La Política de Mala Fe

lunes, 1 de marzo de 2010

Por Agustino Fontevecchia

Una de las características más molestas del discurso kirchnerista, especialidad de Cristina Fernández, es la de hablar ambiguamente, sin terminar de explicitar lo que quiere decir. Como Vladimir (Didi) y Estragón (Gogo) en la célebre obra de Samuel Beckett Esperando a Godot, llenan el espacio de palabras para no decir nada.


Ésta no es una marca exclusiva del discurso kirchnerista, sino una condición de la política de mala fe. Ya que cualquier debate necesita de dos posiciones, las palabras vacías constituyen una forma de argumentación falaz en la cual los argumentos del contrincante son ninguneados. Al no referirse a lo que dice el otro, uno evita responder y no hace más que acumular palabras para tratar de “ganar”, mientras que la real función del debate es la de lógicamente llegar a las verdaderas conclusiones.

El que discute con honestidad debe darle el beneficio de la duda a los argumentos del contrincante y derrotarlos con lógica, reconociendo los puntos válidos y así modificar su posición para incluirlos si fuera necesario.

Me extraña que en el debate del tema Malvinas, revitalizado por el comienzo de actividades de exploración de la plataforma Ocean Guardian en las inmediaciones de las islas, ninguna de las dos posiciones, ni la argentina y ni la inglesa, hayan sido formuladas coherentemente y con la honestidad intelectual que un tema de tal transcendencia merece. No quiero decir que nuestros argumentos no estén sobre la mesa, ya que tantos años de discusión han llevado a que casi todo esté dicho, pero me parece que debería haber una formulación correcta por parte del Ejecutivo, respondiendo a la totalidad de la cuestión y no a puntos individuales.

El capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas es el texto relevante a esta cuestión. Por un lado, reconoce el derecho al desarrollo social y económico de los habitantes de los territorios “no autónomos”, en un marco de paz y seguridad internacional. Por el otro, este desarrollo “deberá fundarse en el principio general de la buena vecindad, teniendo debidamente en cuenta los intereses y el bienestar del resto del mundo en cuestiones de carácter social, económico y comercial”.

En el caso puntual de las Malvinas, la Carta de las Naciones Unidas no daría validez absoluta a ninguna de las dos posiciones, ya que responde a los intereses de los Falklanders (quienes gozan de mayores posibilidades de desarrollo económico siendo ingleses, admitámoslo) y a los nuestros (ya que el “principio de buena vecindad” requiere tener en cuenta los intereses del “resto del mundo”, o sea, nuestros intereses sociales, léase soberanía sobre nuestro territorio nacional, y económicos, el posible beneficio económico que los recursos naturales ofrecería a la Argentina).

La posición británica se puede corroborar en los comunicados de prensa del Foreign & Commonwealth Office y en los dichos de su titular, Lord David Miliband. Reiteran que no existe disputa en relación a la soberanía de las islas Malvinas, ya que la Carta de las Naciones Unidas otorga el derecho a la autodeterminación a los habitantes de territorios “no autónomos”. Esto implica que como son los mismos isleños quienes otorgaron las licencias de explotación de hidrocarburos, es un hecho legal.

El discurso de Cristina en la Cumbre de Cancún delinea la posición argentina. Dice la Presidenta que Gran Bretaña está violando el derecho internacional en dos puntos, al violar la soberanía del territorio nacional argentino y al promover acciones unilaterales en aguas disputadas (promoviendo la explotación de hidrocarburos).

Ambos lados pecan de imprudentes al no reconocer los puntos válidos del otro. Cada uno se refiere solamente al artículo que le conviene de la Carta de las Naciones Unidas, los británicos apelando al derecho de desarrollo económico y social de los habitantes de las Malvinas, nosotros al “principio de buena vecindad” que debería responder a los intereses del resto del mundo (lo cual implica el respeto por el territorio de un país y sus recursos naturales, y el respeto por el derecho internacional).

Si queremos avanzar en nuestro legítimo reclamo por las islas Malvinas, debemos puntualizar que nuestra posición no se basa puramente en los estatutos del derecho internacional, ya que éste es ambiguo. No es posible derivar un argumento a priori que establezca que un territorio nacional se constituye por ciertas distinciones geográficas, ya que todas son arbitrarias. Todo territorio nacional es una consecuencia de procesos socio-histórico-económicos y no de una “lógica interna” del concepto de nación.

Pero existe una enorme correlación entre geografía y administración territorial. El argumento sobre la plataforma continental argentina es complicado porque las definiciones en sí son arbitrarias. Lo que no es arbitrario es que las islas están mucho mas cerca de la Argentina que de Gran Bretaña. Lo que tampoco es arbitrario es que el colonialismo fue un método salvaje donde a través del robo las potencias europeas incrementaron sus fortunas, hundiendo en la desdicha a quienes conquistaron.

Para fortalecer nuestra posición debemos explicitar el costo económico de ceder nuestros recursos, y las posibilidades de progreso que ellos implican. Rafael Bielsa escribió un gran artículo en el que describe las posibilidades económicas de la explotación de recursos de las Malvinas para Perfil el 13 de febrero: Malvinas Argentinas, ¿petróleo kelper?”.

También debemos afrontar el tema de los kelpers, ya que llevan 177 años habitando las islas. Las Malvinas no van a poder ser argentinas si toda su población es culturalmente de origen británico y rechaza la administración argentina. Es obvio que tienen mayores posibilidades de desarrollo económico bajo soberanía inglesa, y aunque los kelpers no son responsables de su incómoda posición, están ahí y son, para nosotros, una parte más del problema. Su situación no justifica la utilización de nuestros recursos.

Si Cristina Kirchner y Taiana dejaran de lado esa forma discursiva del kirchnerismo, si dejaran de parecerse a Didi y Gogo, y preparasen una exposición coherente y completa del problema, es posible que se logre un apoyo mayor de la comunidad internacional y que el sueño de izar la bandera Argentina en las Malvinas se aleje de la utopía y se acerque a la realidad

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