Por Susana Viau
La Presidenta anunció en dos oportunidades que el discurso que estaba pronunciando ante la Asamblea Legislativa estaba a punto de concluir. Alguien daría la clave poco después: Cristina Fernández habría estirado su alocución porque aún no había recibido la señal que indicaba que la operación pergeñada entre el Poder Ejecutivo, Néstor Kirchner, el ministro Amado Boudou y la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, estaba concluida.
Cuarenta y ocho horas antes, Miguel Angel Pichetto había contribuido a crear el clima para el engaño con una media verdad –el retiro del DNU 2010/09– y una mentira entera: la posibilidad de enviar una ley en su reemplazo. La habilidad de Pichetto para cumplir con esos mandados había quedado plasmada el miércoles pasado, cuando ordenó a su bancada dejar sin quórum la convocatoria del Senado.
Hay un tradicional juego callejero que consiste en esconder un objeto pequeño debajo de uno de tres cubiletes. El público se entusiasma con la idea de que puede vencer a la banca, adivinar debajo de cuál de ellos está escondida la bolilla y llevarse las apuestas. Los incautos siempre caen en la celada.
Para que la trampa sea posible, la banca cuenta con un cómplice, que mezclado entre los incautos empuja, habla, grita “ahí, ahí”. Pura distracción para mantener la ilusión de que la mano es más rápida que la vista.
En España, quienes practican esa estafa son los “trileros” y forman parte de la picaresca; aquí al juego lo llaman la mosqueta y acaba de incorporarse al patrimonio de la política. La única diferencia es que muy de tarde en tarde la policía cae y se lleva a los fulleros.
Es cierto que al final, como dijo ayer mismo la presidente, entran por una puerta y salen por la otra.
Fuente: Crítica de la Argentina
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