Inflación alta y tipo de cambio real retrasándose

jueves, 8 de abril de 2010

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde

• Las subas en las cuotas de los colegios y los alimentos empujaron la inflación de marzo, que —con números aún provisorios— estaría cerrando en 2,7 %.


• En marzo hubo subas de 4 % de alimentos (con fuerte incidencia de las verduras y menor de la carne), de 5,4 % en indumentaria, de 2,6 % en vivienda y 12 % en educación.

• El rubro esparcimiento, en tanto, incidió a la baja por el fin de las vacaciones.

• De todas formas, el arrastre que dejará marzo para abril será menor que el que dejó febrero.

• El primer trimestre del año habría cerrado entonces con un alza de precios de 8,1 %.

• Esto es mayor a la inflación promedio estimada para todo el año en el Presupuesto.

• En enero la suba minorista fue 2,3 % y en febrero se elevó a 2,9 %.

• Con un tipo de cambio planchado para enfriar expectativas de devaluación, el atraso cambiario pasará a conformar una nueva y peligrosa olla a presión.

• El deterioro del tipo de cambio real extiende y agrava la distorsión de precios relativos, hasta hoy centrada en la energía y los bienes electrointensivos.

• Cuanto más se prolongue la distorsión, el necesario reacomodamiento futuro implicará saltos más drásticos y más amplios en todo el sistema de precios.

• Los bienes importados y todos los exportables —en estos últimos se añade la distorsión que generan las retenciones— son directamente afectados por el atraso cambiario.

• La fortaleza del real brasileño evitó un mayor deterioro del tipo de cambio bilateral.

• El retraso cambiario en el marco de una inflación en ascenso da lugar a una peligrosa situación financiera.

• Si bien las tasas pasivas hoy son negativas en no menos de 15 % anual, los depósitos bancarios están manifestando una tendencia ascendente.

• Lo que ocurre es que las tasas sí son positivas en términos de la depreciación cambiaria: estas tasas arrojan un rendimiento extraordinario en dólares (por ahora), lo que alienta a volcar fondos al sistema bancario (por ahora).
• Pero este comportamiento de los depósitos es francamente especulativo y, ante la menor señal de reacomodamiento cambiario, se podría producir una apurada salida y dolarización de las posiciones mantenidas en pesos.

• Ese riesgo se hace más evidente si consideramos la composición de las carteras de depósitos —prácticamente todos se hacen a 30 días— y el precario sustento del retraso cambiario en un marco de déficit fiscal solventado con emisión e inflación y tensiones políticas y sociales crecientes.

• Hoy los bancos pagan apenas un tercio de la inflación esperada; en la medida que el atraso cambiario se haga más y más pronunciado, ¿cuánto tiempo podrán retener depósitos sin recurrir a un aumento de tasas, en franca contradicción con la política monetaria de la nueva conducción del Central?

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