Beatriz Sarlo y Rafael Filippelli, marido y mujer, director y guionista

miércoles, 21 de abril de 2010

El duodécimo Bafici se inauguró hace diez días con una de los títulos argentinos más esperados del año, “Secuestro y muerte”, dirigida por Rafael Filippelli, con guión de Beatriz Sarlo, Mariano Llinás y David Oubiña.

La película recrea con austeridad y de un modo muy libre los acontecimientos de 1970 que terminaron con la muerte del general Pedro Eugenio Aramburu a manos de un comando montonero.

Esos hechos fueron contados por dos de los secuestradores, Mario Firmenich y Norma Arrostito en el número 3 de “La causa peronista”.

Desde entonces ese relato histórico ha alimentado la memoria y la imaginación de muchos argentinos, además de haber inspirado films, textos de investigación y literarios. Por ejemplo, en “Historia del pelo”, flamante novela de Alan Pauls, un elemento de la trama muestra hasta qué punto la década de 1970 y, en especial, la captura y el cautiverio de Aramburu, ponen en movimiento la fantasía nacional.

En la narración, que toca sólo de un modo tangencial el tema del secuestro, la peluca rubia que Arrostito se puso para cambiar su aspecto durante el operativo se convierte en una pieza codiciada, cotizada y copiada para satisfacer a coleccionistas de objetos del Proceso y la guerrilla.


La expectativa que ha suscitado “Secuestro…” se debe no sólo a las circunstancias históricas que evoca, sino al hecho de que dos de los intelectuales más respetados y prestigiosos del país, Filippelli y Sarlo, marido y mujer, se hayan unido en un proyecto marcado por el debate de ideas.

Desde hace mucho tiempo, ambos componen una pareja de referencia en la cultura. Los dos comparten una visión progresista de la política, pero pueden llegar a discutir con vigor desde posiciones distintas. Esas eventuales diferencias se hallan mitigadas por el amor al cine, la lectura omnívora de libros, diarios y revistas, el gusto por la música contemporánea y la devoción por el tenis (se levantan casi de madrugada para ocupar una cancha, con un fervor parecido al de los católicos de misa diaria).

Decir que él no simpatiza con el peronismo es diluir mucho sus sentimientos. Ella, en cambio, mantiene una mirada crítica y reflexiva sobre ese movimiento indócil.

Sarlo fue una inquieta militante de izquierda que, en pleno Proceso, creó y dirigió la revista Punto de vista como un instrumento de resistencia a la dictadura. Sus ensayos, “Una modernidad periférica”, “Escenas de la vida posmoderna”, “La máquina cultural”, “La batalla de las ideas”, “La ciudad vista”, y sus colaboraciones periodísticas han hecho de ella una intérprete de la realidad a la que se consulta de continuo.

Filippelli, por su parte, ha formado a muchos de los nuevos directores del cine nacional: Pablo Trapero y Mariano Llinás, entre otros, han sido sus discípulos. Sus películas (“Hay unos tipos abajo”, “El ausente”, “Lavelli”, “Una actriz”, “Retrato de Juan José Saer”, “Esas cuatro notas”), nunca buscaron seducir fácilmente a los espectadores y siempre respondieron a una inquietud formal; no fueron concebidas para las salas comerciales; pero alcanzaron siempre el reconocimiento de los colegas. Su último film, “Música nocturna”, obtuvo el premio al mejor director en el Bafici del 2007 y le permitió ser descubierto por un público más amplio.

Noticias: ¿Cuál fue el punto de partida de esta nueva película?

Rafael Filippelli: Uno de las tres capítulos de “La pasión y la excepción”, de Beatriz, dedicado precisamente al secuestro de Aramburu. Tomé ese texto más bien como inspiración, pero no me atuve a él, como tampoco a la crónica de “La causa peronista”. No leí esa revista. Para poder manejarnos con más libertad, decidimos hacer una ficción, apoyada en hechos reales. Por eso, no hay nombres propios. Al personaje que se corresponde con Aramburu, se lo llama ‘general’. Y ‘el general’ tiene bigote, a diferencia de Aramburu. Cuando se habla del cadáver de Evita, se lo menciona como “el cadáver”.

Beatriz Sarlo: Yo, en cambio, trabajé mucho el relato de “La causa”… para mi libro. Pero cuando empezamos a armar el guión de la película me olvidé de él porque en ese relato no está lo que más me interesaba para el film, que era un debate articulado de ideas políticas. Si, para mí, tenía un sentido volver al episodio de Timote, era para rescatarlo del pormenor histórico y ponerlo en un lugar imaginario porque el debate ideológico, así como sucede en la película, nunca se produjo. Es una imaginación política acerca del enfrentamiento de dos mundos.

Filippelli: Esas dos visiones enfrentadas tenían un punto en común: la violencia. Uno de los dos puntos de la acusación de los secuestradores contra el general es precisamente un fusilamiento (en la vida real, el del general Valle y sus seguidores); el otro, la desaparición del cadáver de Evita..

Sarlo: Las dos partes hablan del poder. El general habla de lo que fue necesario hacer para mantenerlo; los secuestradores, de lo que es necesario para obtenerlo.

Noticias: Una coincidencia más: el general dice que el secuestro del cadáver no fue una venganza, sino algo inevitable. Los guerrilleros dicen que el juicio sumario que desarrollan no es una venganza sino un acto de justicia.

Sarlo: Sí, la venganza planea sobre el film y sobre la historia. Para los secuestradores, ese juicio es necesario porque permite poner las cosas en un pie de igualdad. La venganza siempre es una restitución. Las sociedades civilizadas tienen las leyes para eso, y cuando las leyes se quiebran son los individuos quienes vuelven a equilibrar las cosas desequilibradas. El general dice cuáles son las cosas que se vio impelido a hacer para mantenerse en el poder; aunque contradijeran sus principios; y, por el otro lado, los secuestradores dicen que para empezar un camino propio es necesario reparar las injusticias del pasado.

Lo interesante es que los secuestradores recurren, tanto en la película como en la realidad histórica, a la figura del juicio sumario, que a nosotros hoy nos parece inconcebible, pero no hay que olvidar que siete u ocho años antes estaban como antecedente los juicios sumarios de la revolución cubana.

La idea de que se podía administrar justicia en un juicio breve donde no había que presentar todas las pruebas, donde no hubiera que escuchar todas las defensas, era una idea instalada en la época. El juicio de Timote, en esa concepción no es una representación carnavalesca, una farsa: significa la instauración de una nueva legalidad.

Filippelli: Los juicios cubanos a los que vos te referís se pasaban por televisión. Seguían siendo juicios sumarios, pero había un conjunto de testigos. No se podía decir que, durante el juicio, uno había dicho lo que no había dicho, porque todo se veía por televisión y eso no significa que yo esté a favor de los juicios sumarios de Cuba. No pasó lo mismo en Timote. Nunca sabremos lo que de verdad pasó allí. En la película, el general dice con todas las letras que lo que él había hecho era una revolución y en una revolución a los contrarrevolucionarios se los fusila. Y les presta el argumento a los secuestradores, que también podrían decir y hacer lo mismo, pero contra él.

Noticias: Los argumentos que esgrimen el general y los secuestradores para condenarse o justificarse son muchas veces los mismos.

Sarlo: El general, en una de las tres exposiciones que realiza en el film justifica cómo se gobierna y cómo se retiene el poder en condiciones de excepción como las que debió afrontar. Un razonamiento que se le aplica no sólo a las condiciones de excepción de la Revolución Libertadora, sino también a las de la revolución cubana. Los secuestradores no pueden discutir las condiciones de excepción, porque ellos también van a depender de instalarlas: es el único modo de mantenerse en el poder.

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