierno que duda entre solucionar los problemas causados e incrementar los frentes de lucha.
Hoy, el arma más usada por el matrimonio Kirchner contra la Mesa de Enlace, contra la oposición y contra los potenciales traidores dentro del peronismo es la misma: la discrecionalidad. Sin embargo, la discrecionalidad no crea adhesiones sino rehenes y, los que no son elegidos, suman argumentos contra el oficialismo.
Por eso, por más que la Casa Rosada nos intente distraer levantándole temperatura al conflicto con Gran Bretaña o armando un enfrentamiento con los USA para conseguir una foto con Hillary Clinton, el futuro del kirchnerismo se juega cuando Cristina Fernández de Kirchner muestre si volcará toda su soberbia sobre la oposición o si está dispuesta a negociar para poder hacer más lenta la decadencia de su gobierno, es decir, será la propia Presidente de la Nación la que determinará el ritmo de decadencia de su gobierno.
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