El Gobierno desencajado en una semana con hechos positivos

domingo, 18 de abril de 2010

Por Nelson Castro

No bien entró al edificio del Congreso, se dirigió al recinto sin siquiera pasar por las oficinas de su bloque. Ya en su banca, pidió un vaso de leche. “¿Me lo trajiste normal o tiene cianuro?”, fue la pregunta que, con una sonrisa tensa, la senadora Adriana Bortolozzi le hizo al mozo que le alcanzó el recado.

La legisladora formoseña era consciente de que con su conducta había producido un hecho bisagra en la guerra del quórum que se ha desatado en la Cámara alta. El azoro de todos sus compañeros de bancada, en especial el del titular del bloque, Miguel Angel Pichetto, fue mayúsculo. El enojo también. Para Pichetto, todo se hizo más áspero cuando debió atender la filípica de Néstor Kirchner, quien le habló a través del teléfono inalámbrico conocido por todos como el “teléfono rojo”.


El problema que representa la senadora Bortolozzi es de final abierto puesto que ella ha dicho que piensa sentarse en su banca todos los miércoles para asegurar que el Senado funcione.

Este episodio desencajó al Gobierno, en el medio de una semana en la que hubo hechos que fueron positivos: la ansiada y desesperadamente buscada reunión de la Presidenta con Barack Obama, para cuya gestión lo que más ayudó, paradójicamente, fue la decisión del presidente del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de buscar un acercamiento a Irán que disgusta y preocupa al gobierno de los Estados Unidos; el encuentro, con pedido de disculpas incluido, con el presidente de China, Hu Jintao; la visita al país de Dimitri Medvedev, la primera de un presidente ruso; y el anuncio de la reapertura del canje de deuda con los bonistas.

La salida del default es algo que, más allá de los cuestionamientos muy válidos sobre la legitimidad de la deuda que plantean sectores de la izquierda, se hacía imprescindible a fin de reinsertar a la Argentina en el mundo. La forma en que se implementa una medida de esta trascendencia es tan importante como la medida en sí. Y ahí, el Gobierno ha actuado de la peor manera, sin consenso, sin la participación del Congreso, con poca transparencia y llevándose por delante la autonomía del Banco Central. “Es que los Kirchner son así: incorregibles”, reconocía con resignación una voz del corazón del oficialismo.

La “guerra del Senado” habrá de extenderse hasta el final del mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Es una especie de vale todo al que no le escapa, ni siquiera, una parte significativa de la oposición. Las voces sensatas, que las hay en ambos lados, hoy se pierden en ese volcán de pasiones que domina la escena política. “Después de haberlo denostado a más no poder, los favores que nos viene haciendo Carlos Menem nos obligan a tratarlo con mano de seda; es contradictorio pero es así ”, expresaba una voz del Gobierno.

En la sesión del miércoles pasado, Menem se la pasó haciendo favores al oficialismo: el primero –que también benefició a Julio Cobos al evitarle el tener que desempatar– fue su abstención en el voto relativo a la designación de Mercedes Marcó del Pont como presidenta del Banco Central; al actuar así, el senador por La Rioja permitió que esa designación quedara confirmada; el segundo fue su ausencia a la hora de tratar y votar la modificación de la Ley del Cheque.

Hay que recordar que Menem debe enfrentar causas legales muy pesadas. Esto lo hace muy vulnerable, y el Gobierno lo sabe y aprovecha. La votación sobre este asunto, que se produjo en la madrugada del miércoles, ha generado una controversia por el que se fuerzan al límite las situaciones de interpretación de la Constitución Nacional.

Una primera lectura de los incisos segundo y tercero del artículo 75 de nuestra Carta Magna permitiría inferir que, para lograr una modificación del impuesto al cheque hacen falta 37 votos y, en la madrugada del jueves, hubo 35. Cosas como éstas son propias de los K. El principal error de varios sectores de la oposición es el de enfrentar los males del kirchnerismo con conductas iguales.

Más allá de todo, la discusión habrá de tornarse abstracta porque, llegado el caso de que la modificación de la Ley del Impuesto al Cheque fuera aprobada por la Cámara de Diputados –lo que al día de hoy está en duda–, la Presidenta la vetará.

Esta nueva cumbre borrascosa de la política ha puesto otra vez en el centro de la escena a Julio Cobos. Las críticas que sobre él vierte el oficialismo son cada vez más duras; a ellas se les ha agregado ahora la amenaza de un juicio político. “No saben el favor que nos harían si se atreviesen a avanzar con esta iniciativa”, retrucan desde las cercanías del vicepresidente. Tienen motivos: para la destitución de Cobos hacen falta los votos afirmativos de los dos tercios de los integrantes de ambas cámaras.

En el intento permanente por parte del Gobierno para eliminar cualquier atisbo de control sobre sus actos, ahora el objetivo es la Justicia, en especial, la Corte Suprema y, dentro de ella, el juez Carlos Fayt. El día que, en la puerta de su casa, el Dr. Fayt calificó de “tonterías” unas expresiones de la Presidenta, la Dra. Fernández de Kirchner le hizo la cruz.

“El proyecto de jubilación de los jueces de más de 75 años no es malo. Es una discusión que hay que dar”, reconoce una voz cercana a la Corte, que agrega: “Este es el peor momento para hacerlo porque lo que al Gobierno le interesa es sacarse de encima a Fayt, a quien, si el proyecto prosperara, lo acompañaría el Dr. Enrique Petracchi”. Petracchi cumplirá 75 años en noviembre próximo.

La preocupación que al Gobierno le produce la independencia de la Corte es creciente a la luz de los siguientes casos sobre los que el alto tribunal deberá expedirse próximamente: la Ley de Medios, los hijos de la Sra. Ernestina Herrera de Noble, decretos de necesidad y urgencia y venta de Telecom.

La multitudinaria manifestación del jueves pasado para apoyar la Ley de Medios fue un indicio claro de la decisión del matrimonio presidencial de presionar a la Corte Suprema.

En ese sentido, las palabras de Hebe de Bonafini, hablando de la “decrepitud” de la Corte, no fueron un dato menor. La descalificación hacia los jueces conlleva varios significados: primero, una clara contradicción –una más– de este gobierno al que, si hay un logro indiscutible que se le reconoce, es el haber reemplazado la Corte “de los milagros” del menemismo por otra, la actual, pretigiosa y prestigiada por su independencia; segundo, una evidente voluntad de presionar a los integrantes del tribunal y, finalmente, una actitud de intolerancia que habita en varios sectores de la vida política argentina y a la que el matrimonio presidencial ha hecho y sigue haciendo un aporte fenomenal

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