Mauricio Macri aprendió el domingo pasado que el interior del país no es la veleidosa Buenos Aires

martes, 30 de marzo de 2010

Por Ignacio Fidanza

Mauricio Macri aprendió el domingo pasado que el interior del país no es la veleidosa Buenos Aires. Todas sus certezas están ahora en discusión. El jefe de Gobierno porteño, envalentonado por las encuestas que le acercaba su consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quiso repetir en la capital mendocina el viejo atajo menemista de reemplazar trabajosa construcción política por el alquiler de alguna fama de ocasión.


El elegido no pudo ser más inconveniente. La versión edulcorada del macrismo fue que proponían como candidato a concejal por Mendoza un “joven deportista exitoso” como el corredor de rally Orly Terranova. Pero lo cierto es que el candidato además de corredor de suerte dispar, es el hijo y sobrino de los dueños de Publicidad Sarmiento, cuestionada firma que se quedó con una zona de la concesión del mobiliario urbano porteño.

Esta empresa, en cuyas negociaciones con la Ciudad participa activamente el joven Orly Terranova, tiene varios fallos judiciales en su contra acusada de haber presentado antecedentes falsos para ganar la licitación. Y pese a esto la administración macrista insiste una y otra vez en otorgarle el millonario negocio. Incluso, un legislador del PRO está procesado por las maniobras denunciadas y el ex ministro Juan Pablo Piccardo, arrastra no pocos problemas penales.

De manera que más allá del fondo de la cuestión, que lo resolverá oportunamente la Justicia, esta promiscuidad de concesionarios denunciados y candidaturas, le hace un flaco favor al mensaje de nueva política que intenta proyectar el PRO. Sería casi como si a Néstor Kirchner se le hubiera ocurrido candidatear a Cristóbal López o Lázaro Báez. Lo que está mal esta mal, de donde provenga.

En el macrismo esta apuesta venía recibiendo sordos cuestionamientos, pero la decisión provino de tan “arriba” que no llegaron a hacerse públicas. Incluso, sorprendió ver a Gabriela Michetti compartiendo en Mendoza el cierre de campaña junto a Orly Terranova y Macri. Es que esta diputada a hecho de la transparencia el eje de su discurso político. Y no sólo eso.

Luego de la polémica adjudicación del mobiliario urbano, Michetti recibió a un abogado quien le acercó una carpeta con documentación en la que quedaban expuestas las presuntas irregularidades para favorecer a los Terranova. “Esto es tremendo, lo voy a hablar con Mauricio”, prometió y nunca más se supo su opinión del tema, hasta que se la vio compartir el cierre de campaña mendocino.

El síndrome del 10 por ciento

Jorge Macri es hoy la cara de la derrota mendocina. Como suele suceder, siempre es más fácil golpear al mensajero. Aunque en este caso, el primo del jefe de Gobierno parece haber aportado lo suyo para obtener tan mal resultado (Orly Terranova quedó cuarto detrás de la UCR, el Partido Demócrata y el Socialismo, que se repartieron las bancas en juego).

Es que acompañado por el ex concejal peronista César Torres, Jorge Macri desembarcó en Mendoza con ínfulas poco apreciadas en el interior del país. Con la prepotencia del aparato publicitario y económico que desplegó la familia Terranova, el primo del jefe de Gobierno rompió un acuerdo firmado en el 2009 con el Partido Demócrata e impuso como primer candidato al joven corredor.

El resultado no puso ser más desafortunado: los demócratas mendocinos obtuvieron el segundo lugar con la misma lista que Jorge Macri rechazó por poco taquillera. Es verdad que Durán Barba alentó la jugada entregando encuestas que otorgaban a Orly el doble de los puntos que finalmente sacó (poco más del 9%).

Y esto también revela los límites de la construcción porteñizada del PRO. No parece una buena estrategia política para construir una fuerza nacional, guiarse por los consejos de gente que no conoce ni vivió en los distritos a conquistar. Así como Jorge Macri midió mal el arraigo del partido Demócrata en Mendoza, el estreno de Durán Barba como encuestador sufrió el mismo descalce.

En la noche de la derrota Jorge Macri “festejó” que de la nada el PRO mendocino haya obtenido casi 10 puntos. Seguramente fue la frase poco feliz de un político golpeado. No hay proyecto presidencial posible si la aspiración es ser una fuerza del 10 por ciento. A no ser, que la del 2011 se trate de una candidatura testimonial, en la larga marcha por construir una fuerza propia.

La estrategia de relevo

Lo cierto es que dos ideas pugnan en el macrismo desde su nacimiento a la política, en una tensión dialéctica que la realidad va resolviendo. Un sector considera inevitable un acuerdo con el peronismo o una parte importante de él, para llegar al poder. Cree que toda la construcción en torno a la sigla PRO debe limitarse a la Capital y no perder el tiempo ni enajenar eventuales aliados, impulsando desafíos en el interior del país, que como en el caso de Mendoza, sólo sirven a la larga para revelar la propia debilidad.

Es siguiendo esta lógica, que Macri ubicó recientemente a tres peronistas en posiciones de poder: Humberto Schiavoni jefe de campaña, Cristian Ritondo jefe del bloque de legisladores y Diego Santilli ministro de Espacio Público. Pero como suele suceder en el macrismo, esta línea de acción luego se enreda en los cantos de sirena de la “nueva política” que por lo que se ve, tiene muy pocas de las virtudes de la vieja y la mayoría de sus defectos.

Hombres inteligentes como el Secretario General Marcos Peña, creen que esa tensión debe mantenerse hasta el 2011, porque la sociedad percibe así que Macri es “distinto” al resto de los políticos y finalmente lo premiará. Es un discurso absolutamente válido: pero da la impresión que es sólo para la Capital Federal.

En la ciudad-vidriera del país los medios tienen un peso notable en la agenda pública y la gente fluye entre distintas expresiones políticas fugaces, al parecer harta de los partidos tradicionales. Pero eso sucede en la Capital, no necesariamente en el resto del país.

Desconocer el arraigo del Partido Demócrata en Mendoza revela una precariedad notable en el pensamiento de algunos de los asesores más cercanos al jefe de Gobierno.

Lo otro que demostró el caso Mendoza es que la popularidad de Macri en el interior del país –en gran medida producto de su paso por Boca- no es transferible a cualquier experimento electoral que se le ocurra hacer al laboratorio del PRO.

“Vamos a tener que barajar y dar de nuevo, si queremos tener chances en el 2011 hay que trabajar con el peronismo y las fuerzas políticas consolidadas en el interior. Y sobre todo, respetar los liderazgos y las idiosincrasias locales”, afirmó uno de los hombres que observan con más preocupación la endeblez de la propuesta pro-céntrica.

Por caso, en la campaña mendocina se llegó al grotesco de importar fiscales y autoridades de mesa de San Juan y la Capital Federal. Cuesta imaginar torpezas mayores para despertar el fastidio una sociedad conservadora y orgullosa de sus raíces como la mendocina.

Es que el macrismo cayó en Mendoza víctima de su propia glotonería. La idea original de armar el PRO en todo el país, o por lo menos la que empieza a crecer en estas horas, era ofrecerle a los peronistas enojados con Kirchner una herramienta para postularse. No caer en la ilusión de generar una opción nacional propia.

El “purismo” de algunos macristas, esconde en realidad la voracidad de un pensamiento político teñido del criterio de “propiedad privada”, que desconoce que aún experiencias mucho más exitosas como el primer peronismo, se afianzaron sobre fuerzas y líderes preexistentes.

Espejitos de colores y gestión

Sin embargo, dar por terminado el proyecto presidencial de Macri es tan infantil como festejar todas las ocurrencias del PRO. El jefe de Gobierno sigue siendo uno de los políticos con mejor imagen del país, para mal o bien tiene una experiencia de gestión para mostrar; y sobre todo, no pesa sobre su cabeza una impugnación constitucional.

Es ahí donde la estrategia de esperar a Francisco de Narváez al final del camino se torna viable. Es decir, si finalmente Carlos Reutemann decide apartarse de la pelea del 2011 y la Corte no habilita una postulación presidencial del dueño del diario El Cronista, a De Narváez –y eventualmente al propio Eduardo Duhalde- le van a quedar pocas opciones por fuera de Macri.

En ese marco, ayer Macri reveló buenos reflejos al lanzar la ofensiva contra los trapitos. Una iniciativa típica del populismo de derecha, que calza a la perfección con la identidad profunda de una ciudad que se dice “progresista” pero aplaude cualquier variante de “mano dura” que le presenten.

En el macrismo saben que no tienen los votos para aprobar una reforma al Código Contravencional como la propuesta, pero la tapa de los diarios de hoy -y las encuestas- revelan que la acción de reposicionamiento luego del traspié mendocino fue acertada.

Sin embargo, ayer ocurrió algo mucho más gravitante para la Ciudad que la discusión pavota sobre trapitos y “encapuchados”. El ministro de Hacienda Néstor Grindetti, uno de los funcionarios más eficaces de Macri, consiguió casi 500 millones de dólares de plata fresca.

Con ese dinero antes del 2011 seguramente se terminen entre 4 y 6 estaciones nuevas de subte, además de obras menores de infraestructura en hospitales y escuelas. Si Macri logra concretar esas acciones –ya no podrá apelar al lamento por la falta de fondos-, estará en condiciones de exhibir justo antes de las presidenciales el cumplimiento parcial de una de sus principales promesas de campaña.

Por supuesto que no alcanza –nunca alcanza en una sociedad con demandas largamente postergadas como la porteña-, pero es acaso una plataforma interesante para una candidatura presidencial, por ahora huérfana de una estrategia política nacional.

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