Un reflejo de la pérdida del respeto que tienen los Kirchner de todo y de todos

miércoles, 3 de marzo de 2010

Por Jorge Héctor Santos

La pérdida de la solemnidad en los actos públicos donde la ya anticuada marcha peronista o los bombos, papelitos e insultos de los piqueteros pagados por el gobierno hacen de las suyas no son más que un reflejo de la pérdida del respeto que tienen los Kirchner de todo y de todos.


La práctica constante por parte del matrimonio presidencial de un discurso acotado a exaltar la mentira y negar la verdad consuma una práctica funesta de quienes deben rendir cuentas claras como funcionarios, que lo son, del Estado Nacional e incumplen de esta forma con sus responsabilidades básicas.

La peor diatriba para descalificar a los otros poderes del Estado, a los medios de comunicación que no reflejan la realidad que los Kirchner pretenden imponer y a la mayor parte del arco opositor dan muestras de un gobierno que pretendiendo hablar de democracia recurre a prácticas dictatoriales.

La postergación y negación de los principales problemas que aquejan al pueblo que gobiernan –inflación, inseguridad, pobreza, falta de empleo- demuestran que los Kirchner desprecian a la gente que luego buscan afanosamente a la hora de procurar sus votos.

La dilapidación de los recursos públicos en gastos triviales e innecesarios para mantenerse en el poder describen la psicología de dos personas que lo único que les importa es su suerte y de cómo pretenden perpetuarse en el mismo, aún desconociendo el mayoritario rechazo que tiene la opinión pública por ambos.

El séquito de lacayos que acompañan a los Kirchner en todos los cargos del gobierno demuestra que los que están al lado de ellos no piensan, no discuten, no dialogan. Todo eso para el matrimonio feudal está prohibido en los pajes del poder. Obediencia sí, pensamiento personal no, resulta ser la consigna.

Si con sus lacayos no dialogan los Kirchner tampoco dialogan con nadie que represente una fuerza política, empresaria, gremial o religiosa que no comulgue con las ideas autoritarias que ellos enarbolan.

Las grandes zonas grises de su oscura gestión están llenas de sospechas de actos reñidos con la legalidad en sus formas y en el fondo. Un manto de sospecha de corrupción sobrevuela en forma incesante a sus servidores y a los propios Kirchner.

La compra de voluntades para ganar elecciones, votaciones en el parlamento, doblegar al adversario es moneda corriente en la turbia conciencia del matrimonio habitante de Olivos.

Los valores que los Kirchner pregonan de derechos humanos solo cuentan para tener contentas a madres y abuelas de Plaza de Mayo. La vida de los argentinos que caen todos los días muertos o heridos por la delincuencia o el consumo creciente de drogas no les inquieta ni existe en su prosa y verso.

La apropiación de los dineros privados para que los Kirchner los empleen con libre albedrío en la caja que manejan para premiar a sirvientes y castigar a rebeldes es la mejor prueba que el Estado no es de todos sino de ellos dos.

Un país donde sus gobernantes son irreverentes a los principios democráticos difícilmente pueda tener una democracia fuerte y una credibilidad para que los inversores piensen en él. Los Kirchner han socavado la Argentina postrándolo a niveles de una decadencia desconocida en todos los planos. Hasta países vecinos que hace poco estaban muy distantes del nuestro, hoy son dignos de nuestro elogio y los miramos con el espejito retrovisor, nos han sacado mucha, demasiada ventaja.

El 1° de marzo la presidente de la Nación le dio un golpe de K.O. a la estrepitoso deterioro argentino, mientras teatralizaba su rango en el Congreso nacional, parte de sus sirvientes se apoderaban de la forma más tramposa de las reservas del Banco Central.

¿Cómo explicarles esto a los más chicos? ¿Cómo explicarle esto al mundo? ¿Cómo entender que los que deben ser ejemplo de las reglas de la democracia excretan en ellas?

Si éste es el país condenado al éxito, por favor, que alguien sepa quién se lo robó.

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