Una vez que abraza una idea, Kirchner la convierte en dogma de fe inmodificable

miércoles, 3 de marzo de 2010

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde


Chocolate por la noticia

El kirchnerismo percibió algo demasiado obvio como para no tomarlo en cuenta y actuó, en consecuencia, con arreglo a su lógica de siempre: redoblar la apuesta. Era claro que, con el apoyo de los diputados de centroizquierda, hoy, en la cámara baja, el arco opositor le extendería un acta de defunción al DNU que había dado origen al Fondo del Bicentenario.

Por qué empeñarse, entonces, en prestarse a una pelea en la cual el gobierno venía siendo literalmente vapuleado, tanto en las instancias judiciales como en las parlamentarias. Cristina Fernández, según todos, daría de baja en su discurso del lunes el DNU y lo reemplazaría por un proyecto de ley visto con buenos ojos por algunos de sus más acérrimos contendientes en el Parlamento. ¡Craso error de análisis!

Eso fue justamente lo que no hizo porque hubiese supuesto un principio de conciliación respecto de sus opugnadores. La presidente obró a lo Kirchner: bajó un DNU y lo reemplazó, como si tal cosa, por otros dos. Así de simple.

Haber insistido en su estrategia original por pura porfía habría sido una jugada destinada al fracaso y, al mismo tiempo, inconcebiblemente tonta si se tiene en cuenta que para el oficialismo era dable conseguir los mismos fondos que perdía siguiendo un camino distinto.

Como no podía ser menos, el arco opositor montó en cólera, pero difícilmente pueda impedir, esta vez, que el matrimonio gobernante se salga con la suya.

Cristina Fernández podrá ahora disponer a su antojo de esos U$ 6500 MM con los que soñó alguna vez. Lo hizo pateando puertas y pasando por alto su condición de fuerza minoritaria en el Congreso. Ganó esta pulseada, al menos, y no se quedará sin financiación ni deberá arrodillarse ante los mercados ni tendrá que hacer las paces con sus adversarios.

Como es común en el santacruceño, una vez que abraza una idea la convierte en dogma de fe inmodificable. Son, el marido tanto como la mujer, tan cerrados al respecto que no dejan margen ninguno para retroceder y negociar. Ello hace que sufran derrotas sonoras, como la que acababa de inflingirle la justicia u obtengan triunfos tácticos, sacados de la galera, como el que comentamos.

Néstor y Cristina Kirchner saben que sus días están contados no porque hayan perdido el dominio absoluto de las dos cámaras en el Congreso o porque vayan a ser desalojados malamente del poder por una pueblada gestada en el Gran Buenos Aires —como fue la que terminó con Fernando de la Rúa. O, mucho menos, expulsados por un golpe militar. Sino porque carecen de fuerza para ganar la elección presidencial del 2011 ó, si se prefiere, porque su proyecto hegemónico ha sido hecho trizas.
 
Claro que también conocen el peso que tiene en la Argentina el dominio del aparato estatal —que ellos monopolizan— y la poca significación que tiene el arco opositor aun con las mermas que en el Parlamento ha sufrido el Frente para la Victoria.

Empecemos por esto último. Vale la pena repasar cuanto sucedió la semana pasada en la cámara alta para calibrar el peso de la oposición.

La sorpresa que dio Carlos Menem, dejando al arco opositor en ridículo, o poco menos, y al oficialismo saltando en una pata sólo por unas horas, lo que puso en evidencia fue menos la picardía del riojano que la pobreza de quienes blasonaron hasta el cansancio que tenían 37 senadores dispuestos a ponerle un bozal al kirchnerismo y, en realidad, no sabían donde estaban parados.

Ese heterogéneo conjunto de radicales de distintas observancias, peronistas de todos los pelajes, alguno que otro socialista, una incondicional de Elisa Carrió y unos pocos representantes de partidos provinciales, por momentos se parece mucho a la Armada Brancaleone.

Menem los puso entre la espada y la pared, desnudando no sólo sus debilidades sino su falta de inteligencia para medir fuerzas contra un oficialismo que, lastimado y todo, les tomó el pelo.

Por lo pronto le falta cuanto por principio no podrá tener jamás: un jefe. Son tantos los criterios que allí anidan, tantas las estrategias que se quieren implementar, tan disímiles las ideas que animan a sus representantes y tan diferentes sus intereses políticos, que suponer que alguna vez, siquiera por elementales razones de lógica, vayan sus miembros a elegir una conducción —colegiada se entiende— es perder el tiempo. Por eso un personaje menor como Miguel Ángel Pichetto pudo, a expensas de ellos, que creyeron en su palabra, dejarles pagando.
 
 
Cuando Menem vuelva por sus fueros el arco opositor quizá sume 37 voluntades y pueda elegir a las nuevas autoridades de las comisiones del Senado. En ese caso el Frente para la Victoria deberá morder el freno y reservar sus energías para la siguiente de las muchas disputas que se substanciarán de ahora en adelante. Porque no está escrito en ningún lado que esos 37 senadores se alisten y voten como un solo hombre en todas y cada una de las batallas que se librarán en el Congreso (Consejo de la Magistratura, impuesto al cheque, ley de regulación de los DNU, y autarquía del INDEC).

A Carlos Menem, contra lo que pensaron algunos en un primer momento, cuando era evidente que no se iba a hacer presente en el Senado y despuntaba el vicio del golf en La Rioja, no lo sobornaron. Lo cual no quiere decir que no se pueda comprar en el futuro a alguno de los distintos senadores y diputados que de momento juran y perjuran, a quienes quieran escucharlos, que votarán siempre en contra del kirchnerismo.

Cuanto debe entenderse, de una buena vez, es que ni en la cámara baja ni tampoco en la alta existen mayorías automáticas. Los opositores que se sientan en el Parlamento hacen cuanto está a su alcance, a veces bien y otras mal; en determinadas oportunidades con realismo y en otras con una ingenuidad digna de Heidi.

Como quiera que sea, no hay que pedirle peras al olmo. Ellos no pueden hacer frente con éxito al aparato gubernamental que detentan los Kirchner. Porque manejar a su antojo el gobierno le da al matrimonio unas ventajas considerables. El resto les viene facilitado por la falta de instituciones.

¿Que Cristina Fernández les tomó el pelo a los opositores? Chocolate por la noticia. No fue la primera y no será la última vez que lo haga.

Los Kirchner, como se ha dicho hasta el cansancio, necesitan llegar con un mínimo de fuerza al 2011 y para eso no dejarán de hacer y deshacer cuanto les haga falta. Como no hay catástrofes a la vista y no existen fuerzas que puedan igualar su poder, de aquí en más, en medio de un clima cada vez más envanecido y una sociedad cada vez más crispada, el oficialismo y la oposición obtendrán triunfos tácticos y derrotas, de la misma índole, en igual medida.

El santacruceño y su mujer no pueden, ni resucitándolo a Juan Domingo Perón, ganar los comicios de octubre del 2011. La oposición, a su vez, no está en condiciones de ponerle demasiados límites a la voracidad del oficialismo. Están condenados a soportarse por un año y medio más.

De momento no asistiremos a una batalla napoleónica, de esas en las cuales se juega a suerte y verdad el destino. Antes bien, deberemos acostumbrarnos a los decretazos, los vetos, las zancadillas, los golpes de mano, las avivadas y los hechos consumados en donde ninguno de los contendientes ganara siempre ni perderá siempre. Hasta la semana próxima.

0 comentarios: