Por Eduardo Aulicino
La ecuación K, en base a encuestas que son leídas parcialmente, es más o menos lineal: creen que la polarización en continuado y forzada desde Olivos les aseguraría una base sólida de respaldo electoral y generaría desgaste únicamente a los referentes de la oposición.
Más grave aún para el Gobierno es que la estrategia hace agua por partida doble. En Diputados, el kirchnerismo blindó posiciones pero no logra, o no busca, acuerdos con sectores que hasta Cristina Kirchner identificó como posibles aliados, al hacer un primer balance de la derrota electoral de junio y señalar caminos alternativos para no perder el control de esa cámara. En el Senado, se suma otro problema: el endurecimiento de posiciones no suma nada, pero, además, no evita las grietas en sus propias filas.
Kirchner, de todos modos, mantiene su convencimiento en el saldo a futuro de la extrema tensión política. Consumidor permanente de encuestas, cree que el oficialismo mantiene unida así a su tropa y que, como contrapartida, los dirigentes de la oposición se desgastan, a veces por errores propios y otras, por impotencia frente a la demanda de su propio electorado.
En rigor, el ex presidente parece privilegiar sólo datos parciales de un registro acotado en el tiempo y también en su dimensión. Existió cierto repunte de la imagen de Kirchner y de la Presidenta, pero la mayoría de las últimas encuestas señalan que esos números retrocedieron o se estancaron, frente a una muy alta y persistente valoración negativa. Al menos tres encuestadores registraron en sus recientes sondeos niveles de rechazo que superan largamente el 50 por ciento de las opiniones: en un trabajo roza el 60. Las consideraciones positivas oscilan por debajo de los 30 puntos.
La imagen de los principales referentes de la heterogénea oposición ha sufrido su propio descenso, desde Julio Cobos a Mauricio Macri, con excepción en alguna medida de Ricardo Alfonsín, anotado recientemente -aclaran- en esa categoría. ¿Los motivos? Son variados, pero el más notable es el reclamo de un accionar más firme y armónico en las estrategias para imponer límites a las prácticas del poder K.
Es llamativo que el kirchnerismo no intente explotar las contradicciones en la vereda opositora. Un ejemplo ya fatigante es la disputa por el uso de reservas del Banco Central para el pago de la deuda, que ya lleva más de cuatro meses.
La oposición aparece unificada en el rechazo al decreto presidencial que habilitó esa ventanilla, pero se advierten diferencias sobre el tema de fondo, es decir, el manejo de las reservas. Recién ahora, que el DNU fue invalidado en Diputados y promete un debate complicado en el Senado, el oficialismo amaga con tratar proyectos promovidos por críticos de sus propias filas o aliados, como la iniciativa de los diputados Martín Sabbatella, Carlos Heller y Vilma Ibarra, nacida hace más de un mes.
Los K no dan indicios de buscar acuerdos y trabajar sobre el frente opositor, con lo cual es difícil imaginar el destino de tales proyectos si el decreto se termina de caer en el Senado. Por el contrario, eligen hostigar a sectores como el que encabezan Pino Solanas y Claudio Lozano.
Kirchner no atiende esas señales. Tampoco registra otros indicadores de las sucesivas encuestas. ¿Cuáles? La inquietud creciente sobre la inflación, que ha pasado a ocupar un lugar destacado entre los problemas de la economía. Y el impacto de los casos de corrupción que se exponen en varios juzgados. Datos de la realidad que no contempla el laboratorio de Olivos.
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