La cruzada contra los periodistas es una guerra santa contra la libertad

martes, 20 de abril de 2010

Por Alfredo Leuco

Frankenstein

Perseguir al que piensa distinto es el ADN de todos los autoritarismos. Castigar al que pretende manifestar pacíficamente sus disidencias es el comienzo de la mutilación democrática. Agitar fotografías de periodistas y acusarlos de todos los males se llama caza de brujas aquí y en la China.


Mandar patotas a insultar, provocar y atacar a trabajadores de los medios de comunicación que no comulgan con el gobierno es metodología fascista de la peor calaña que repugna la conciencia republicana.

Néstor Kirchner con su violencia vengativa inventó un monstruo que le va a costar mucho controlar. El Frankenstein que se alimenta de presuntos gorilas destituyentes ya tomó vida propia y si desde el gobierno no lo frenan con toda contundencia puede terminar devorándose al propio matrimonio Kirchner. ¿Se imaginan que podría suceder en la Argentina si alguno de los periodistas colocados como blancos móviles sufriera un atentado? Vade retro, satanás. Que Dios no lo permita.

Ya le dije el viernes que el asesinato de José Luis Cabeza ocurrió porque un lugarteniente quiso quedar bien con su jefe. Fue más yabranista que Yabrán. El gobierno debería hacer un urgente llamado a la reflexión a sus grupos de tareas.

Debería hacerles entender que la crispación y el odio no construyen ciudadanía ni justicia social. Si no lo hacen por una cuestión ética de convicciones profundas que por lo menos lo hagan en defensa propia. Porque insisto con la idea. Si un periodista es atacado por alguna patota kirchnerista la primera víctima va a ser ese colega pero la segunda víctima va a ser el propio gobierno. Va a tener que pagar un costo político infinito por haber alentado, fogoneado, incitado a castigar de todas las maneras posibles al periodismo.

Que Néstor Kirchner detenga al Frankenstein que ha creado a su imagen y semejanza. Que haga un llamado desde la presidencia a través de su esposa para pacificar. Que desactiven a las barras bravas. Que se reciba en la Casa Rosada a una delegación de periodistas no oficialistas como una señal clara de tolerancia.

Todavía no se escucharon voces oficialistas fuertes condenando las agresiones ni los carteles. Todavía casi no hubo artistas populares o periodistas colaboracionistas del gobierno repudiando a fondo semejante atropello. Ya le quemaron el auto a una colega de Santa Cruz y muchos de los que pedían solidaridad cuando eran atacados por el menemismo no han dicho una palabra.

El periodismo de estado es muy pernicioso para la libertad de prensa. Fustigar al mensajero con el combustible de la publicidad oficial y los servicios de inteligencia es propaganda del régimen.

Jorge Lanata dijo que desde la guerra de Malvinas y José Gómez Fuentes que no se veía una cosa igual en los canales oficiales y para oficiales. Edi Zunino escribió que para algunos irresponsables la consigna parece ser "Haga patria mate un periodista". Escraches virtuales y reales, señalamientos con el dedo y discriminaciones cobardes fueron el caldo del cultivo del macartismo.

La cruzada contra los periodistas es una guerra santa contra la libertad. Y eso es la negación misma del progresismo.

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