La fuga de la centroizquierda, un doble desafío para Néstor Kirchner

domingo, 16 de mayo de 2010

Por Eduardo van der Kooy

Sólo una de tres novedades perturbó la semana política de Néstor Kirchner. El ex presidente se jactó con la primera novedad: siempre pensó que Carlos Reutemann nunca sería candidato. El senador, en efecto, no lo será. Al procesamiento de Mauricio Macri lo descontaba, como la mayoría de los ciudadanos con una pizca de información y perspicacia. En cambio corcoveó, aunque buscó disimularlo, cuando supo que Pino Solanas será candidato a presidente en el 2011 para intentar aglutinar el arco de centroizquierda.


Al cineasta y diputado lo habrían empujado a tomar aquella determinación tres básicas razones. Sus buenos índices de aceptación, en especial, en los centros urbanos. Una encuesta de la consultora Andrés Mautone, en Rosario, lo ubica segundo en intención de voto, sólo debajo de Hermes Binner. Aunque como todos, con porcentajes todavía muy módicos. Solanas cree, además, que la ausencia de una candidatura del sector viene favoreciendo desde hace años el proyecto de los Kirchner.

Por otra parte, cualquier posibilidad de convergencia con el oficialismo quedó dinamitada luego del escándalo del espía detenido en el Ministerio de Economía, que el Gobierno le endilgó al diputado Claudio Lozano y a él mismo.

La fuga de la centroizquierda -o de la mayor parte de esa franja- pondría a los Kirchner frente a un doble desafío. Una parte de ese sector ya tomó distancia en Diputados. A medida que pase el tiempo y se afirme la postulación de Solanas, aquel sector con seguridad crecerá. La Cámara será todavía más hostil de lo que es ahora para Cristina.

El otro inconveniente se vincula con la construcción política y electoral que imagina Kirchner para reflotar su candidatura. Cuenta con un núcleo duro kirchnerista, con el esqueleto tradicional del PJ, que en ciertas coyunturas vacila, y con las organizaciones sociales. Ese tramado podría arrimarlo al 30% de los votos. ¿De dónde sacaría el resto para escalar hasta el 40% y especular con la diferencia de 10 puntos sobre la oposición, que le permita evitar el balotage fatal?

Tampoco habría que quitarle la mirada al viejo peronismo, porque en esa geografía nunca se dice la última palabra. Un poderoso intendente del conurbano se confesó sin pudor delante de un peronista -que no es Eduardo Duhalde- tentado de presentarse en la interna partidaria: "Estoy dispuesto a apoyarte. Muchos compañeros pensamos así. Incluso lo hablamos con De Narváez (Francisco). Nosotros pondríamos gente en todas las listas. No vamos a hipotecarnos con Kirchner", relató.

Los Kirchner tienen la garantía de la caja para evitar que el conurbano se deshoje. Esa misma caja les sirve para mantener engrillados a los gobernadores. Pero hay maniobras con esa caja, forzadas por la oposición, a las cuales se les descubre un doble filo. ¿Cómo sería eso?

La Presidenta anunció un programa para aliviar las deudas de las provincias. Las liberó de pagos hasta el 2011. La medida, urdida de urgencia en cuatro días, obedeció al proyecto en ciernes en Diputados -que se iba a añadir a la Ley Verna del Senado para el uso de reservas- que exigiría al Gobierno el pago de deudas que tiene la Nación.

Los Kirchner se sintieron satisfechos por partida doble. Desarticularon, por ahora, una jugada que podía colocar a la Presidenta en los umbrales de su primer veto. Un veto enrevesado, porque podía tumbar a la vez la autorización por ley para el uso de los dineros del Banco Central. También creyeron, del mismo modo, asegurarse la fidelidad de los gobernadores para progresar con el regreso de Kirchner en el 2011.

Esa realidad podría observarse bajo otro cristal. ¿No habrán debilitado a futuro la dependencia de los mandatarios con el Gobierno? "Nos sacaron un peso de encima. Quedamos con las manos libres", dijo uno de ellos, con alivio evidente.

En el PJ disidente el apartamiento de Reutemann tampoco fue una novedad. Aunque se instaló la duda acerca del papel que desempeñará el senador. Ya había anticipado que en el 2011 tampoco bregará por un tercer turno en la gobernación de Santa Fe. La disidencia del PJ carece en ese distrito de un dirigente con el predicamento de Reutemann. Su supuesta prescindencia política podría convertirse en un trastorno.

En el espacio disidente está firme Duhalde. Ha comenzado a terciar también, al margen del Congreso, Felipe Solá. Alberto Rodríguez Saá tampoco arría sus banderas. Pero todos parecieran disputarse ahora la misma tajada. Veamos un ejemplo. El ex gobernador Jorge Busti andaba muy cerca de Solá a la espera de alguna seña de Reutemann. La seña llegó, aunque en una dirección distinta a la deseada, y Busti asomó acompañando a Duhalde en sus giras por el interior.

El PJ disidente aguarda las deserciones que puedan producirse en el kirchnerismo a medida que se avecine el tiempo electoral. Pero tampoco corren del foco, para dar la batalla final a los Kirchner, las figuras de Mauricio Macri y De Narváez. ¿Una fantasía? No tanto, si se mensura la inquietud que ese tándem suele provocar en el ex presidente. El empeño con que sigue la causa del espía que golpea al jefe porteño y que conduce el juez Norberto Oyarbide, así lo demuestra.

Ese empeño rinde frutos. Oyarbide procesó a Macri pero sobreseyó al ministro de Seguridad Guillermo Montenegro. ¿Una rareza? En efecto, el juez saltó de la indagatoria al sobreseimiento directo. El procesamiento de Montenegro le hubiera acarreado la pérdida del control de la causa. Oyarbide no quiere resignarla y Kirchner tampoco.

Macri enfrenta ahora una pelea en dos frentes: la política y la Justicia. Nunca un enredo con los jueces es beneficioso en medio de una carrera presidencial. Deberá esperar la apelación ante la Cámara Federal y, como instancia última, la Cámara de Casación. Nadie desconoce el desprejuicio de los Kirchner para presionar a la Justicia, incluso a la Corte Suprema.

El jefe porteño cometió un sinfín de errores e ingenuidades políticas que detonaron el caso. Entre ellas, defender a ultranza a un comisario, el Fino Palacios, a quien supuso llegado de un mundo de ángeles y no de un submundo policial. Pero no parece claro, salvo para Oyarbide, cuántos de aquellos errores son judiciables, al punto de conformar -según el juez- una asociación ilícita.

Dentro de las desgracias, Macri tiene alguna fortuna. Chocó con un juez rocambolesco como Oyarbide. Detrás de él está siempre la sombra de los Kirchner. El matrimonio produce verdaderos milagros: no se recuerda que Macri haya concitado alguna vez tantas solidaridades políticas. Desde una prudente de Elisa Carrió hasta el radicalismo, De Narváez y Solá.

Un problema del PJ disidente es similar al que padece el resto de la oposición: el calendario. La suerte de las presidenciales se jugará en apenas tres meses: las internas abiertas en agosto y las presidenciales en octubre. Hasta entonces, existe un camino largo y escarpado por transitar. Un lanzamiento rápido de candidatos podría conducirlos a un desgaste prematuro. Una demora excesiva dificultaría su instalación y le concedería a los Kirchner margen para hacer y deshacer. Después de algunos zarandeos en el Congreso, el Gobierno pareciera haberse recolocado en el centro de la escena.

Tal vez el radicalismo escape ahora a esa regla. Existen en el partido de Alem dos potenciales candidatos acomodados en la opinión pública, para quienes el tiempo significaría un dilema menor: Julio Cobos y Ricardo Alfonsín. El vicepresidente dijo incluso que no definiría su candidatura hasta mayo del año que viene. Pero los radicales tienen, demasiadas veces, una irrefrenable manía por dispararse a sus pies. Cobos y Alfonsín están tironeando, en bandos enfrentados, en una interna partidaria de Buenos Aires que deberá dirimirse por el voto el mes que viene. Será difícil que no haya vencedores y vencidos.

Elisa Carrió mira al radicalismo. No es lo mismo para ella la consolidación de Cobos que la de Alfonsín. El diputado la escucha y la comprende. Con el vicepresidente no existe relación. Los socialistas tienen un compromiso con Carrió pero también lo tienen con los radicales. Esa entente les resulta vital para conservar el dominio que ahora tienen en Santa Fe. Pero es también como vivir con un pie en cada orilla de un cauce torrentoso. ¿Podría ser Solanas un escape para el dilema socialista?

Hace menos de un año, cuando fueron las legislativas, Cristina y Kirchner se cansaron de ensalzar la excelente elección del diputado en Capital. Como no tuvieron correspondencia política, comenzaron una cruzada horadante contra él, al estilo de la que supieron ensayar antes con Reutemann, De Narváez y Macri.

La ingeniería electoral del kirchnerismo se torna, por lo visto, cada día más compleja e incierta. Pero no se trata sólo de la ingeniería: tampoco la política oficial ayuda. Guillermo Moreno maneja el vínculo comercial con los tres socios principales de la Argentina como si fuera patrón de estancia. Brasil, la Unión Europea y China se quejan.

Las huellas de corrupción se hacen firmes con Venezuela, con el ex secretario Ricardo Jaime y con la mafia de los remedios. El sindicalismo aliado porfía con los piqueteros por el control de la calle, haciendo de la ciudad un infierno. El espionaje está fuera de madre: la última semana un ministerio descubrió que sus mails eran hackeados desde otro ministerio.

Tal vez Kirchner no se haya percatado que la amenaza más grave para su retorno no sería la irrupción de Solanas. Sería el Gobierno que comanda con su esposa.

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