El diálogo de la Presidenta sirve para aumentar dudas y fricciones

miércoles, 7 de abril de 2010

Por Eduardo van der Kooy

Quizás pueda atribuirse a la falta de costumbre. O a una costumbre que abandonó cuando cambió el Congreso por el Poder Ejecutivo, para servirle de posta a Néstor Kirchner. Lo cierto es que en la ronda de diálogo con los gobernadores, que arrancó la semana pasada y continuó ayer, Cristina Fernández pareciera haber sembrado más dudas y fricciones que afiatado la posibilidad de algún acuerdo nuevo.


Le sucedió incluso con los mandatarios provinciales propios. La mayoría de los peronistas exaltó el encuentro del lunes de la semana anterior en Olivos. Pero ese encuentro tuvo los mismos defectos de otros que encabezó la Presidenta. Mucho monólogo, casi nada de diálogo y la imposición de nuevas exigencias que muchos gobernadores no están en condiciones de cumplir. En este caso, la famosa reforma a la ley del impuesto al cheque, que podría considerar hoy el Senado, y la difusa promesa de derogarla cuando entre septiembre y octubre el Congreso deba abordar el Presupuesto para el 2011.

Para octubre falta mucho. Y para pensar con seriedad que el Gobierno esté dispuesto a resignar los ingresos por ese tributo, mucho más aún. Sobre todo si se calcula que representa ingresos por encima de los $ 21 mil millones, casi tanto o más que lo que representa el DNU al que echó mano para tomar reservas del Banco Central y financiar lo que resta del año.

Cristina tampoco fue cordial con los peronistas. Un importante gobernador le propuso publicar una declaración de apoyo a las iniciativas de ella: "No necesito el aval de nadie. Tengo el aval de los votos para gobernar", replicó.

Aquel encuentro de la Presidenta con los mandatarios de su partido no pareció tener reflejo en el Congreso. La última reunión de la Comisión de Labor Parlamentaria concluyó en un desbande entre los kirchneristas, algunos de sus aliados y la oposición. ¿Qué ocurrió? Que los dos senadores de Tierra del Fuego, que responden a la gobernadora Fabiana Ríos, y Horacio Lores, del MPN de Neuquén, quedaron marginados del reparto de las comisiones.

La oposición sostiene que el kirchnerismo debe cederles lugares por ser sus aliados. Ningún kirchnerista quiere dar el brazo a torcer, por dos razones: la unidad del propio bloque oficial pende de un hilo; la confianza hacia los aliados cada día es menor.

Habrá que observar si la oposición consigue hoy, finalmente, quórum para imponer la media sanción a la ley del cheque. Carlos Menem, una pieza clave en esa estrategia, se paseó ayer rozagante por el Senado. Pero a los opositores, demasiadas veces, se les suelta alguna liebre. Los kirchneristas Luis Alberto Viana (Misiones) y Guillermo Jenefes (Jujuy) no ayudarán a la oposición. Pero si esa oposición consigue quórum, es posible que aparezcan votando a favor de la reforma a la distribución de aquel impuesto.

Si con los peronistas había existido jaleo, nada hacía prever una cita tranquila de Cristina con gobernadores aliados o aliados críticos. Cierta destemplanza atravesó la reunión con Hermes Binner (Santa Fe), Ricardo Colombi (Corrientes), Brizuela del Moral (Catamarca) y Ríos (Tierra del Fuego).

Los roces, esta vez, sucedieron con el gobernador socialista. Binner llegó con la sangre en el ojo por múltiples motivos. El primero: el Gobierno se desinteresó de la audiencia de Santa Fe con la Corte Suprema por la coparticipación que tuvo dos notas llamativas: la presencia de Carlos Reutemann, codo a codo con su peor adversario, y la ausencia de Amado Boudou, el ministro de Economía

El resto de los enojos del socialismo tiene relación con la política en Santa Fe, donde una objetiva combinación del reutemismo con las fuerzas de Agustín Rossi -jefe del bloque de diputados kirchneristas- le impidieron al gobierno provincial la sanción de una reforma impositiva, necesaria para achicar el déficit provincial.

¿Cómo sería aquella combinación entre dos rivales, como son Reutemann y Rossi? El socialismo logró aprobar la reforma en Diputados que el Senado, con la influencia del ex gobernador y senador, modificó. El socialismo requería de los dos tercios para ratificarla en Diputados: pero no alcanzó esa proporción por los legisladores que le retaceó Rossi. El diputado le exigía al socialismo la aplicación de un nuevo impuesto al campo. Binner, con este presente, no puede echarse al campo encima.

Epílogo: las Cámaras parlamentarias le aprobaron al gobierno socialista una moratoria que Binner preferiría no aplicar porque, a juicio suyo, no resolvería los problemas financieros de la provincia.

El gobernador de Santa Fe le recordó a Cristina esa ausencia de solidaridad política kirchnerista. La Presidenta le enrostró la participación del socialismo en todas las estrategias con la oposición, a nivel nacional, que le hicieron perder la mayoría del poder en Diputados y le ha complicado de modo ostensible el Senado.

Nada hace prever, con estos antecedentes, que las futuras reuniones sean mejores. Por el contrario. En el horizonte figuran Mauricio Macri, Alberto Rodríguez Saá (San Luis) y Mario Das Neves (Chubut). Das Neves viene de reunirse con Francisco de Narváez, en uno de los tantos intentos por participar de una alternativa en contra de los Kirchner para el 2011. Rodríguez Saá está en un largo conflicto con el gremio docente que impide el comienzo de las clases en su provincia. Un conflicto donde cree descubrir la injerencia kirchnerista. Macri acaba de ser citado por el juez Norberto Oyarbide por la investigación sobre las escuchas ilegales y el espía Ciro James, ex empleado de su gobierno.

Oyarbide está habituado a los equilibrios delicados: progresa sobre la denuncias de corrupción sobre Ricardo Jaime, el ex secretario de Transporte al cual los Kirchner soltaron la mano, y encierra cada vez más a Macri con una historia que el ingeniero tampoco explica satisfactoriamente.

Otro prólogo que no sólo hace difícil presagiar entendimientos de Cristina con los gobernadores. Además, induce a preguntar cuánto hay de convicción en este diálogo y cuánto de simple pasatiempo.

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