El dólar no podemos usarlo y el peso no sirve ¿Qué salida tenemos?

martes, 20 de abril de 2010

Por Roberto Cachanosky
Cuando el ex presidente y actual senador se abstuvo de votar el pliego de la designación de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central implícitamente sostuvo que le da lo mismo una política monetaria que no defiende el valor de la moneda que otra que sí lo protege.


Uno de los tantos problemas que tiene la economía Argentina es que carece de una moneda en el estricto sentido de la palabra. La moneda, que es una mercadería como cualquier otra, tiene además la característica de actuar como reserva de valor y como medio de intercambio generalmente aceptado. Hoy en día, los pesos son aceptados como medio de transacción de corto plazo, pero no cumplen la característica de reserva de valor. La inflación erosiona su poder adquisitivo y, por lo tanto, no cumple con el requisito de reserva de valor.

Este último problema genera otros que tienen que ver con el crédito. Cuando una moneda se deprecia, quien presta sus ahorros en pesos tiene que cubrirse contra una inflación creciente, esto implica que, cuando alguien presta dinero carga en la tasa de interés las expectativas inflacionarias elevando la tasa de interés nominal, transformando las cuotas en altísimas. Consecuentemente es poca la gente que se anima a tomar créditos a tasas de interés nominales tan altas porque intuye que puede llegar a tener problemas para poder pagar sus cuotas en el futuro, particularmente si la tasa de interés del crédito es a tasa variable. Y si el crédito es a tasa fija, sucede lo dicho anteriormente, la tasa que se aplica es altísima porque el acreedor no quiere perder parte de su capital.

El otro problema es que la inflación no permite hacer cálculos económicos en los proyectos de inversión. En todo proyecto de inversión se estiman ingresos futuros (unidades vendidas por precio de venta) menos los costos de producción directos e indirectos. Como mínimo un proyecto de inversión debería hacerse a un plazo de 10 años.

Ahora bien, ¿cómo puede hacerse una proyección de ingresos y de costos a un plazo de 10 años en el medio de una tasa de inflación tan alta como la que tenemos? Todo proyecto de inversión es una estimación de ingresos, costos y tasa de rentabilidad, por lo tanto, al ser una estimación tiene su dosis de incertidumbre. Es un cálculo económico ex ante que luego habrá que cotejarlo con la realidad. Las estimaciones del proyecto pueden haber sido correctas, haberse superado o haber quedado muy por debajo de la realidad.

Si a la incertidumbre que tiene todo proyecto de inversión le agregamos la inflación, la incertidumbre crece y las inversiones disminuyen. Dicho de otra manera, la ausencia de una moneda que sea reserva de valor limita notablemente el proceso de inversiones.

El tercer problema es que en los procesos inflacionarios, si bien todos los precios suben, no todos suben al mismo tiempo. Unos suben primero y luego otros dependiendo de la forma en que se canalicen los nuevos pesos emitidos generando cambios de precios relativos artificiales e inestables.

Hay muchos más problemas que genera la inflación o, si se prefiere, la ausencia de una moneda que cumpla con la característica de preservar su valor en el tiempo, pero con lo expuesto más arriba considero que alcanza para pasar a comprender el problema que tenemos hoy los argentinos.

Argentina ha tenido altos procesos inflacionarios e hiperinflación, al tiempo que se destruyeron varios signos monetarios. Es por esta historia inflacionaria que el argentino adoptó como moneda para reserva de valor el dólar y dejó el peso como medio de intercambio para las operaciones de corto plazo.

Cuando en 1991 se estableció la convertibilidad de un peso igual a un dólar se intentó reconocer que la moneda que realmente reconocían los argentinos como reserva de valor era, justamente, la divisa norteamericana.

El peso era un simple recibo que emitía el BCRA obligándose a entregar un dólar por cada peso si así lo deseaba la gente. Es más, en un momento Menem impulsó la dolarización de la economía, esto significaba quitar de circulación el peso y pasar a usar el dólar. Formulo esta aclaración porque realmente llamó la atención la abstención de Menem cuando el Senado votó la aprobación del pliego de Marcó del Pont como presidente del BCRA. Y llamó la atención porque Marcó del Pont ha dicho claramente que no comparte el espíritu de la actual carta orgánica del BCRA y cree que esa institución no tiene que limitarse a preservar el valor de la moneda sino que tiene que hacer política monetaria activa.

Es decir, Marcó del Pont tiene una visión totalmente opuesta a la de Menem sobre la política monetaria y la autarquía del BCRA, por lo tanto, cuando Menem se abstuvo de votar, implícitamente sostuvo que le daba lo mismo una política monetaria (la que él sostuvo durante su presidencia) que la que hoy se está aplicando y se intenta profundizar.

Resulta inexplicable la abstención de Menem en esta votación porque estaría indicando que no le interesa confrontar ideas sobre dos modelos monetarios totalmente diferentes. Ni siquiera digo que Menem tenía que argumentar si estaba de acuerdo o no con la transferencia de reservas del Central al Tesoro por medio de un decreto. Lo que resulta inexplicable es su indiferencia sobre un tema tan relevante sobre el futuro monetario de la Argentina.

Sabemos que el argentino no confía en el peso como reserva de valor y adopta el dólar con ese fin. También sabemos que en 2002 se rompieron los contratos y las deudas en dólares pasaron a pesos, con lo cual se estableció un precedente complicado hacia el futuro. ¿Quién se animará a prestar en dólares sabiendo que un juez puede, en caso de conflicto, determinar que quien debe dólares puede pagar en pesos a un tipo de cambio que no sea el de mercado?

Tenemos, entonces, un doble problema. Por un lado no podemos hacer transacciones de largo plazo ni cálculo económico en pesos y, al mismo tiempo, no podemos utilizar el dólar para el crédito por la inseguridad jurídica mencionada. Esto nos conduce a un problema muy complicado que es “inventar” algún mecanismo para tener nuevamente una moneda que sea aceptada por todos como medio de intercambio y reserva de valor. El dólar no podemos usarlo y el peso no sirve. ¿Qué salida tenemos?

Transitoriamente, lo único que se podría usar sería una especie de moneda indexada al estilo chileno. Pero aquí tenemos otro obstáculo. Los datos del INDEC no son fiables y, por lo tanto, no hay parámetros medianamente confiables para trabajar sobre una moneda indexada.

Por otro lado, con tasas de inflación tan altas igual sería bastante complicado realizar transacciones de largo plazo. Proponer que cada uno realice las transacciones en la moneda que desea choca nuevamente con la inseguridad jurídica post devaluación.

Es evidente que el problema monetario argentino no puede resolverse en forma independiente del resto de las variables económicas como el frente fiscal, la política cambiaria, etc. Lo que sí sabemos es que un país que no tiene moneda en el estricto sentido de la palabra, es un país condenado a trabajar sin crédito, con escaso ahorro en moneda local y, por lo tanto, sin posibilidades de crecimiento sostenido.

Es por todas las razones expuestas que considero un error gravísimo ir hacia un Banco Central como en el pasado, subordinado al Poder Ejecutivo y sin tener como misión fundamental la defensa del valor de la moneda. © www.economiaparatodos.com.ar

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