Una sociedad sana no debería acostumbrarse a estas cosas

lunes, 19 de abril de 2010

Por Osvaldo Pepe

Vivimos un tiempo político en el que todo parece reducirse a una lógica binaria entre leales, progresistas y militantes de un lado, y traidores, reaccionarios y golpistas del otro, sin espacio para una construcción política que le sirva al país y a los ciudadanos. Y donde el disenso no sea descalificado como vil herejía.

Sólo en el marco del hábito cotidiano de la violencia verbal, del escrache fascista anónimo y cobarde a periodistas y medios, de la difamación como método funcional a los intereses del Gobierno, puede explicarse que la dramática confesión de la senadora formoseña kirchnerista Adriana Bortolozzi haya pasado como un suspiro por los medios. "Tengo miedo", dijo por el simple hecho de haber facilitado el quórum que el oficialismo negaba. Fue título un día y al otro ya se discutía la pertinencia o no del voto opositor en el Senado por los cambios a la ley del cheque. Una sociedad sana no debería acostumbrarse a estas cosas.

¿Miedo a quién, a quiénes? Esa TV tan dispuesta a reciclar las frases de los periodistas que desagradan al Gobierno sólo para descalificarlos, debería mostrar esa imagen del senador Pichetto, jefe de la bancada oficialista, en un indecoroso apriete público en pleno recinto a su par Bortolozzi para que se levantara de su banca: lastimosa imagen institucional más acorde a un barrabrava que a un senador de la Nación, en línea con el virulento ataque de Hebe de Bonafini a la Corte y jueces para que fallen como el Gobierno quiere; y con los ya abusivos derrapes verbales de Aníbal Fernández, otra vez contra Cobos -tras las duras críticas de Cobos, el kirchnerismo redobló su embestida-.

Días atrás, el propio presidente del máximo tribunal recordó que hasta las tragedias más enormes y gravosas de la humanidad se incubaron en "pequeños actos de fanatismo". Como esos que el poder derrama a diario sobre una sociedad atónica.

Ya la Corte le había pedido mesura a la Presidenta, pero a ella le sonó a censura. Una pena.

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