Por Eduardo van der Kooy
¿Hasta dónde puede llegar Kirchner?
Entusiasmo. Hasta ráfagas de euforia. Obsesión por los adversarios políticos -que son enemigos- y preocupación maníaca por las encuestas. Visitas sólo de dirigentes de insospechada fidelidad al kirchnerismo. Seguimiento implacable de cada acontecer en el Congreso. Así pasa sus días en Olivos Néstor Kirchner.
Muros adentro de la residencia presidencial parece vivirse -al decir de un invitado sorprendido, que no extravió el sentido común- un clima distinto al que perciben los argentinos comunes. Existe en el imaginario del matrimonio una nación feliz, una población que estaría suplicando su eternidad en el poder. Quizás aquel imaginario explique la convicción con que el ex presidente ha vuelto a hablar de su candidatura en el 2011.
Agustín Rossi, el jefe de los diputados oficialistas, lo comunicó en una reunión de kirchneristas del PJ de Santa Fe: "Kirchner será nuestro candidato en la interna", proclamó. Hubo rostros atónitos, asistentes que tragaron saliva con dificultad, pero que se limitaron a asentir. Son los que prevén, con ese panorama, una posible hecatombe en la elección nacional.
La insistencia del ex presidente acerca de su retorno bifurca las opiniones peronistas. Hay quienes creen a rajatabla en su promesa. Otros señalan que se trata de una expresión inevitable para evitar, de modo prematuro, un desmadre de su poder político. "Kirchner nunca será candidato si sabe que puede perder. Es como Menem (Carlos)", pontificó uno de los hombres que lo conoce hasta las vísceras.
Aquel optimismo de Kirchner tiene el combustible de su propia voluntad. Recalca el 48% positivo que su imagen y la de Cristina tendrían en Chaco y Formosa. Confía en que el consumo, en ascenso, sostenga y disimule otros males de la economía que la están minando. Esos argumentos poseen cimientos vulnerables.
La opinión pública sobre el matrimonio continúa siendo bajísima en los grandes centros urbanos. La aprobación no llega al 15%, por ejemplo, en Capital y Rosario. Las grandes ciudades son determinantes en cualquier elección. El incremento en el consumo se detecta, por otro lado, en sectores medios. Son los que votaron, en forma mayoritaria, en contra del kirchnerismo en las legislativas de junio del 2009. Cuando esos sectores se retiran difícilmente vuelven. Le ocurrió a Menem. Con el célebre voto cuota, logró conquistarlos en su primer período, hasta la reelección. Luego partieron con rumbos diferentes.
El verdadero dilema de Kirchner se plantea ahora mismo en el núcleo duro de su clientela electoral. La inflación está haciendo estragos en el consumo de alimentos y esterilizando el efecto de medidas que aterrizaron bien en los sectores bajos.
El INDEC reconoció que en el primer trimestre los precios de los alimentos indispensables treparon casi un 10%. Una consultora privada sobre temas sociales y laborales (Ernesto Kritz) señaló que con la asignación universal por hijo una familia tipo (pareja con dos hijos) sólo alcanza a cubrir el 30% de la canasta básica.
Los Kirchner no tienen a mano ninguna solución para ese problema. Sólo un aumento de aquella asignación, que sería devorado en pocos meses por el galope inflacionario. A falta de respuestas económicas valdría cualquier artimaña política.
Kirchner ya se ocupó de Carlos Reutemann, una amenaza latente para él en el PJ. El senador no deja de recibir mensajes intimidatorios para que no abandone su estado casi clandestino. La guerra volvió a ser franca con Julio Cobos. Pero el ex presidente fija ahora su atención en otro par de opositores: Mauricio Macri y Francisco De Narváez. Son quienes muestran en la mayoría de las encuestas una intención de voto consolidada, de dimensiones módicas.
El jefe porteño tuvo esta semana una mala noticia. La Cámara Federal rechazó la recusación presentada contra Norberto Oyarbide en la causa sobre el espionaje. El juez tiene allanado el camino para progresar con el tema. ¿Se avecina un procesamiento? El interrogante no es producto de ningún capricho: basta para justificarlo con recorrer las huellas de Oyarbide desde que se convirtió en hombre de confianza para el kirchnerismo.
El magistrado metió el dedo en la mafia de los remedios hasta empujar detrás de las rejas a un viejo cacique sindical, aliado discreto de los Kirchner, el bancario Juan José Zanola. Al mismo tiempo dictó el sobreseimiento del matrimonio por supuesto enriquecimiento ilícito.
Aquella mafia y los dineros para la campaña de Cristina darían para más. El juez estaría siendo presionado para citar a declarar a Alberto Fernández, el ex jefe de Gabinete. ¿Presionado por quién? Por la Policía Federal, dice una fuente. Un informante de la Justicia menciona a kirchneristas en el poder que querrían darle un escarmiento.
Oyarbide fue el primero en actuar también sobre el kirchnerista Ricardo Jaime, ni bien renunció a la Secretaría de Transporte luego de la caída electoral. Le prohibió salir del país, inhibió y embargó sus bienes. Otro juez, Claudio Bonadio, lo procesó por recibir dádivas de las empresas del área. La investigación sobre Jaime avanzó casi en simultáneo con la causa del espionaje de Macri. Se impone el sacrificio de un ex funcionario para desgastar a un potencial adversario de los Kirchner.
Tal vez De Narváez haya captado, antes que otros, la maniobra urdida por el ex presidente. El diputado no sólo escapa al tormentoso foco del Congreso donde el kirchnerismo tiene por meta trabar y desmembrar a la oposición. También comunicó que su destino político será la gobernación de Buenos Aires. ¿Un escape? "Para las presidenciales falta mucho. Hay que afianzarse en un territorio y luego ver", se le oyó confesar. Aquella provincia no es cualquier territorio.
Kirchner temería a una hipotética combinación electoral de Macri con De Narváez. Esa hipótesis es remota porque se abrió una brecha amplia entre esos dirigentes. De Narváez ha vuelto a arrimarse a Felipe Solá. Hubo dos reuniones políticas -no parlamentarias- entre ellos las últimas semanas. De Narváez lo invitó a recorrer juntos el país.
Solá supone que esa invitación tendría ahora un contratiempo: el jefe del bloque del Peronismo Federal en Diputados insume sus días en la estrategia parlamentaria para batallar contra el kirchnerismo. Anda con Elisa Carrió y con el radical Oscar Aguad. Aunque incorporó la semana pasada otro interlocutor: Pino Solanas.
Tampoco Solá y Solanas se distrajeron con asuntos del Congreso: repasaron las alternativas para el 2011. Sobrevolaron, incluso, la posibilidad de compartir un espacio futuro. Hay una trama en ciernes que podría contemplar a otras fuerzas. Desde ya al PJ disidente.
Solanas está horrorizado con el autoritarismo kirchnerista. Una parte de la centroizquierda resolvió divorciarse definitivamente del oficialismo luego de un escándalo. Ese escándalo estalló entre Claudio Lozano y Amado Boudou, por la detención de un colaborador del diputado, en extrañas circunstancias, dentro del Ministerio de Economía.
Los líderes de la oposición estarían empezando a tomar conciencia sobre algo. Es cierto que resta un tramo largo e incierto hasta el 2011. Pero todo el tiempo que ellos dilapidan es aprovechado por los Kirchner para arroparse con herramientas del Estado, vaciar las instituciones (las trabas en el Congreso son un ejemplo) y llevar hasta la anemia a una oposición de origen heterogéneo y débil.
Los intentos por desplazar a Cobos van en esa dirección. El vicepresidente posee la llave de un Senado que se complica cada día para el kirchnerismo. En Diputados el kirchnerismo está arrinconado. Esa realidad impediría cualquier juicio político. Por esa razón, Hebe de Bonafini plantó una denuncia en la Justicia contra Cobos por incumplimiento de los deberes de funcionario público. En la Justicia el kirchnerismo oculta todavía alguna esperanza.
Esa Justicia sufre acoso como lo sufre también el periodismo. Hay, sin embargo, una diferencia. Muchas voces oficiales no se camuflan para criticar a los jueces e incluso a la Corte. La hostilidad a la prensa se hace desde las sombras, con argumentos en abundancia miserables. Aquellas mismas voces oficiales se hacen las sorprendidas frente a tal hostilidad.
Una semana demoró el kirchnerismo en decir algo sobre el maltrato anónimo a la prensa. El senador Miguel Pichetto hizo punta. ¿Pero qué valor podría tener la tibia condena de Aníbal Fernández?. El mismo exhibió, orondo, una remera con el logotipo de este diario, pero con el clarinete clavado en el traste. La palabra política del jefe de Gabinete cotiza en la Argentina, a esta altura, menos que un austral.
La historia reciente enseña que el empinamiento de Hugo Chávez en Venezuela sobrevino por el derrumbe de la política y de las instituciones. Luego se produjo la furia contra la prensa y la cooptación de la Justicia. Nuestro país está corriendo el riesgo de verse reflejado en ese espejo.
Sale otra vez a superficie la relación turbia de estos años entre Buenos Aires y Caracas. Un alerta fue aquella valija de Guido Antonini Wilson. Ahora, la declaración de un ex embajador argentino acerca de la existencia de coimas. El Gobierno habría pedido coimas a empresarios para hacer negocios en Venezuela. Los empresarios habrían pagado esas coimas. Eso se llama decadencia.
Demasiadas evidencias a la vista como para no suponer que Kirchner apuesta su continuidad virando hacia un chavismo tardío.
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