Por Eduardo van der Kooy
La proclama de la multitudinaria marcha de protesta en Gualeguaychú, el domingo pasado, fue tajante. José Mujica, el presidente de Uruguay, debe hacerse cargo de la presencia de la pastera Botnia en Fray Bentos, bendecida por el fallo de la Corte Internacional de La Haya. Además, el veterano dirigente, debería hacer un pedido público de perdón.
No pareció ése, de parte del Gobierno, el gesto más adecuado en las vísperas de la primera cumbre entre Cristina y Mujica, que se realizará hoy aquí, luego del fallo de La Haya. Fue inocultable el malestar uruguayo frente a esa imposición, aunque el veterano presidente haya evitado ayer, con prudencia, pronunciarse sobre el tema.
El fallo de la Corte de La Haya significó un resarcimiento político para la Argentina. Una suerte de "satisfacción moral" al Estado, como lo definió el embajador Julio Barboza, que asesoró a la comisión de especialistas de nuestro país. Aquel resarcimiento quedó reflejado en la claridad con que el Tribunal señaló la violación de Uruguay del Estatuto del Río Uruguay, acerca del obligado mecanismo de información y consulta previa.
Uruguay siempre supo de tal violación, que se originó durante la presidencia de Jorge Batlle, mientras la Argentina estaba sumida todavía en las consencuencias de la gran crisis del 2001. El error de Tabaré Vázquez, su sucesor, fue haber manejado mal aquella herencia política que derivó en un enfrentamiento casi personal con Néstor Kirchner. Tabaré permitió la ejecución del proyecto y la puesta en marcha final de Botnia.
¿Qué estaría empujando ahora a los Kirchner a demandarle nuevos gestos a Mujica? Razones de política doméstica, por encima de las razones de la relación bilateral. El presidente de Uruguay, desde que asumió, colocó al conflicto por Botnia entre las prioridades a resolver. No hizo ningún pedido a los Kirchner y sólo apuntó un par de cosas: que "habrá mucho que hablar" luego del fallo; que no diría nada hasta escuchar, en la cita de hoy, a Cristina.
Mujica tiene también su frente interno. Pero su poder es flamante y su vínculo con la opinión pública , que lo alzó hasta el poder, permanece intacto. El sistema político uruguayo, además, no mostró fisuras importantes durante el desarrollo del pleito.
La contracara de esa realidad es la Argentina. Kirchner prefirió no profundizar la búsqueda de una posible solución en el momento de mayor fortaleza de su ciclo. Cristina no tiene ahora, ni por asomo, el consenso que por entonces tenía su marido. Después de la derrota en las elecciones del 28 de junio pasado su poder empezó a ser comprometido por la oposición.
No hay concordancia sobre Botnia entre oficialismo y oposición, sencillamente porque cuando estalló el conflicto los Kirchner prefirieron manejarlo como un asunto político de Gobierno y no de Estado. Quedaron atrapados por la intransigencia que, de a poco, impusieron los asambleístas de Gualeguaychú. Cuatro años después continúan en esa encerrona.
La proclama de los asambleístas del domingo pasado también golpeó fuerte a los Kirchner. No sólo porque desconoció el fallo de La Haya. Cristina cobró, quizás, tanto o más que Mujica. Le reclamaron que defienda la soberanía con "acciones concretas" y que "no sea servil" a los intereses de Botnia. Frases fuertes y demasiado hirientes para el orgullo tradicional de la Presidenta.
¿Cuáles podrían ser las acciones para defender la soberanía? El Gobierno no las tiene y no podría instrumentarlas sin un acuerdo previo con Mujica. No se trata del único vacío kirchnerista: tampoco hay idea sobre cómo desatar el gigantesco nudo atado todo este tiempo por los asambleístas de Gualeguaychú, que constituye el principal escollo para intentar comenzar a saldar las diferencias de fondo. El canciller de Uruguay, Luis Almagro, dijo que el fin del bloqueo fronterizo debe ser llave de una solución .
Entre la política de hechos consumados de Uruguay y la impotencia de la Argentina sigue sobresaliendo -como siempre- la ausencia de Botnia, indiferente al problema que aqueja a los vecinos.
Los Kirchner no pueden afrontar el diferendo prescindiendo de la política local. Están los piquetes. Pero está, además, en juego un proyecto político de continuidad en el 2011 que encuentra a Guayleguaychú y a toda Entre Ríos como un foco perturbador. Esa provincia concentró también la mayor resistencia durante el conflicto con el campo.
La cumbre de Cristina y Mujica de hoy servirá de antesala a una jugada de Kirchner, en su afán por volver. El sábado el ex presidente desembarcará en Paraná con gobernadores del PJ y con Hugo Moyano, para conmemorar el 1° de Mayo. Hay vuelos previstos y más de un centenar de ómnibus contratados para llevar gente.
Así se comprendería mejor, también, bajo el entender de los Kirchner, la exigencia del perdón que se le pide a Mujica ahora.
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